martes, 27 de septiembre de 2011

¿Violamos los Católicos la ley de Dios al celebrar el domingo?


Al contrario. Al celebrar el domingo somos fieles a Jesucristo y su obra. 
Jesús no vino a abolir el Antiguo Testamento, pero si para darle cumplimiento con su muerte y resurrección. Todo se cumple en El.

Vemos en muchos textos como Jesucristo, para dar cumplimiento, presenta la ley antigua en una nueva forma que sorprende a sus oyentes por su novedad y exigencia. La ley queda así perfeccionada en Cristo. Por ejemplo, Jesús dice en Mateo 5:27 "Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio." Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.". Jesús no está "cambiando la Biblia" sino revelando un sentido mas profundo que solo podía conocerse por su enseñanza y por la gracia del Espíritu que El nos da. Igualmente, la Iglesia no "cambia la Biblia" cuando es fiel a la interpretación que se le ha dado desde los primeros siglos por todos los cristianos.
La celebración del día del Señor en domingo se fundamenta en que Jesucristo es en si mismo quién se ofrece al Padre para hacer posible el culto a Dios en espíritu y en verdad. El mismo puso fin al culto que se daba el sábado.
Hoy es imposible continuar celebrando el culto del sábado según el Antiguo Testamento. Aquel se centraba en el Templo de Jerusalén, el cual fue destruido por los romanos en 70 dC. Tampoco hay ya sacrificio de animales como requería la antigua alianza. Todo eso encuentra su cumplimiento en Cristo. El mismo es el Nuevo Templo, y el Cordero del Sacrificio y el Sacerdote Eterno. El mismo es el sacrificio del culto agradable al Padre.
Jesús dijo «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.» (Juan 2:19) Muchos lo entendieron en forma literal y se escandalizaron de Jesús, como se escandalizan hoy los adventistas del culto en domingo. Pero Jesús hablaba del Nuevo Templo: Su propio Cuerpo, que resucitaría al tercer día: El domingo. Jesús se presentó a los Apóstoles el domingo de Resurrección y allí comenzaron a adorarle. Al Padre los cristianos le damos culto Por Cristo, Con El y En El.
Vemos además en los evangelios como Jesucristo se enfrenta con los fariseos que quieren aferrarse a un cumplimiento literal del sábado porque no aceptan a Jesús. Jesús enseña que El es Señor del sábado (cf. Mt 12,8. ver también Lc 13,15).
Estemos claros que Jesús no vino a diluir la ley de modo que cada uno la cambie como quiera. Solo Cristo puede hacerlo todo nuevo y El actúa y enseña por medio de Su Iglesia.
El culto ya no es el sábado porque el antiguo culto cede el paso a Cristo resucitado el domingo ("domingo" viene del latín: "domini", día del Señor). Desde el principio los cristianos cumplen con el tercer mandamiento del Decálogo celebrando el domingo la resurrección con la Santa Misa.
Juan Pablo II trata el tema del Día del Señor en profundidad en su encíclica "DIES DOMINI". Para estudiar el sentido del día del Señor a profundidad le recomiendo que la lea. Aquí solo presento el número 59:
Este aspecto festivo del domingo cristiano pone de relieve de modo especial la dimensión de la observancia del sábado veterotestamentario. En el día del Señor, que el Antiguo Testamento vincula a la creación (cf. Gn 2, 1-3; Ex 20, 8-11) y del Éxodo (cf. Dt 5, 12-15), el cristiano está llamado a anunciar la nueva creación y la nueva alianza realizadas en el misterio pascual de Cristo. La celebración de la creación, lejos de ser anulada, es profundizada en una visión cristocéntrica, o sea, a la luz del designio divino de « hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra » (Ef 1,10). A su vez, se da pleno sentido también al memorial de la liberación llevada a cabo en el Éxodo, que se convierte en memorial de la redención universal realizada por Cristo muerto y resucitado. El domingo, pues, más que una «sustitución» del sábado, es su realización perfecta, y en cierto modo su expansión y su expresión más plena, en el camino de la historia de la salvación, que tiene su culmen en Cristo.
Lamentablemente, nuestros hermanos adventistas, fundados en USA hace poco mas de un siglo, no conocen la Santa Misa, la cual es el culto mas perfecto que le ofrecemos a Dios. ¿De qué vale pelear por el día del culto si ni siquiera se acepta el culto mismo?.
Para entender la Biblia hay que situarse con la Iglesia en la mente de Cristo que interpreta el Antiguo Testamento de una forma nueva y sin embargo mas fiel.
Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor.
Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.
Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas.
Decían le los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?»
El les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?»
Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado.
De suerte que el Hijo del Hombre también es Señor del sábado.» (Mc 2, 27-28)

domingo, 25 de septiembre de 2011

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo


 «Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea:
"Éste es el rey de los judíos". »[1]  

El último domingo del tiempo ordinario la Iglesia celebra la festividad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo ─Rey de reyes y Señor de los Señores─.[2] Con una mirada de asombro y de gratitud. Un Rey muy especial, paradójico, que "reina desde la Cruz", y no a través de los poderes gubernamentales o políticos, sino impregnando la mentalidad del hombre de su mensaje de amor, justicia y servicio

Es Rey porque es Hijo de Dios y porque ha muerto en la cruz para atraer a Él a todos los hombres y reunirlos en un solo pueblo en el Reino de los cielos.

Él no había venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida por todos. Ahora está, en la plenitud de su realeza, porque está en la plenitud de su entrega. Ya toda su vida había sido entrega generosa. De él se dijo que "pasó haciendo el bien"[3]: consolando, perdonando, curando, atendiendo, comunicando esperanza, dando testimonio de la verdad.

Ésa es su realeza. Esas son sus riquezas. Sus seguidores (la comunidad eclesial y cada uno de nosotros) tendremos que aprender esta lección. Nuestra actitud, en nombre de Cristo, no deberá ser la del dominio, sino la del servicio. No la del prestigio político o economista, sino la del diálogo humilde y comunicador de esperanza. Evangelizamos más a este mundo con nuestra entrega generosa que con nuestros discursos. En nosotros también debe cumplirse lo de que "servir es reinar".

Hoy es una oportunidad de recuperar para cada uno de nosotros, los bautizados de la Iglesia y del mundo entero, ese Reino que Jesús predicó, el Reino de Dios, de Cristo; el reino de la verdad y de la vida, reino de la santidad y de la gracia, reino de la justicia, del amor y de la paz, para que una vez revestidos de ese Reino podamos decir “Viva mi Cristo, viva mi Rey”.


[1] Lc 23, 38
[2] 1 Tim 6, 15
[3] Mc 7, 37

La Anunciación a María


El 25 de Marzo de cada año, la Iglesia nos recuerda la Encarnación del Hijo de Dios por medio de la fiesta de la Anunciación.

Esta celebración es una fiesta conjunta de Cristo y de la Virgen María: del Verbo, que se hace Hijo de María, y de la Virgen que se convierte en Madre de Dios.[1]

Llegado el tiempo señalado por las profecías, el Señor envió al arcángel San Gabriel, a fin de anunciar a la virgen María, que había sido escogida para madre del Mesías. Este anuncio le causó sorpresa y confusión, sin embargo la virgen María con humildad aceptó diciendo: “ He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. [2]

“Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando lacondición de siervo, y se hizo semejante a los hombres”.[3]

En el hecho de que el Hijo de Dios se hiciera hombre todas las esperanzas del Antiguo Testamento, todas las miserias y gritos de la historia humana desde el pecado original, encuentran su respuesta definitiva. Dios no sólo ama al hombre, sino que se hace solidario con él, se hace íntimamente uno con él. La encarnación del Hijo de Dios es el principio de toda la obra salvadora de Dios Padre, en lo futuro hasta el fin del mundo.

Del “Hágase en mí, según tu palabra” depende la suerte de todos los hombres; la fidelidad absoluta a este compromiso hasta la muerte, la verdadera y libre entrega humana de la “segunda Eva”, que se asocia libremente a la obra redentora de Cristo, debe ser causa de constante alegría y agradecimiento.

Así como Dios invitó a María, así también cada hombre es llamado para que acepte el plan divino de su vida terrestre.



[1] Lc 1, 35
[2] Lc 1, 38
[3] Flp 2, 6-7

jueves, 22 de septiembre de 2011

A la espera de Cristo


Autor: Alfredo González



La venida de Cristo exige un cambio moral en nuestra vida.

1. Al darse cuenta de que el Reino de Dios venía, los judíos preguntaban a san Juan Bautista qué tenían que hacer. Estaban acostumbrados a una religión de sacrificios exteriores: ofrecer un poco de incienso, sacrificar una paloma, dar una limosna... San Juan les exigía dar un culto moral a Dios: a los que poseían más les pedía compartir su ropa y su comida con los necesitados; a los recaudadores de impuestos, los publicanos, les recordaba que no debían pedir más de lo justo; a los soldados, acostumbrados a la violencia y a la extorsión, les pedía no robar ni levantar falsos testimonios contra los inocentes.

Para ser buenos católicos no basta ir a misa los domingos, dar una caridad a un pobre, rezar un Padre Nuestro de vez en cuando, como anestesia para nuestra conciencia. Es necesario ser auténticos, vivir de verdad la vida cristiana. El repasar los mandamientos es el mejor termómetro para medir la “temperatura” de nuestra vida cristiana: ¿Pagamos los impuestos? ¿Hablamos mal de nuestro prójimo haciendo juicios temerarios? ¿Vemos todo lo que aparece en los medios de comunicación social, sin distinguir lo que es y no es compatible con nuestra conciencia cristiana?

2. San Juan Bautista no trató de aprovechar su misión para promoverse a sí mismo. El pudo haber fingido ser el Mesías y haber explotado la credulidad del pueblo. Pero él era sincero y humilde, no sólo admitió que no era el Mesías, sino también que no era digno ni siquiera de ser su esclavo.
A la base de toda verdadera religiosidad tiene que haber la humildad. Si no soy humilde, fácilmente voy trampeando y llamando virtud lo que es claramente pecado. Voy deformando mi conciencia con sofismas como “todo el mundo lo hace”, “en mi caso es diferente”, “nadie me ve”, “no estoy haciendo daño a nadie”,etc. La humildad es como el fundamento de mi edificio espiritual. Sin esta virtud no hay caridad, obediencia, castidad, mansedumbre...

3. La venida del Reino de Dios causa un juicio, pues el hombre o lo acepta o lo rechaza. San Juan usa la imagen del grano y de la paja para describirlo. El “grano” son las personas que responden bien y la “paja” las que no les importa el Reino.
Delante de Dios el hombre tiene que tomar una posición, o a favor o en contra. ¿Cuál vamos a tomar nosotros?

No hay excusa para no ser santo.


<<En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.
Envió de nuevo a otros criados que les dijeran: “Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales gordos; todo está listo. Vengan a la boda”. Pero los invitados no hicieron caso. Uno se fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: “La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados.
Cuando el rey entró a saludar a los convidados, vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?” Aquel hombre se quedó callado.
Entonces el rey dijo a los criados: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos>> [1]

Reflexión
Dios nos ha invitado de muchas maneras a participar del Reino, de la vida en abundancia pensada para el hombre desde toda la eternidad, la cual habíamos perdido por el pecado. Sin embargo, aceptar o no, depende de cada uno de nosotros. ¿Excusas? ¡Muchas! Pero como vemos en este pasaje ninguna cuenta, ni para no asistir ni para presentarnos indignamente a la mesa del Señor. Y digo para presentarnos dignamente a la fiesta, pues un detalle que no se conoce y que a veces hace que se juzgue duramente al Rey que exige a un pobre el llevar vestido de fiesta, es que el traje de fiesta en este tipo de eventos era proporcionado por el mismo que hacía la invitación, por lo que no había excusa para no tenerlo. Lo mismo pasa con nosotros. Dios nos ha hecho la invitación sin pensar si somos buenos o malos, pobres o ricos; nos ama y nos ha invitado así como somos. Además nos ha llenado de gracias, sobre todo de la gracia santificante, que es el vestido para la fiesta del Reino. Por ello, no hay excusa para no asistir, para no vivir en el reino del amor, la justicia y la paz en el Espíritu Santo, en una palabra, no hay excusa para no ser santo.

.




[1] Mt 22, 1-4

Una carta de George Carlin


La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos,
carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos.

Gastamos más pero tenemos menos,
compramos más pero disfrutamos menos.

Tenemos casas más grandes y familias más chicas,
mayores comodidades y menos tiempo.

Tenemos más grados académicos pero menos sentido común,
mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio,
más expertos pero más problemas,
mejor medicina pero menor bienestar.

Bebemos demasiado, fumamos demasiado,
despilfarramos demasiado, reímos muy poco,
manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado,
nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados,
leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores.

Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir.

Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años.

Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino.

Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior.

Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma.

Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios.

Escribimos más pero aprendemos menos.

Planeamos más pero logramos menos.

Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar.

Producimos computadoras que pueden procesar mayor información y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.
Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta,
de hombres de gran talla y cortedad de carácter,
de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales.

Hoy en día hay dos ingresos pero más divorcios,
casas más lujosas pero hogares rotos.

Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables,
moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos,
y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar.

Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la bodega.

Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta,
y en que tú puedes elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.

Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aquí siempre.

Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.

Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca
 porque ese es el único tesoro que puedes dar
 con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.

Acuérdate de decir te amo a tu pareja
 y a tus seres queridos,
pero sobre todo dilo sinceramente.

Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.

Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus más preciadas ideas.
Y siempre recuerda:
La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos la quitan.

George Carlin.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

En las malas, alas


Virginia Brandt Berg
Fuente: www.tommyswindow.com 

En la capilla Wesley, monumento histórico de Londres, hay un hermoso vitral que lleva la siguiente inscripción: “Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano y me asirá Tu diestra”1. 

El hombre siempre ha soñado con tener alas, una forma de elevarse por encima de la tierra y sus pesares. Parece ser algo innato en los seres humanos eso de sentirnos confinados y descontentos en nuestro entorno. Nos convencemos de que más allá –detrás de ese cerro o cruzando tal charco- todo será más fácil, más auspicioso, y seremos más libres.
Hay otro versículo en el que el salmista se hace eco del deseo de alejarse de todo. Dice: “¡Quien me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría”2.  Pero él conocía  el secreto para hallar ese sitio magnífico, apartado del ajetreo cotidiano, y nos lo reveló: “El Señor me sustentaba”3. 

 Dios sostuvo a David en todas sus dificultades y pruebas. “Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas  como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”4. Cuando acudimos a la palabra de Dios y aguardamos en oración hasta que Él toca nuestra alma, nos remontamos a esferas de paz y sosiego donde el Señor en verdad nos sustenta.

Este mundo a diario tira de nosotros hacia abajo; pero también existe una fuerza que nos impulsa hacia arriba, hacia el propio corazón de Dios. Si lees Su Palabra, le abres tu corazón y aguardas a que Él te hable, hallarás todas las fuerzas que necesitas. El problema es que muchas personas intentan arreglárselas por su cuenta, con la esperanza de que de algún modo lograrán superar sus dificultades. Echan a andar antes de tener alas. Pero fíjate en lo que dice este versículo. Primero una se renueva; luego puede correr y caminar.

 ¿Qué oportunidades le das a tu alma si nunca haces una pausa para conectarte con Dios y extraer fuerzas de Él? “Aguarda al Señor; esfuérzate, y aliéntese tu corazón”5.


1. Sal 139, 9-10
2. Sal 55, 7
3. Cfr Sal 3, 5-6
4. Is 40, 31
5.  Sal 27, 14

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Noche Mexicana en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús (Costa Azul, Acapulco, Gro. México)




Con motivo de la celebración de un año más de la independencia de México, la noche del 14 de Septiembre 2011, se llevó a cabo la tradicional noche mexicana en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, con la asistencia de un gran número de feligreses, que por la lluvia, se tuvo que realizar en el salón parroquial anexo.

 Como buen anfitrión, nuestro párroco Lic. Álvaro Sánchez Quevedo, dio la bienvenida, para dar paso a la presentación del ballet folclórico integrado por jóvenes del grupo Dios es amor, quienes nos deleitaron con bailables costeños, entre ellos el de “La Iguana”.

Antes de que iniciara su intervención el mariachi ─que nunca puede faltar en estos festejos─  se hizo la bendición de los alimentos (un rico pozole con su botana, agua de jamaica y de postre nieve y algodones de azúcar).
Mientras el mariachi tocaba y se disfrutaba de los alimentos, empezó la participación de un buen número de asistentes, aficionados al canto que no quisieron dejar pasar la oportunidad de hacernos partícipes de sus dotes artísticas. El primero fue el padre Álvaro (dizque para que se animaran) que cantó “Se me olvidó otra vez” de Juan Gabriel. Siguiendo el ejemplo del párroco, el vicario padre Eduardo, cantó ─con su respectivo acordeón─ “Allá en el rancho grande” y así fueron pasando a cantar uno a uno entre otros: Félix Larequi con “Me cansé de rogarle”; Isabel Balanzar con “El flautín del pastor”; Gustavo Hernández “Gustavito” con “María bonita”. Me disculpan los demás, pero por falta de espacio no puedo mencionarlos a todos.

Al final, todos los asistentes agradecimos a Dios la oportunidad de convivir con nuestros hermanos, y al padre Álvaro por procurar estos encuentros tan importantes para una comunidad parroquial.





















 

















sábado, 10 de septiembre de 2011

Cada árbol se conoce por su fruto.


En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: No hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca. ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa.
Lc 6, 43-49


Reflexión.
P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Cristo nos enseña que la Misericordia de Dios es más fuerte que la dureza del pecado. Podríamos pensar, leyendo superficialmente este pasaje, que tendrían razón los que piensan en la “predestinación eterna”, que si hemos nacido zarza no hay nada que hacer; por más que nos matemos trabajando por ser buenos, ¿para qué, si al fin y al cabo me condenaré? Soy árbol malo y no bueno. Estoy condenado a chamuscarme eternamente en el infierno.

Pero esto sería tan absurdo como haber venido el mismo Verbo de Dios al mundo y haber sufrido tremendamente por unos pocos afortunados. A Dios no le importa dejar 99 ovejas por una que se le escapa del redil; a Dios no le importa esperar toda una vida por el hijo que se le ha ido de su casa; a Dios no le importa llenar de besos y celebrar con fiesta grande al que parecía muerto por el pecado.

Nuestro Dios es un Dios de tremenda misericordia. Ya lo dice el mismo Cristo en el pasaje antes leído: ¿por qué me llamáis: "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El vino para que el hombre tenga vida eterna en El. El nos enseña el camino. De nuestra parte está el hacerle caso o no. Si eres un árbol malo, - pocos podemos gloriarnos de dar buenos frutos -, mira a Cristo, comienza a edificar sobre su roca, deja que El arregle las cosas, colabora activamente con la gracia. El lo hará todo, si le dejas. Y de zarza llegarás a ser deliciosa higuera. Darás frutos de salvación. Si Dios ya hubiera dispuesto quién se salva y quién no, habría mandado a sus ángeles a sacar la cizaña del trigo y a quemarla. Pero ha dejado el campo sin tocar porque espera tu respuesta a su amor. Está esperando que le des permiso para que edifique un grandioso palacio inamovible en la roca de su Corazón, y llegues a ser un delicioso árbol para los demás.

¿Podríamos ser tan obstinados en cerrar las puertas a un Dios que no se cansa de buscar a su oveja perdida?



miércoles, 7 de septiembre de 2011

La solución de martín pescador


  


Cuando entró en servicio en Japón el tren bala Sanyo Shinkansen, las personas que residían cerca de la línea férrea se quejaron del ruido. Aproximadamente la mitad de la línea está en túneles. Al salir el tren de esos túneles se producía un ruido explosivo por el cambio repentino en la presión del aire.

Los ingenieros estudiaron el problema hasta que uno de ellos recordó haber leído algo sobre un ave, el martín pescador, que posee una singular característica de diseño. Para atrapar a sus presas, el martín pescador se lanza desde el aire -que ofrece baja resistencia- y se mete en el agua -un medio de alta resistencia-, produciendo apenas una pequeña salpicadura al zambullirse. El ingeniero sospechó que ello se debía a la forma del pico, que era la ideal para esos cambios de resistencia.

Él y sus colegas realizaron pruebas disparando objetos de diversas formas por un tubo y midiendo las ondas que se generaban a la salida. Los datos demostraron que la forma ideal para la nariz del tren bala era casi idéntica a la de pico del martín pescador.
¡Problema resuelto!

Es probable que a aquellos profesionales les hubiera costado mucho más hallar la solución de haberse apoyado exclusivamente en su formación y experiencia en ingeniería mecánica. 

Solo dieron en el clavo cuando uno de ellos buscó en otra parte.

Al resolver problemas sucede que tendemos a apoyarnos demasiado en nuestra propia experiencia, cuando Dios en muchos casos tiene una solución mejor.

 Nos hace falta fe para dejar de esforzarnos tanto por nuestra cuenta y pedirle ayuda a Dios; pero por lo general, sin eso es difícil que oigamos su voz. 

La fe es a los problemas lo que el pico del martín pescador es al agua.

Al toparnos con obstáculos, la resistencia mayor que encuentran de repente nuestros planes y procedimientos usuales puede resultar desconcertante. Sin embargo, la fe nos ayuda  a encontrar soluciones más rápidamente y con menos desgaste nervioso. 

¡La fe no elimina todas las complicaciones y contratiempos, pero sí reduce su impacto!


David Bolick
 Fuente:TommysWindow.com

lunes, 5 de septiembre de 2011

El tesoro y la perla

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. (Mt 13, 44-46)

Reflexión
P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Siempre me ha parecido lo más normal, que un hombre haga todo lo que está a su alcance para conseguir la perla o el tesoro más valioso del mundo. Eso fue lo que hizo Kalif. No tenía trabajo y los problemas económicos empezaban a ser cada vez más serios para su familia. Una noche, soñó que bajo el puente que unía la ciudad con el resto del valle, había un tesoro.

De madrugada se levantó, fue al puente y comenzó a cavar. La policía le vio excavando y dudó de sus intenciones. El pobre Kalif, después de unos intentos por evitar la respuesta, se sinceró: “hoy soñé que debajo del puente había un tesoro y por ello vine aquí”.

Uno de los policías con ironía le respondió: “¿cómo es posible que usted crea eso? Fíjese, hoy también soñé yo que debajo de la casa de un tal Kalif había un tesoro escondido. ¿Usted cree que me lo voy a creer?”. Kalif calló, regresó a su casa, excavó y encontró el tesoro.

El problema no es buscar el tesoro, sino saber dónde se encuentran los tesoros que Dios ha preparado para nuestra vida. ¿Cuáles son tus tesoros? ¿Consideras tu vida matrimonial y tus hijos, verdaderos tesoros o no te das cuenta del regalo que Dios te ha concedido, porque sólo sientes el cansancio y el sudor que produce el remover la tierra para disfrutar de ellos?

¿Alguna vez has experimentado el valor de la Santa Misa y de la confesión, o la pereza de levantarte unos minutos antes el domingo te lo han ocultado?

domingo, 4 de septiembre de 2011

"El Hijo del hombre también es dueño del sábado".




Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los granos. Entonces unos fariseos les dijeron: "¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?"
Jesús les respondió: "¿Acaso no han leído lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer, comió de ellos y les dio también a sus hombres".
Y añadió: "El Hijo del hombre también es dueño del sábado". Lc 6, 1-5


Reflexión
Pbro. Ernesto María Caro

Este texto nos presenta de nuevo la actitud legalista de los Fariseos que no ven más allá de la letra de la ley. Están más preocupados del cumplimento de la ley del sábado, que de darle de comer al hambriento... han visto que los discípulos arrancaban espigas pero no se han dado cuenta de que lo hacían pues tenían hambre ya que nadie les había dado un bocado de pan ese día. Es triste ver que muchas veces esta escena se repite en nuestras vidas, cuando estamos más ocupados de no faltar a la liturgia del Domingo y descuidamos la caridad, muchas veces la más elemental, es decir, la que debemos practicar en nuestras propias casas. Nos preocupa si la gente llega o no tarde; si platica o no en la misa, etc. y pocas veces volteamos a ver las necesidades de esa gente. El evangelio de Jesús es claro que al centro de toda nuestra vida está la Caridad, lo cual no significa no cumplir la ley, sino darle a ésta el justo puesto que Dios le ha dado. No descuidemos el velar por los que menos tienen, por los que pasan necesidad, por los que, en definitiva, nos necesitan... por aquellos que para comer van cortando espigas por el camino. Ofrécete tú para que no tengan que cortar de esas espigas, hazte solidario con todo aquel que pasa necesidad, y habrás cumplido toda la ley.

Dios sí, Iglesia no.



Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas
VER
Así decían unos carteles de manifestantes contra la visita del Papa en Madrid, durante la Jornada Mundial de la Juventud. Aceptan a Dios, pero no a quienes representan la institución llamada Iglesia. No sé qué tipo de dios sea el suyo, porque muchos inventan un dios a su medida, un dios que no les cuestione ni contradiga su forma de vivir, un dios según sus criterios, un dios que legitime hasta sus degradaciones. Y traen a colación siempre las incongruencias de nuestra Iglesia, en el pasado y en el presente, para rechazar su mediación para ser salvos.
Aunque no lo expresen en pancartas semejantes, muchos están convencidos de que así está bien: no niegan su fe en Dios y acuden a El sobre todo en momentos difíciles, pero acudir a su parroquia, solicitar sacramentos, ir a Misa los domingos, conocer y asimilar el Catecismo de la Iglesia, confesar ante un sacerdote sus pecados para el perdón divino, consultar a un agente de pastoral sobre los problemas conyugales o las tentaciones del mundo, eso les parece innecesario. Aún más: dicen que cualquier iglesia vale lo mismo, que cualquier religión es buena, que Dios nos oye de todas maneras. Así, caen en un relativismo teológico y pragmático: cada quien se convierte en medida de verdad y de bien.
JUZGAR
En la escena de Cesarea de Filipo (Mt 16, 13-19), Jesús une la profesión de Pedro en la divinidad, con la institución de la Iglesia. No se pueden separar: Jesús quiere continuar vivo y operante en su Iglesia, fundada con seres humanos defectibles y pecadores. Si aceptas a Jesús como Salvador, debes asumir también el medio, el sacramento por el que estableció hacerse presente hasta los últimos rincones de la tierra. Con razón, San Pablo llama a la Iglesia “pleroma”  (plenitud), cuerpo y esposa de Cristo (Ef 1,22-23; 5,25; Col 1,18; 2 Cor 11,2; Apoc 21,9.17). Gritar Dios sí, Iglesia no, es pretender enmendarle a Jesús su proyecto de salvación para la humanidad, que pasa por la Iglesia; es pensar que se equivocó, pues debería haber hecho su Iglesia con ángeles, o continuar físicamente entre nosotros por siempre y en todo lugar.
En Madrid, dijo el Papa a los jóvenes: “Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1 Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.
Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios” (21-VIII-2011).
ACTUAR
Aceptemos con fe, amor, respeto, comprensión y docilidad a nuestra Iglesia. Que sus deficiencias no te alejen de Jesús. Que nos esforcemos todos, pastores y fieles, por ser una Iglesia santa, inmaculada, sin mancha, ni arruga ni nada parecido, sino esplendorosa y digna de Jesús, para que el mundo crea y se salve.