miércoles, 31 de agosto de 2011

SIN EL ESPÍRITU...



. Sin el Espíritu...
· Cristo se queda en un personaje del pasado
· El Evangelio es letra muerta.
. La Iglesia es pura organización.
. El trabajo pastoral se convierte fácilmente en actividad     profesional.
· La evangelización se convierte en propaganda religiosa.
· La acción caritativa se convierte en servicio social.
· Las puertas de la Iglesia se cierran.
· La liturgia se congela.
· Los carismas se extinguen
· La esperanza es reemplazada por el instinto de conservación.
· La audacia para la misión desaparece
· Se produce un divorcio entre teología y espiritualidad.
· La catequesis se hace adoctrinamiento
· La vida de la Iglesia se apaga en la mediocridad.
. Somos incapaces de irradiar y comunicar la Buena Noticia de Dios al mundo actual

Pbro. José Antonio Pagola

Te amo, Señor. De mañana.




Te amo , Señor, de mañana.
Está el día en su esplendor.
Siento entonces tu presencia.
que me inunda como el sol.

Todo el día me acompañas.
Siempre a mi lado estás.
Navegamos suavemente
por un mar en tempestad.

Veo barcos en peligro,
a otros veo sucumbir;
mas los vientos que los baten
traen sosiego para mí.

Aún recuerdo travesías
que no quiero repetir;
sin contar con tu presencia
hacia el ancho mar partí.

Esas duras experiencias
me han hecho comprender
que, si te amo en la mañana,
todo el día te tendré.

Ralph  Spaulding Cushman

domingo, 28 de agosto de 2011

La felicidad no es algo, es Alguien: ¡el Señor Jesús!


Todo ser humano, busca la felicidad. Y con frecuencia decimos ¡soy feliz! como si realmente la hubiéramos alcanzado. Después de bastantes años de vida que el Señor me ha concedido, me he puesto a reflexionar ¿Cuál ha sido el objetivo que he perseguido en mi vida? ¿Qué ha sido lo más importante por lo que he luchado? Posiblemente estas preguntas te las haz hecho tú también, querido lector.

Quizá en principio nosotros no fuimos los culpables de haber buscado ─sobre todo en los primeros años de nuestra vida─ cualquier cosa para lograr nuestra felicidad. Desde pequeños nos dijeron, que teníamos que ir a la escuela para prepararnos y ser alguien en la vida. Cuando crecimos lo suficiente y pudimos decidir qué licenciatura  estudiar, decidimos lo que mejor nos pareció. Tal vez, posteriormente, nos decidimos por una maestría e incluso por un doctorado. Llegado el momento tuvimos que decidir con quien formar un hogar, pretendimos tomar la mejor decisión para ver quien debería ser el padre o la madre de nuestros hijos. Y a ellos tratamos de darles lo mejor para que fueran "felices". Trabajamos y trabajamos para tener una o varias casas, automóviles, una situación económica holgada, procuramos hacer un ahorro para nuestra vejez, y no sé cuantas cosas más, con tal de pasarla bien. Lo anterior en sí no es malo, y fueron decisiones que se tomaron en su momento según las circunstancias.

Lo irónico de todo esto es que en todas esas decisiones, pretendimos encontrar la felicidad. No nos dijeron o si nos lo dijeron se nos olvidó, que todo eso son medios solamente y no el fin u objetivo superior al que debemos aspirar. No importa si finalmente soy el mejor médico, un destacado contador o un excelente ingeniero, si soy reconocido en la sociedad o en la política. Si me casé con un hombre o mujer de bien. Si nuestros hijos van o fueron a la mejor universidad. Qué bueno que así sea, pero por muy bueno que sea no dejan de ser medios. No la son la felicidad en sí, ni nos la proporcionan, aunque nos haga sentir bien y nos den la tranquilidad del deber cumplido.

Con más frecuencia, de lo que somos conscientes, decimos que Dios nos creó para ser felices, es cierto y tanto; que envió a su propio hijo para que tengamos vida eterna[1] esto es la felicidad para toda la vida. Valdría la pena preguntarnos a estas alturas ¿qué tanto hemos seguido durante nuestras vidas a Jesús? que ha venido para que tengamos vida en plenitud[2]  desde ahora. Jesús nos ama y quiere que seamos felices, de eso debemos estar seguros cuando dice: “Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que tú me has dado, para que contemplen la gloria que me diste”[3]

Demos pues el valor a cada cosa que Dios nos ha dado, sirviéndonos de ellas para llegar a Él. Siendo conscientes que la felicidad no está en ellas, que la felicidad no es algo, es Alguien: ¡el Señor Jesús!



[1] Jn 3,16
[2] Jn 10,10
[3] Jn 17,24

martes, 23 de agosto de 2011

Ayuno



Disciplina espiritual por la que voluntariamente se renuncia a ciertos alimentos por un tiempo definido. Está fundamentada en la Biblia, especialmente en el ejemplo de Jesucristo, en Su ayuno en el desierto (cf. Lucas 4). Basado en Su ejemplo podemos entender que Su crítica al ayuno de los fariseos se fundamenta en la falta de sinceridad con que la hacían y no en el ayuno en si mismo.
La Iglesia lo recomienda (cf. Canon 1249) como ayuda al dominio de las pasiones y como reparación de los pecados. El ayuno siempre ha sido y es parte de la espiritualidad católica.
  
Ayuno Eucarístico: 
Era costumbre ayunar la noche antes de recibir la Eucaristía. De ahí la palabra "desayuno". En la actualidad se requiere un ayuno de una hora antes de recibir la Eucaristía.

Ayuno de Cuaresma:
La Iglesia requiere el ayuno (una sola comida completa al día) y abstinencia (no comer carne) los días: -Miércoles de Ceniza -Viernes Santo ¿Para quién? -Para todos los mayores de edad (18 años), hasta cumplir los 59 años. Excepto enfermos (Canon 1251) 

Oración del catequista.



Me haz llamado , Señor;
a continuar tu obra de anuncio del Reino
que inauguró entre nosotros Jesús.
Con los profetas te quiero gritar:
Mira, Señor, que yo no se que hablar.
Pero, a pesar de todo, aquí estoy
Par cumplir tu voluntad y anunciar a todos
que tu eres el Dios del amor.
Tú, Señor, me conoces bien:
mi vida, mis dudas, mis pasos vacilantes.
No puedo presumir de nada.
pongo mi vida a tu disposición
como la puso María.
Señor, que sepa hacer resonar tu mensaje
en la comunidad donde vivo,
para que la Buena Noticia llegue a todos
y se haga un solo rebaño
y Tú seas nuestro Pastor.

Oviedo    

domingo, 21 de agosto de 2011

Santidad, comunión de los santos y su culto.


En la festividad de Todos los Santos  no sólo se presentan a la atención del mundo los santos canonizados, sino también todos aquellos, y ciertamente son muchos, que han vivido con fidelidad, entusiasmo y humildad su vida cristiana, según los valores del Evangelio, cumpliendo la voluntad del Padre


Dios nos ha llamado a todos a la santidad.

Ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios y al prójimo según su capacidad y según su condición de vida:
parejas de esposos, jóvenes llenos de vida y de valentía, niños despiertos y revoltosos, obreros, oficinistas, maestros, enfermeros, médicos... En definitiva, todos los que han vivido el compromiso del bautismo en todas las formas de vida.

Todos debemos luchar para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.

¿Como alcanzar la santidad?
- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.



Comunión de los santos.
La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios.
Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de Noviembre.



Categorías de culto católico.
Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.

- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración






Deberes del cristiano frente a la Eucaristía.



Jesús está en todos los sagrarios de las iglesias bajo la apariencia de un trozo de pan, esperando a que los hombres nos acerquemos a visitarle y recibirle.

Jesús desea que aprovechemos la Eucaristía para aconsejarnos, consolarnos, fortalecernos, darnos paz y alegría, pero los hombres no hemos sabido apreciar este regalo. Por eso vemos muchas iglesias vacías, en donde Jesús está solo, sin que nadie aproveche los dones que Él quiere darnos. Esto lastima a Jesús, como también lo lastima la indiferencia o la falta de respeto con que algunos hombres tratan a la Eucaristía.

Nosotros podemos consolar a Jesús y reparar las faltas de otros, demostrándole nuestro amor y agradecimiento por el don de la Eucaristía.

Podemos hacerlo de varias maneras:
- Por medio de la Oración. Visitando frecuentemente a Jesús en la Eucaristía. Platicar con Él con la confianza que se tiene a un amigo fiel, para manifestarle nuestro amor y gratitud.

- Adorando a la Eucaristía. Es el mismo Dios bajo la apariencia de pan y vino. Al estar frente a Jesús sacramentado, mantener una actitud de respeto y reverencia. Reconocerlo como Dios y Creador de todas las cosas, como el Dueño absoluto de nuestra vida entera, como la Razón de todo lo que tenemos y somos.

La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y los delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración.
(Juan Pablo II, lit. Dominicae cenae, 3)

Una manera práctica y muy bella de adorar a Jesús Sacramentado es la Hora Santa u Hora Eucarística, que se celebra en la mayoría de las Parroquias los jueves al anochecer, para demostrar a Cristo Eucaristía amor y agradecimiento y reparar las actitudes de indiferencia o falta de respeto que recibe de otros.

Consiste en realizar una pequeña reflexión evangélica en presencia de Jesús sacramentado y al finalizar ésta, se dicen unas letanías especiales que demuestran nuestro amor a Jesús.

Se puede celebrar de manera formal con el Santísimo Sacramento expuesto en la custodia, incienso y cantos, o de manera informal con la hostia dentro del Sagrario. Cualquiera de las dos agrada muchísimo a Jesús.

- Uniéndonos a su sacrificio en la Santa Misa. Él sacrifica su grandeza para servirnos de alimento, para hacerse uno con nosotros. Lo mínimo que debemos hacer es ofrecerle lo que somos y lo que tenemos para llegar a unirnos a Él para siempre.

«Alrededor de la mesa eucarística se realiza y se manifiesta la armoniosa unidad de la Iglesia, misterio de comunión misionera, en la que todos se sienten hijos y hermanos, sin exclusiones o diferencias de raza, lengua, edad, clase social o cultura. Queridos jóvenes, contribuid generosa y responsablemente a edificar continuamente la Iglesia como familia, lugar de diálogo y de recíproca acogida, espacio de paz, de misericordia y de perdón»
Juan Pablo II
 
- Cumpliendo las promesas que le hemos hecho. Él ha sido un amigo siempre fiel, y debemos responderle de la misma manera, tratando siempre de cumplir las promesas que le hicimos en el Bautismo y que renovamos en la Primera Comunión y en la Confirmación, así como cualquier otra promesa que le hayamos hecho en forma personal.

 Luis Rojas

La Eucaristía de la fuerza para caminar hacia la vida eterna.



Los fieles encontramos en el pan eucarístico la fuerza para caminar hacia la meta luminosa de la ciudad santa.
La Eucaristía abre el futuro de Dios, la comunión con Cristo que ahora vivimos mientras somos peregrinos y caminantes por las vías de la historia anticipa el encuentro definitivo del día en el que seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.
San Pablo sostiene que la cena eucarística está relacionada con la última venida del Señor: “Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga'".
San Juan dice que el que come de este pan "vivirá eternamente" entendiendo que la vida eterna es la misma vida divina que supera las fronteras del tiempo. La Eucaristía, siendo comunión con Cristo, es por tanto, participación en la vida de Dios que es eterna y vence la muerte.
No abandonemos "este encuentro, este banquete que Cristo nos prepara con su amor. ¡Que nuestra participación sea muy digna y festiva a la vez!"

Kerigma



 Palabra griega que significa “proclamar”. En la primitiva Iglesia se entendió como la proclamación del Evangelio, de la Buena Nueva de la Salvación. Kerigma, primer anuncio o evangelización fundamental, es el primer paso y el presupuesto de todo el proceso evangelizador. Es el cimiento de todo el edificio cristiano: en lo doctrinal, moral, cultural, apostólico y pastoral. El Kerigma es la proclamación, ungida   y testimonial, de Jesús muerto y resucitado, constituido Señor, Salvador y Mesías, según la promesa del Padre. El objetivo del Kerigma es suscitar o reavivar la fe y la conversión. Llevará una adhesión personal y explícita a Jesucristo; aceptándolo como único Señor, mediante la acción del Espíritu Santo.

Sutileza del mal


¡Cuántas veces las películas, las telenovelas y ahora hasta  Internet se convierten en una industria de las obras de la carne; “fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes” (Gál 19-21)  sostenida en parte por tantos “hijos de la luz”, que son sus clientes asiduos.

Naturalmente, se harán declaraciones rimbombantes sobre la libertad de expresión y otras verdades a medias. Es más, algunos negarán la existencia del demonio como origen de estas obras.

Frente a los cambios culturales que se están dando, aunque estas actitudes se acostumbren el mal está presente, y la costumbre no nos libera. Lo que realmente libera a los cristianos es que vivan todos sus actos con plena conciencia, sin hipocresías y sin temores, a la luz de la palabra de Dios.

San Pablo nos dice “Que nadie los engañe con vanas razones, pues todas estas cosas atraen la ira de Dios... No tengáis parte con ellos” ( Ef 5, 6-7). Nos invita a estar alertas “Porque nuestra lucha es... contra los espíritus del mal que están en las alturas” (Ef 6, 12). También nos propone (Gál 6, 14-18) los medios para salir adelante; la verdad, la justicia, la fe, el celo por el evangelio que es la palabra de Dios, siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu.    

Santo Tomás de Aquino, presbítero y doctor de la Iglesia



(1225-1274)

            Tomás de Aquino descubrió que la profesión que le dictaba su corazón era la de querer vivir una comprensión y glorificación de Dios a través de la ciencia. Por esta razón se incorporó a la Orden de Santo Domingo, en Nápoles, a los 18 años.

            Desde sus primeras discusiones comprobaron con qué claridad, con qué erudición, con qué asombrosa perspicacia era capaz, este religioso, de separar la verdad del error.

            Sus mejores ideas y sus impulsos, los recibió durante la oración humilde hacia el Padre de toda sabiduría. Con la oración comenzaba su jornada diaria, y se arrodillaba a orar cuantas veces se encontraba ante una dificultad aparentemente insoluble. Se siente el calor y la fuerza de su fe en los himnos eucarísticos que compuso. Como  el jubiloso “Lauda Sion”, el “Adoro te devote”, llenos de amor ardiente, y el majestuoso “Pange lingua”.

Su obra más completa y magnífica fue la “Suma Teológica”, que llegó a ser la verdadera síntesis del razonamiento basado en la fe, precedida por la “Suma Filosófica” y la explicación del Evangelio, Cadena de Oro..

            Las universidades católicas, la juventud que cursa enseñanza superior y los comerciantes de libros, veneran a Tomás de Aquino como su patrono.

Dios Padre



 Al designar a Dios con el nombre de “Padre”, el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad trascendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf Is 66, 13; Sal 131, 2) que indica más expresivamente la inmanencia  de Dios (que Dios es inherente al hombre), la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padre que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. … Nadie es padre como lo es Dios.
(CIC 239)

Creo en Dios Padre.




Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es “el Primero y el Ultimo” (Is 44, 6), el Principio y el Fin de todo. El Credo comienza por Dios Padre, porque el Padre es la Primera Persona Divina de la Santísima Trinidad; nuestro símbolo se inicia con la creación del cielo y de la tierra, ya que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios.
“Creo en Dios”. Esta es la primera afirmación de la profesión de fe es también la más fundamental. Todo el símbolo habla de Dios, y si habla también del hombre y del mundo, lo hace por relación a Dios. Todos los artículos del Credo dependen del primero, así como los mandamientos son explicaciones del primero. Los demás artículo nos hacen reconocer mejor a Dios tal como se reveló progresivamente a los hombre. “Los fieles hacen primero profesión de creer en Dios” (CIC 198-199)

El celibato sacerdotal.




Uno de los temas de conversación es el de la disciplina actual de la Iglesia Católica según la cual quien se acerca a las Sagradas Ordenes (sacerdocio) debe profesar votos de castidad perpetua (celibato).
Digamos desde un primer momento que se trata de una disciplina eclesiástica sujeta a cambio, que de hecho cambió y puede, teóricamente, seguir cambiando. No se trata de un dogma de fe.
La Iglesia cree que el celibato sacerdotal es un don de Dios, y que hoy por hoy sería un error cambiar la legislación actual. Y la bimilenaria Iglesia tiene sus buenos motivos.
Para entender el motivo último de esta práctica eclesiástica y valorar los alcances profundos de la misma hay que leer y meditar Mateo 19:10-12 y, sobretodo, el capítulo 7 de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Estos textos dan "el espíritu" que late tras la legislación del celibato sacerdotal. Leyendo estos pasajes, el fiel entiende que se trata de una vocación de Dios, en vistas al Reino de Dios, y que sólo sin razonar puede alguien rápidamente afirmar que "es un invento de los curas"; en efecto, más allá de la disciplina eclesiástica, que puede cambiar y de hecho fue cambiando con el paso del tiempo, sin embargo quedarán siempre en pié aquellas claras palabras del apóstol: "el célibe se ocupa de los asuntos del Señor…, mientras que el casado de los asuntos del mundo… y está dividido" (1 Cor 7). Si perdemos de vista estos textos bíblicos, perdemos de vista el centro de la cuestión.
En nuestros días, la doctrina del celibato encuentra muchos adversarios. La Iglesia no define el celibato como una necesidad absoluta, pero lo ve como el mejor medio para que el siervo de Dios y de su pueblo pueda actuar "sin divisiones".

Nadie está obligado a ser célibe.

Se oye con frecuencia expresiones de este tipo: "La Iglesia impone a los sacerdotes el celibato", o bien en forma interrogativa: "¿Porqué los sacerdotes no se pueden casar?". Si bien se entiende que el celibato es una reglamentación eclesiástica, una "ley" de la Iglesia, sin embargo no es correcto hablar de "imponer" el celibato, o de "obligar" al mismo. En la Iglesia Católica nadie está obligado a ser célibe, porque nadie está obligado a ser sacerdote.
A la Iglesia de Cristo de los últimos mil años le ha parecido bien considerar la vocación al sacerdocio y la vocación al celibato como una única vocación.. El punto principal aquí es en realidad el siguiente: la vocación sacerdotal es un llamado gratuito de Dios para su Iglesia, y no un derecho personal del candidato. La Iglesia, al unir "sacerdocio" con "celibato" no está "imponiendo nada a nadie", porque nadie tiene que ser sacerdote; más bien hay que decir que al obrar así está ejerciendo un "derecho" dado por Dios mismo a su Iglesia de determinar ciertos aspectos disciplinares del oficio sacerdotal. De hecho es precisamente la Iglesia la que ordena sacerdotes para destinarlos al servicio divino. Si no fuera así, ¿en qué quedaría el sacerdocio? ¿cuál sería su finalidad? ¿sería cada uno sacerdote según su propio parecer?
En la Iglesia hay cientos de maneras de servir al pueblo de Dios, y si alguien cree que es llamado a ocupar un lugar activo en la Iglesia - ¡y en verdad todos lo están! -, pero a la vez cree que no está llamado al celibato, sepa que puede ocupar ese lugar según el don que Dios le dio, sujetándose al parecer de la Iglesia, y no debe buscar a toda costa "ser sacerdote". El sacerdocio es un oficio sagrado de la Iglesia en bien de la Iglesia, y es ella la que determina, en los diversos períodos históricos de su vida, de qué manera conviene mejor ejercer este oficio. El candidato al sacerdocio tiene largos años para reflexionar y prepararse. No es lícito hablar de "obligación" en sentido de "imposición forzada".

Síntesis del artículo Sobre la disciplina eclesiástica del celibato sacerdotal 
P. Juan Carlos Sack 
Instituto del Verbo Encarnado 
Kazan-Roma

La grandeza de la vida corriente.



Todos los bautizados están llamados a la plenitud de la caridad y el modo más inmediato para alcanzar esta meta común se encuentra en la normalidad cotidiana. El Señor quiere entrar en comunión de amor con cada uno de sus hijos, en la trama de las ocupaciones de cada día, en el contexto cotidiano en el que se desarrolla la existencia.
El trabajo es transfigurado por el espíritu de oración  se hace posible de este modo permanecer en contemplación de Dios, incluso cuando uno está cumpliendo con sus diferentes ocupaciones.
Para todo bautizado que quiera seguir fielmente a Cristo, la fábrica, la oficina, la biblioteca, el laboratorio, el taller mecánico, las paredes de casa pueden transformarse en lugares de encuentro con el Señor, quien quiso vivir durante treinta años de manera escondida.
La vida cotidiana, con su aparente color gris, en su monotonía hecha de gestos que parecen repetirse siempre del mismo modo, puede alcanzar el relieve de una dimensión sobrenatural y ser así transfigurado.
Los pequeños acontecimientos de la jornada encierran en sí una insospechable grandeza y, viviéndoles precisamente con amor hacia Dios y los hermanos es posible superar en su raíz toda fractura entre fe y vida cotidiana, fractura que el Concilio Vaticano II denuncia como uno de los "errores más graves de nuestro tiempo”.
Al santificar su propio trabajo en el respeto de las normas morales objetivas, el fiel laico contribuye eficazmente a edificar una sociedad más digna del hombre y a liberar la creación.
Debemos amar al mundo apasionadamente, haciendo una interesante aclaración: «Ser hombres y mujeres de mundo, pero no seamos hombres y mujeres mundanos».

jueves, 18 de agosto de 2011

El catolicismo no es una "Barra de ensaladas"


Ser católico no significa estar frente a una "barra de ensaladas" en el que se puede escoger lo que a cada uno le place. La Iglesia no sólo debe ser asumida como "Madre", sino también como "Maestra".
Una de las características de la vida moderna, desgraciadamente, es que asumimos que podemos cambiar la realidad para acomodarla a nuestros gustos y conductas, en vez de cambiarlos de acuerdo a la realidad".

Existen dos maestros
Para aprender los misterios que le dan sentido a la vida, existen dos maestros: la Iglesia y el mundo. Cada uno de ellos tiene un plano de ruta para nuestras vidas, pero cada uno de ellos lleva a direcciones muy distintas.
Durante muchos años, los católicos hemos escuchado un coro constante que señala cómo tenemos que estar abiertos al mundo, aprender del mundo, reconocer las cosas buenas del mundo y a ser más humildes en nuestra aproximación al mundo, aunque esto es parcialmente cierto porque Dios creó al mundo y su Hijo lo reconcilió, lo que Dios quiere es que el mundo sea convertido y santificado, no que sea venerado.
            Lamentablemente, los católicos hemos sido demasiado cómodos y acomodaticios. Hemos escuchado al mundo con demasiada cortesía cuando miente sobre el aborto, la contracepción, el divorcio o la pena de muerte, nuestras obligaciones con los pobres, el derecho de los trabajadores indocumentados, o el verdadero sentido del pluralismo porque en ningún momento hemos gritado la verdad.

La Iglesia, Madre y Maestra
Sin la Iglesia, Jesucristo no puede ser conocido en el mundo, la obediencia a la Iglesia y la fidelidad a sus enseñanzas no son una suerte de esclavitud, son una opción por participar en el acto de dar vida al mundo. Sin la Iglesia, nos quedamos sólo con el mundo, y el mundo no basta para saciar el hambre de nuestros corazones.
Al contemplar la misión de la Iglesia ante la realidad del catolicismo en el mundo, surgen cuatro lecciones importantes.
La primera, es que hay que dejar de mirar a la Iglesia como una especie de corporación religiosa y hay que comenzar a tratarla como nuestra Madre y Maestra.
La segunda lección es que si somos católicos, tenemos que actuar como tales. Muchas veces tratamos a la Iglesia como hemos tratado a nuestra madre de carne y sangre: la queremos para que nos alimente, anime y conforte cuando las cosas están yendo mal. Pero no queremos sus lecciones cuando éstas interfieren con nuestros caprichos. Queremos de Nuestra Iglesia una “Madre sí, Maestra no". Esta actitud no es muy distinta de las autodenominadas "Católicas por el Derecho a Decidir", que usan el nombre de católicas para defender exactamente todo lo contrario de lo que enseña la Iglesia.
La tercera lección; es que al enseñar o hablar en nombre de la Iglesia, no se deben "editar" o "recortar" las enseñanzas de la Iglesia con el fin de agradar a la audiencia. Esto es sacar las enseñanzas de la Iglesia que consideramos incómodas.
La cuarta lección; debemos vivir de una manera digna de nuestra pertenencia a la Iglesia, porque en nosotros y a través de nuestras acciones, el mundo exterior juzgará el Evangelio que decimos creer.

Respecto a la ola de escándalos que afectan a la Iglesia la lección de estos tristes acontecimientos es que nada puede herir a la Iglesia más profundamente que los pecados de su misma gente, especialmente de aquellos que son los ministros. 

La cortesía. Una forma del amor

Por Margarita RIVERO VIANA

No en vano el Talmud -el libro sagrado de los judíos- llama a la cortesía "la forma más alta de la sabiduría", pues en la práctica ella se convierte en garantía de una convivencia pacífica, sana y agradable.
Un trato cortés y amable es el mejor reconocimiento a la persona del otro y a su dignidad de ser humano, amén de ser fiel reflejo de la calidad humana de quien lo practica.
La cortesía tiene cabida en todos lados: en la oficina, en la iglesia, en la escuela, en las calles, en los parques, en las fiestas y en el hogar, sitio este último donde por lo general nos resulta más difícil practicarla -sobre todo con los miembros más pequeños de la familia-, al grado de que en estos asuntos de la cortesía algunos nos convertimos en "candil de la calle y oscuridad de la casa".
La cortesía es una de las maneras más sencillas de demostrar nuestro amor y por eso, para aprender la cortesía, el hogar se convierte en la escuela por excelencia. Un pequeño detalle -por ejemplo, dar una servilleta al hermano en la mesa- dice más que mil palabras, aunque éstas también son necesarias. Sin embargo, el silencio -saber callar en el momento oportuno- también llega a ser muestra de cortesía.
Una respuesta cortés, en tono moderado, sin perder la calma, desarma hasta a la persona más agresiva y le hace bajar la guardia (dicen que no hay pleito entre dos personas si las dos no quieren).
La cortesía logra doblegar el orgullo hasta de las personas más altaneras y suaviza hasta a las personas más duras y severas. Pocos pueden permanecer indiferentes ante un trato cálido y afectuoso, ante un saludo cortés y sincero.
Seguramente la vida nos ha permitido comprobar que es de sabio ser cortés. Actuemos siempre con cortesía, inclusive con la gente con la cual no simpatizamos por completo. Todos merecemos ser tratados como hombres y como hijos de Dios.

La vocación del matrimonio.


La vocación es: el destino natural del hombre; es la inclinación o  tendencia que se siente por cierta clase de vida. Dicho de otra manera, es el estado del hombre. Es el lugar y la forma en el que tiende su destino.

El Matrimonio Católico es el instrumento y estructura que facilita a la persona humana la vivencia de su vocación al amor. En el Sacramento del Matrimonio el católico recibe de Dios gracias especiales para vivir esta misión en el estado matrimonial.
El cristiano casado encuentra en el matrimonio el camino hacia la perfección personal, ya que ha hecho una verdadera consagración a Dios que lleva a los esposos a alcanzar la santidad a través de la vivencia por amor de los consejos evangélicos.

Los esposos, en el matrimonio deben recibir como don de Dios al propio cónyuge y a reconocer en él la única y principal riqueza de su vida. Única porque deben estar dispuestos a renunciar a todo lo que sea obstáculo para la unidad matrimonial. Debe haber una continua solidaridad y donación mutua.

El ejercicio del amor conyugal supera el desorden introducido por el pecado en la sexualidad humana y coloca el eros y el sexo al servicio del amor cristiano y matrimonial. En realidad en el matrimonio, los esposos no hacen otra cosa sino consagrar a Dios su corazón y su cuerpo para el uso exclusivo del cónyuge y se sirven de ellos para expresar amor en los momentos y del modo como Dios lo ha pensado.

Al momento de unir sus vidas, los católicos se comprometen a vivir en obediencia a Dios, y en el ejercicio perfecto de su libertad y movidos por el amor, no desean otra cosa sino hacer feliz al cónyuge en el cumplimiento de sus mandatos y deseos. De igual modo movidos por el amor ejercen sobre los hijos la autoridad delegada de su verdadero Padre. 

Tiempos litúrgicos.


La liturgia es la acción sagrada por excelencia, se considera como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, y, a través ella celebramos nuestra fe, comunitaria y públicamente.

La Iglesia Católica con el deseo de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo, y las celebraciones de los santos, elabora el calendario litúrgico, con una serie de fiestas solemnes, alegres, de reflexión o de penitencia, encuadradas en diversos tiempos litúrgicos.

Los tiempos que contiene el calendario litúrgico son los siguientes:

  • El Adviento.- Es tiempo de espera para el nacimiento de Dios en el mundo. Consta de las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, abarcando los cuatro domingos de Adviento.
  • La Navidad.- Nos recuerda que Dios vino a este mundo para salvarnos. Va desde el día de Navidad (25 de diciembre) y termina con La Epifanía (que se celebra cada 6 de enero).
  • El Primer tiempo ordinario.- Es el que va de la fiesta de la Epifanía hasta inicio de Cuaresma. En este tiempo, no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo.
  • La Cuaresma.- Comienza con el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días anteriores al Triduo Pascual (viernes y sábado santos y el Domingo de Resurrección). Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno para nuestra conversión.
  • El Tiempo de Pascua. - Es tiempo de paz, alegría y esperanza; de abrir el corazón a los dones del Espíritu Santo. Dura cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés.
  • Segundo tiempo ordinario.- Se inicia después de la fiesta de Pentecostés y termina con la fiesta de Cristo Rey.

En cada tiempo litúrgico, se utiliza un color diferente en los ornamentos y en la casulla del sacerdote: BLANCO.- Se utiliza en el tiempo de Navidad y de Pascua; significa alegría y pureza.  VERDE.- Significa esperanza. Se utiliza en el tiempo ordinario. MORADO.- significa luto y penitencia. Se usa en Adviento y Cuaresma. ROJO.- Significa el fuego del Espíritu Santo y el martirio. Se utiliza en las fiestas de los santos mártires y en Pentecostés.