Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Domingo 5 de abril 2015
ANTÍFONA DE ENTRADA
He resucitado y estoy
contigo, aleluya: has puesto tu mano sobre mí, aleluya: tu sabiduría ha sido
maravillosa, aleluya, aleluya. (Cfr. Sal 138, 18. 5-6)
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que por medio de tu Unigénito, vencedor de la
muerte, nos has abierto hoy las puertas de la vida eterna, concede a quienes
celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, resucitar también en la
luz de la vida eterna, por la acción renovadora de tu Espíritu.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA (Hech 10, 34, 37-43)
Monición.- En casa del centurión Cornelio, Pedro pronuncia
un auténtico discurso de fe. Inicia con el recuerdo del Bautismo de Jesús y su
ministerio en Galilea y concluye con el anuncio de la novedad pascual, es
decir; la resurrección de Cristo y su gloria.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles
En aquellos días,
Pedro tomó la palabra y dijo: “Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que
tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios
ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó
haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él.
Nosotros somos
testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la
cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el
pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a
nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los
muertos.
Él nos mandó predicar
al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y
muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él
reciben, por su medio, el perdón de los pecados”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 117)
R. Éste es el día del triunfo del Señor. Aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu
misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: “Su misericordia es eterna”. /R
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es
nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha
hecho. /R
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la
piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. /R
SEGUNDA LECTURA (Col 3, 1-4)
Monición.- San Pablo invita a los creyentes en Cristo
resucitado a concretizar la resurrección en la vida, buscando las cosas de
arriba, poniendo el corazón en los bienes del cielo y no en los de la tierra.
Éste es el camino para transformar la sociedad.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los colosenses
Hermanos: Puesto que
ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo,
sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo,
no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en
Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se
manifestarán gloriosos, juntamente con él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SECUENCIA
Ofrezcan los
cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la
Pascua.
Cordero sin pecado,
que a las ovejas
salva,
a Dios y a los
culpables
unió con nueva
alianza.
Lucharon vida y
muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es
la vida,
triunfante se levanta.
“¿Qué has visto de
camino,
María, en la mañana?”
“A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi
esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor
aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la
Pascua”.
Primicia de los
muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no
manda.
Rey vencedor,
apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles
parte
en tu victoria santa.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO (1 Cor 5, 7-8)
R. Aleluya, aleluya.
Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos,
pues, la Pascua. /R
EVANGELIO (Jn 20, 1-9)
Monición.- Cuando uno pierde lo que más ama, lo que da
sentido a la vida, se experimenta un terrible oscuridad; uno deja caer los
brazos y no espera sino la muerte. Con María Magdalena no sucedió así. Ella, en
medio de la oscuridad, sacó fuerzas para in al sepulcro y ser testigo de la
resurrección del Señor.
† Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro,
fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a
correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien
Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo habrán puesto".
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los
dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y
llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el
suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y
entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario,
que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el
suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo,
el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces
no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de
entre los muertos.
Palabra del Señor:
Gloria a ti, Señor Jesús.
O bien, en las Misas vespertinas
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)
Gloria a ti, Señor.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos
hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y
comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y
comenzó a caminar con ellos: pero los ojos de los dos discípulos estaban
velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen
hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú
el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en
Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron:
"Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras,
ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo
entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros
esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya
tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de
nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no
encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos
ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron
al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo
vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y
qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no
era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su
gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les
explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que
iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros,
porque ya es tarde y pronto va a oscurecer'. Y entró para quedarse con ellos.
Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se
lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les
desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón
ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde
encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron:
"De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón".
Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
ORACIÓN UNIVERSAL
SAC.: Llenos de gozo por la santa resurrección del Señor,
purificados nuestros sentimientos y renovado nuestro espíritu, supliquemos con
insistencia al Señor, diciendo: Rey vencedor, escúchanos.
Todos: Rey vencedor, escúchanos.
1. A Cristo, que, con su gloriosa resurrección, ha sido
constituido Cabeza de la Iglesia, pidámosle que, por su amor, conceda abundante
felicidad, gozo y exultación a todos los fieles que celebren su triunfo.
2. A Cristo, que, con su santa resurrección, ha otorgado el
perdón y la paz a los pecadores, supliquémosle que quienes han regresado al
camino de la vida conserven íntegramente los dones que la misericordia del
Padre les ha restituido.
3. A Cristo, que, con su gloriosa resurrección, ha
inaugurado la resurrección universal, pidámosle que alegre el corazón de los
hombres que aún desconocen su victoria y, con el anuncio evangélico, llene de
gozo a todos los pueblos y naciones.
4. A Cristo, que, con su santa resurrección, ha colmado de
alegría a los pueblos, los ha enriquecido con sus dones y ha hecho vibrar de
gozo nuestros corazones, pidámosle que renueve la esperanza de los que sufren y
lloran.
5. A Cristo, que, con su gloriosa resurrección, ha alegrado
al mundo entero, pidámosle que renueve nuestro espíritu y nos conceda la
esperanza firme de compartir su triunfo y de resucitar con Él a una vida nueva.
Intenciones de la Iglesia local
SAC.: Señor Jesucristo, que en el cielo eres glorificado por
los ángeles y los santos y en la tierra eres enaltecido y adorado por tu
Iglesia, en esta fiesta gloriosa de tu resurrección te pedimos que escuches
nuestras plegarias y extiendas tu diestra misericordiosa sobre este pueblo que
tiene puesta toda su esperanza en tu resurrección. Tú, que vives y reinas,
inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
TODOS: Amén.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Llenos de júbilo por el gozo pascual te ofrecemos, Señor, este
sacrificio, mediante el cual admirablemente renace y se nutre tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Pascua I El Misterio Pascual
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este día, en que Cristo,
nuestra Pascua, fue inmolado. Porque él
es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra
muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta efusión del gozo pascual, el
mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los
ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado. Aleluya.
Celebremos, pues, la Pascua, con el pan sin levadura, que es de sinceridad y
verdad.
Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios de bondad,
protege paternalmente con amor incansable a tu Iglesia, para que, renovada por los
misterios pascuales, pueda llegar a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
MEDITACIÓN DEL PAPA
Nosotros, resucitados con Cristo mediante el Bautismo,
debemos seguirlo ahora fielmente con una vida santa, caminando hacia la Pascua
eterna, sostenidos por la certeza de que las dificultades, las luchas, las
pruebas y los sufrimientos de nuestra existencia, incluida la muerte, ya no podrán
separarnos de él y de su amor. Su resurrección ha creado un puente entre el
mundo y la vida eterna, por el que todo hombre y toda mujer pueden pasar para
llegar a la verdadera meta de nuestra peregrinación terrena. "He
resucitado y estoy siempre contigo". Esta afirmación de Jesús se realiza
sobre todo en la Eucaristía; en toda celebración eucarística la Iglesia, y cada
uno de sus miembros, experimentan su presencia viva y se benefician de toda la
riqueza de su amor. En el sacramento de la Eucaristía está presente el Señor
resucitado y, lleno de misericordia, nos purifica de nuestras culpas; nos
alimenta espiritualmente y nos infunde vigor para afrontar las duras pruebas de
la existencia y para luchar contra el pecado y el mal. Él es el apoyo seguro de
nuestra peregrinación hacia la morada eterna del cielo. (Benedicto XVI, 13 de
abril de 2009).