LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
Domingo 31 de diciembre 2017
ABRAHÁN CREYÓ AL SEÑOR
El relato del Génesis y la narración evangélica tienen como
protagonistas a dos parejas de ancianos: de un lado encontramos a Abrahán y
Sara y del otro a Simeón y Ana. Eran creyentes que habían consumado su
experiencia de fe; habían superado largos periodos de espera y se mantenían
firmes en la esperanza. Aparentemente, Abrahán se había resignado a terminar
sus días sin ver un descendiente, pero recibió una increíble promesa de parte
del Señor, la acogió con apertura y eso le valió ser rehabilitado como el prototipo
de todos los creyentes. Por su parte, la historia de Ana, la profetisa, tiene
un perfil parecido al patriarca. Una mujer que había enviudado a temprana edad
que había tenido que salir adelante en una sociedad que discriminaba a las
mujeres ancianas y solas; no obstante que vivió esa adversidad, no dejó que el
resentimiento y la amargura marcaran su corazón. Se mantuvo unida al Señor y
consiguió ver la aurora de la salvación en el pequeño Jesús.
ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 2. 16
Llegaron los pastores a toda prisa y encontraron a María y a José, y al
niño recostado en un pesebre.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende
nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de
nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo,
Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que te dignaste dejarnos el más perfecto ejemplo en la
Sagrada Familia de tu Hijo, concédenos benignamente que, imitando sus virtudes
domésticas y los lazos de caridad que la unió, podamos gozar de la eterna
recompensa en la alegría de tu casa. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Tu heredero saldrá de tus entrañas
Del libro del Génesis: 15, 1-6; 21, 1-3
En aquel tiempo. El Señor se le apareció a Abram y le dijo: "No
temas, Abram. Yo soy tu protector y tu recompensa será muy grande". Abram
le respondió: "Señor. Señor mío, ¿qué me vas a poder dar, puesto que voy a
morir sin hijos? Ya que no me has dado descendientes, un criado de mi casa será
mi heredero".
Pero el Señor le dijo: "Ése no será tu heredero, sino uno que
saldrá de tus entrañas". Y haciéndolo salir de la casa, le dijo:
"Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes". Luego añadió:
"Así será tu descendencia". Abram creyó lo que el Señor le decía y,
por esa fe, el Señor lo tuvo por justo.
Poco tiempo después, el Señor tuvo compasión de Sara, como lo había
dicho, y le cumplió lo que le había prometido. Ella concibió y le dio a Abraham
un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios había predicho. Abraham le puso por
nombre Isaac al hijo que le había nacido de Sara. Palabra de Dios. Te alabamos,
Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 104, 1 b-2. 3-4. 5-6. 8-9.
R/. El Señor nunca olvida sus promesas.
Aclamen al Señor y denle gracias, relaten sus prodigios a los pueblos.
Entonen en su honor himnos y cantos, celebren sus portentos. R/.
Del nombre del Señor enorgullézcanse y siéntase feliz el que lo busca.
Recurran al Señor y a su poder y a su presencia acudan. R/.
Recuerden los prodigios que él ha hecho, sus portentos y oráculos,
descendientes de Abraham, su servidor, estirpe de Jacob, su predilecto. R/.
Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus
promesas, de la alianza pactada con Abraham, del juramento a Isaac, que un día
le hiciera. R/.
SEGUNDA LECTURA
La fe de Abraham, de Sara y de Isaac
De la carta a los hebreos: 11, 8. 11-12.17-19
Hermanos: Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber
a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia.
Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo
concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así,
de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia, numerosa como las
estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.
Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a
sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había
dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham
pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos;
por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Heb 1, 1-2
R/. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a
nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, que son los
últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.
EVANGELIO
El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.
Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de
Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de
acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al
Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos
pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de
Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el
cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del
Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban
con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en
brazos y bendijo a Dios, diciendo: "Señor, ya puedes dejar morir en paz a
tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu
Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra
a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras.
Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño
ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que
provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de
todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya
ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando
gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y
fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO NICENO_CONSTANTINOPOLITANO
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la
misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino
no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede
del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y
gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa,
católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los
pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Presentemos nuestras plegarias a Dios; el Padre de todos, que nos reúne
para formar su familia.
Después de cada petición diremos: Padre, escúchanos.
Padre, escúchanos.
Por la Iglesia, por todos los cristianos, para que el Señor nos llene
con su gracia y demos siempre un buen testimonio de su bondad. Oremos.
Por las familias en el mundo entero, para que el Señor les conceda la
paz y la concordia. Oremos.
Por las familias que se encuentran en problemas graves, las que viven en
pobreza y abandono, las que sufren tensiones y rupturas, para que encuentren
ayuda y fortaleza para salir adelante.
Oremos.
Por nosotros y nuestras familias, para que nos amemos cada día más, que
sepamos superar las dificultades, que pongamos amor y alegría en nuestro
alrededor, y tengamos el espíritu abierto a todos los que nos necesiten.
Oremos.
Señor, escucha nuestras peticiones, y haz que crezcamos en sabiduría y
gracia ante ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de reconciliación, y te pedimos
humildemente que, por la intercesión de la Virgen Madre de Dios y de san José,
fortalezcas nuestras familias en tu gracia y en tu paz. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
Prefacio III de Navidad.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte
gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno
por Cristo, Señor nuestro.
Por él hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio de
nuestra salvación; pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición no
solamente dignificó nuestra naturaleza para siempre, sino que por esta unión
admirable nos hizo partícipes de su eternidad. Por eso, unidos a los coros de
los ángeles, te alabamos llenos de alegría:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el
cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Bar 3, 38
Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con los hombres.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre misericordioso, haz que reanimados con este sacramento celestial,
imitemos constantemente los ejemplos de la Sagrada Familia, para que, superadas
las aflicciones de esta vida, consigamos gozar eternamente de su compañía. Por
Jesucristo, nuestro Señor.