FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ Ciclo B Domingo 27 de diciembre 2020

ABRAHÁN CREYÓ AL SEÑOR
Gén 15,1-6.21,1-3; Heb 11,8.11-12.17-19; Lc 2,22-40
Dos parejas de ancianos son los protagonistas
fundamentales tanto del relato del Génesis como de la narración evangélica que
nos conserva san Lucas: en el primer texto encontramos a Abrahán y Sara
mientras que en el más reciente aparecen Simeón y Ana. Los cuatro eran
israelitas fieles a Dios que habían aquilatado con hechos y decisiones
congruentes su vida de creyentes, unos y otras habían aprendido a sobreponerse
a la adversidad cotidiana. De esa manera su fe robustecida, se había convertido
en esperanza perseverante. Abrahán era un anciano sin descendencia, la promesa
parecía haber quedado incumplida, sin embargo, un día recibió una increíble
promesa de parte del Señor, la acogió con apertura y se convirtió en nuestro
primer padre en la fe. Ana era una viuda desamparada que mantuvo un corazón
alegre y Dios le permitió contemplar la salvación en el rostro de Jesús niño.
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 2,16
Llegaron los pastores a toda prisa y encontraron a
María y a José, y al niño recostado en un pesebre.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a
quienes ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te
adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios
Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que
quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del
mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú
Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que te dignaste dejarnos el más
perfecto ejemplo en la Sagrada Familia de tu Hijo, concédenos benignamente que,
imitando sus virtudes domésticas y los lazos de caridad que la unió, podamos
gozar de la eterna recompensa en la alegría de tu casa. Por nuestro Señor
Jesucristo ....
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Tu heredero saldrá de tus entrañas.
Del libro del Génesis: 15, 1-6; 21,1-3
En aquel tiempo, el Señor se le apareció a Abram y
le dijo: "No temas, Abram. Yo soy tu protector y tu recompensa será muy
grande". Abram le respondió: "Señor, Señor mío, ¿qué me vas a poder
dar, puesto que voy a morir sin hijos? Ya que no me has dado descendientes, un
criado de mi casa será mi heredero".
Pero el Señor le dijo: "Ése no será tu
heredero, sino uno que saldrá de tus entrañas". Y haciéndolo salir de la
casa, le dijo: "Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes".
Luego añadió: "Así será tu descendencia". Abram creyó lo que el Señor
le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo.
Poco tiempo después, el Señor tuvo compasión de
Sara, como lo había dicho, y le cumplió lo que le había prometido. Ella
concibió y le dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había
predicho. Abraham le puso por nombre Isaac al hijo que le había nacido de Sara.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 104, 1b-2. 3-4. 5-6. 8-9.
R/. El Señor nunca olvida sus promesas.
Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus
prodigios a los pueblos. Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus
portentos. R/.
Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase
feliz el que lo busca. Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan.
R/.
Recuerden los prodigios que él ha hecho, sus
portentos y oráculos, descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob,
su predilecto. R/.
Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará
el Señor de sus promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a
Isaac, que un día le hiciera. R/.
SEGUNDA LECTURA
La fe de Abraham, de Sara y de Isaac.
De la carta a los hebreos: 11, 8.11-12.17-19
Hermanos: Por su fe, Abraham, obediente al llamado
de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir
como herencia.
Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su
avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel
a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia,
numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba,
se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque
Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu
nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a
los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo
profético.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Heb 1, 1-2
R/. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló
Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos
tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.
EVANGELIO
El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.
Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María,
según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para
presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito
varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un
par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón
justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el
Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes
al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y
María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley,
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: "Señor, ya puedes
dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis
ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los
pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de
semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le
anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en
Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto
los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el
alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel,
de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete
años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo
ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó
en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley
del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba
creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba
con él. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
CREDO NICENO_CONSTANTINOPOLITANO
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador
del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo
Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado,
no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por
nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del
Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra
causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado
a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de
vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que
es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el
perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos, hermanos, a Jesucristo, el Señor, que, para
santificar la familia, quiso compartir la vida de un hogar humano:
Para que el Señor, que quiso participar de la vida
de la familia en el hogar de María y José, mantenga en paz y armonía a todas
las familias cristiana, roguemos al Señor.
Para que los novios sientan la presencia de Dios en
la vivencia de su amor mutuo y se preparen sanamente para su matrimonio,
roguemos al Señor.
Para que Dios ilumine y consuele a las familias
desunidas, a los esposos que han de vivir separados por causa del trabajo, a
los hijos de los divorciados, a los hogares sin hijos y a los que lloran la
muerte de sus familiares, roguemos al Señor.
Para que nos esforcemos por vivir en paz y armonía
con nuestros familiares (con los miembros de nuestra comunidad), superando con
bondad, comprensión y caridad fraterna nuestras mutuas desavenencias, roguemos
al Señor.
Señor Dios nuestro, que has querido que tu Hijo,
engendrado antes de todos los siglos, fuera miembro de una familia humana, escucha
nuestras súplicas y haz que los padres y madres de familia participen de la
fecundidad de tu amor, y que sus hijos crezcan en sabiduría, entendimiento y
gracia ante ti y ante los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de
reconciliación, y te pedimos humildemente que, por la intercesión de la Virgen
Madre de Dios y de san José, fortalezcas nuestras familias en tu gracia y en tu
paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DE NAVIDAD I
CRISTO, LA LUZ DEL MUNDO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno:
Porque gracias al misterio de la Palabra hecha
carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para
que, conociendo a Dios visiblemente lleguemos al amor de lo invisible.
Por eso con los ángeles y los arcángeles y con
todos los coros celestiales, cantamos un himno a tu gloria, diciendo sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre
del Señor. Hosanna en el cielo.Prefacio I-III de Navidad, pp. 488-490
(489-491).
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Bar 3, 38
Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con
los hombres.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre misericordioso, haz que, reanimados con este
sacramento celestial, imitemos constantemente los ejemplos de la Sagrada
Familia, para que, superadas las aflicciones de esta vida, consigamos gozar
eternamente de su compañía.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
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