En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Yo soy el pan de la
vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.
Pero como ya les he dicho: me han visto y no creen. Todo aquel que me da el
Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he
bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me
ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre
consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo
resucite en el último día".
Reflexión
Este texto nos ayuda a entender lo importante de la fe como un don de
Dios. Jesús dice: "Todo aquel que me da el Padre", es decir, el
llegar a Jesús no es únicamente voluntad humana sino más bien respuesta al don
de la fe. Es un binomio que se debe enlazar y crecer.
Dios suscita en mí la fe en la resurrección de Cristo, en su ser Dios,
en su presencia en mí, pero ahora debe de haber una respuesta generosa a esta
revelación interior de Dios. A mayor fe, se esperaría una respuesta más grande
de la persona. Sin embargo ¿qué pasa?, nos encontramos frecuentemente con gente
que dice: yo creo en Jesucristo, creo que él es Dios, creo que está vivo, sin
embargo su respuesta a esta fe no es congruente con lo que profesa, por ello no
tiene Vida.
En otras palabras, Dios nos pone en el corazón el deseo de ir a Jesús,
de conocerlo, de amarlo, de tenerlo como Señor, pero ahora depende de nosotros
el caminar, es decir, el orar, el conocerlo en su Palabra, el recibirlo
verdaderamente como pan de vida. Pan que da la vida eterna. Revisa en estos
días qué tan generosa está siendo tu respuesta a la fe que Dios ha suscitado en
ti.
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