En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del
hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que
me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come
vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron
sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre".
Esto lo dijo Jesús, enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.
Reflexión
En esta cita se encuentra la médula del significado y del valor de la
Eucaristía. Jesús dice: "el que no coma y beba no tendrá vida", por
ello, lo primero que surge es que este alimento espiritual no es
"optativo", es algo que se exige si verdaderamente se quiere tener la
"Vida" y aspirar a la resurrección Eterna. El efecto de este pan de vida
es la unión y permanencia con Jesús. De manera que el pan se convierte en la
savia que da vida a nuestra vida injertada en Cristo.
Juan 15 nos dice Jesús que de la misma manera que el sarmiento lo hace
con la vid, nosotros debemos permanecer unidos a él. Es decir, no se trata de
estar a ratitos (ser cristiano de momentos), sino de una permanencia. Aclara,
para que no haya dudas, que el pedazo de pan que se consagra en la Eucaristía
es verdaderamente su cuerpo. Es decir, no es una presencia
"simbólica", como dicen algunos o meramente espiritual, sino que es
real y substancialmente su cuerpo y su sangre.
Finalmente, y como consecuencia de esto, se trata de comer, de masticar
(el verbo griego que usa San Juan es "trogon" significa morder,
masticar; de darnos cuenta de que estamos "comiendo" a Jesús y que
esto es precisamente lo que nos da la vida. Te invito a que este domingo, en la
celebración eucarística tengas la experiencia de "comer", de
"masticar" a Jesús. Que te hagas consciente de lo que comes y que te
unas íntimamente, como el sarmiento a la vid, a Jesús.
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