Cuando leemos relatos bíblicos, como la multiplicación de los panes, naturalmente pensamos en la Eucaristía. Como se lee en dichos relatos, la Eucaristía es un alimento que satisface nuestra hambre de manera milagrosa y maravillosa y es un signo de la abundancia de la vida que Dios nos otorga generosamente. No obstante, cuando leemos tales relatos, no podemos dejar de pensar sólo en la Eucaristía, aunque es un don de valor infinito. Si pensáramos así, seríamos como las multitudes que siguieron a Jesús única y egoístamente porque satisfizo sus necesidades. Tenemos que leer estos relatos intentando entender a Cristo mismo, que nos da el Sacramento Eucarístico y también otros dones, pero Él es el mejor don de Dios. Como dice San Agustín, un día desaparecerán las Escrituras y los sacramentos, pero nunca desaparecerá Cristo.
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