Evangelio del 3 de marzo 2025 Marcos 10, 17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó
corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno,
¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?" Jesús le contestó:
"¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los
mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás
falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre".
Entonces él le contestó: "Maestro todo eso lo he
cumplido desde muy joven". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo
una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así
tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Pero al oír
estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía
muchos bienes.
Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus
discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de
Dios!" Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero
Jesús insistió: "Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las
riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el
ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios".
Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí:
"Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, mirándolos fijamente, les
dijo: "Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es
posible".
Reflexión
En este pasaje Jesús nos hace ver lo importante que es ser
libre, ya que ésta es una condición para poder entrar en el Reino de los
cielos. Si bien es cierto que las riquezas son o pueden ser un fuerte lastre
para entrar en el Reino, no podemos limitar nuestra participación en el Reino
únicamente por este elemento.
Hoy el mundo nos propone nuevas y diferentes cargas que
hacen difícil entrar a la vida en plenitud. Ejemplo de estas nuevas
esclavitudes pueden ser nuestros trabajos, en donde se nos pide o nosotros
mismos vamos decidiendo permanecer en ellos tanto tiempo que privamos de
nuestra presencia a la familia; la televisión, que va minando la armonía
familiar convirtiéndonos en verdaderas islas dentro de nuestras casas.
El Señor nos advierte que para los que están atados, para
aquellos que no tienen al centro de su vida a Dios y los valores del Evangelio,
les será sumamente difícil entrar en el Reino. No dejes que ninguna de estas
cosas te esclavice y te prive de la paz y la alegría que el Reino de los cielos
ofrece para todos sus moradores.
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