sábado, 24 de diciembre de 2022

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 221225


 

«La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la naturaleza pasible; de esta manera, como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, pudo ser a la vez mortal e inmortal, por la conjunción en él de esta doble condición. El que es Dios ver- dadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurar/a. Nuestra naturaleza quedó viciada cuando el hombre se dejó engañar por el Maligno, pero ningún vestigio de este vicio original hallamos en la naturaleza asumida por el Salvador. El, en efecto, aunque hizo suya nuestra debilidad, no por esto se hizo partícipe de nuestros pecados. Tomó la condición de esclavo, pero libre de la inmundicia

del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo -por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y quien es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales- fue una dignación de su misericordia, no una falta de poder. Por lo tanto, el mismo que, permaneciendo en su condición divina, hizo al hombre es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición de esclavo. y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, descendiendo desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas» (San León Magno [c.390-461] 45° Papa de la Iglesia. De sus Cartas: el misterio de nuestra Redención).

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