En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: "Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ese yo lo resucitaré el último
día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios.
Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es
que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ése sí ha
visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de
la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron.
Este es el pan que ha bajado del cielo, para que, quien lo coma no muera. Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para
siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga
vida".
Reflexión
Este texto del capítulo seis que hemos venido leyendo esta semana, se
le conoce como el "Sermón eucarístico".
En virtud de que el evangelio de San Juan fue el último en escribirse,
cuando ya toda la comunidad cristiana celebra "la cena del Señor",
Juan ha omitido el relato de la "institución", pero ha recogido una
serie de instrucciones de Jesús sobre el significado de lo que la comunidad ya
celebra y con ellos ha construido esta magnífica catequesis sobre la
Eucaristía. En este sermón hace pasar a la comunidad, del pan que necesitaron
los judíos a su paso por el desierto, el maná, para vivir durante el desierto
al pan que "da la Vida"; el pan que hace posible la vida eterna.
No desprecia la comida del cuerpo; de hecho primero alimenta a la
comunidad físicamente y después espiritualmente. El Cuerpo y la Sangre de Jesús
son "verdadera comida", es una comida como la que comieron junto al
lago. La comida del pan alimenta el cuerpo; la Eucaristía, el espíritu. Sin
estos alimentos el hombre se debilita y puede morir. ¿Realmente tomas la
Eucaristía como un alimento?
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