LA SABIDURÍA
Remar Mar Adentro, pretende, como laicos comprometidos, presentar temas de reflexión para vivir el reino de Dios; levantando las anclas en una tarea asumida generosamente. Ricardo Huante Magaña
LA SABIDURÍA
En su exhortación post-sinodal
Christus vivit (2019), el Papa Francisco invita a los jóvenes a tener un respeto profundo para los ancianos porque, aun cuando
a veces son despreciados por el culto de la juventud de la modernidad y por
otras razones triviales, tienen un patrimonio de experiencia y sabiduría que
puede ayudar a los jóvenes a saber vivir bien (n. 16). Las palabras del Papa
son verdaderas no sólo para los jóvenes sino también para todos nosotros; y son
ciertas no solo acerca de los ancianos sino también acerca de muchas personas
que son olvidadas por la sociedad moderna, especialmente quienes que son
relegadas a los márgenes. ¿Quiénes son los sabios de nuestras comunidades?
¿Tenemos una manera de reconocerlos y honrarlos? ¿Cómo aprovechamos de su
sabiduría? ¿Cuáles son los modos en que preservamos esta sabiduría para las
generaciones futuras?
«Y al encontrar una de gran valor... La pregunta es por qué se pasa del número plural al singular: el comerciante buscaba perlas de calidad, y se encuentra con una de gran valor, vendiendo todo lo que tenía para comprarla. Podría tratarse de alguien que, buscando hombres buenos, con los cuales pasar la vida de una forma laudable, se encuentra con el que los supera a todos, el sin pecado, mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús. O bien podría tratarse de uno que anda a la búsqueda de mandamientos, para observarlos y tener un buen comportamiento con los hombres, y se encuentra con el amor al prójimo que, en palabras del Apóstol, él sólo resume todos los mandamientos. Porque no matarás, no cometerás adulterio no robarás y cualquier otro mandamiento son como perlas que se contienen todas en esta sola frase: Ama a tu prójimo como a ti mismo. O quizá se trate de alguien que está a la búsqueda de buenos conceptos, y se encuentra con aquel que los contiene a todos: la Palabra que existía en el principio, que estaba con Dios, que era Dios; la Palabra luminosa con el esplendor de la verdad, sólida con la firmeza de la eternidad, y en todo semejante a sí misma por la belleza de la divinidad; aquella Palabra que es Dios para quienes logren penetrar más allá del caparazón de la carne. El hombre de la parábola ya había conseguido la perla, que por algún tiempo estuvo escondida bajo la cobertura de la mortalidad, como bajo un obstáculo de duras conchas, en lo profundo de este mundo, y oculta entre la dureza pétrea de los judíos. Este hombre, digo, ya había conseguido la posesión de la perla» (San Agustín [354-430]. Cuestión 12 sobre el Evangelio de Mateo 13,45-46).
«La paciencia de Dios. El Señor y Creador del universo,
Dios, que ha hecho todas las cosas y las ha dispuesto con orden, se ha mostrado
no solamente lleno de amor a los hombres, sino también paciente. Él ha sido
siempre, es y seguirá siendo el mismo: caritativo, bueno, dulce, veraz; él solo
es bueno. Sin embargo, cuando concibió su grande e inefable plan, sólo se lo
comunicó a su Hijo único. Mientras que mantenía en el misterio el plan de su
sabiduría y lo reservaba, parecía descuidamos y no preocuparse de nosotros.
Pero cuando lo reveló por medio de su Hijo amado y manifestó lo que había
preparado desde el principio, nos lo ofreció todo a la vez: la participación en
sus beneficios, la visión y la inteligencia. ¿Quién de nosotros hubiera podido
esperarlo? Dios, pues, lo había dispuesto todo aparte con su Hijo: pero, hasta
estos últimos tiempos, nos ha permitido dejamos llevar por nuestras
inclinaciones desordenadas, arrastrados por los placeres y las pasiones. No es
que él se complaciera lo más mínimo en nuestros pecados: únicamente toleraba
ese tiempo de iniquidad sin darle su consentimiento. Preparaba el tiempo actual
de la justicia para que, convencidos de haber sido indignos de la vida durante
este período por razón de nuestros pecados, nos hiciéramos dignos ahora por la
bondad divina, y que después de habernos mostrado incapaces de entrar por
nosotros mismos en el Reino de Dios, por su poder nos hacíamos capaces ... Dios
no nos ha odiado, ni rechazado, no ha guardado rencor, sino que durante mucho
tiempo ha tenido paciencia con nosotros» (Carta a Diogneto. [Texto anónimo de
finales del siglo 11]).
Según el filósofo francés, Michel Foucault (1926-1984),
muchos de nuestros políticos siguen un concepto modernista del poder. De
acuerdo con este concepto, el poder es una cosa que se adquiere y utiliza para
dominar a los demás. Él sugiere, sin embargo, que en nuestra época está
naciendo un nuevo concepto de poder, uno que lo concibe como la capacidad de
hacer cambios que uno tiene -especialmente los que se ubican en las márgenes de
la sociedad- en la situación coyuntura en que se encuentra. Aunque Foucault no
fue exegeta, y aun cuando no es totalmente claro cómo el nuevo concepto que vislumbra
en nuestro tiempo pueda relacionarse con la Biblia, sus reflexiones sugieren
que el concepto bíblico de poder divino que es la justicia y la misericordia,
en vez de la dominación, puede encontrar una recepción positiva hoy.
«Que Cristo os ayude, hermanos
muy amados, a acoger siempre la lectura de la palabra de Dios con un corazón
ávido y sediento. Así vuestra fiel obediencia os llenará de gozo espiritual.
Pero, si vosotros queréis saborear la dulzura de las santas Escrituras y
aprovecharas como es debido de los preceptos divinos, debéis sustraeros durante
algunas horas a vuestras preocupaciones materiales. Volved a leer las palabras
de Dios en vuestras casas, dedicaos enteramente a su misericordia. Así
lograréis que se realice en vosotros eso que está escrito del hombre dichoso:
Meditará día y noche la ley del Señor (Sal 1, 2) y también: Dichosos los que
escrutan sus mandatos, los que le buscan con sincero corazón (Sal 118, 2). Los
buenos comerciantes no buscan sacar beneficios de una sola mercancía sino de
muchas. Los agricultores buscan un mayor rendimiento sembrando diversas clases
de semillas. Vosotros, que buscáis beneficios espirituales, no os contentéis
escuchando sólo en la Iglesia los textos sagrados. Leed esos textos en vuestras
casas; cuando los días son cortos, aprovechad las largas veladas. Y así podréis
acumular un fermento espiritual en los graneros de vuestro corazón y dejar
bien. colocado el tesoro de vuestras almas, las perlas preciosas de las
Escrituras» (Cesáreo de Arlés [c. 470-543]. Sermón al pueblo 7, 1).
La Palabra de
Dios no es realmente escuchada si no empapa la cultura, entra en ella, y la
ayuda a producir una fe que la nutre y fecunda. Es cierto que la Palabra ya ha
sido inculturada en nuestra gente. Como observa Papa Francisco en Evangelii
gaudium, "una mirada de fe sobre la realidad no puede dejar de reconocer
lo que siembra el Espíritu Santo. Sería desconfiar de su acción libre y
generosa pensar que no hay auténticos valores cristianos donde una gran parte
de la población ha recibido el Bautismo y expresa su fe... de múltiples
maneras" (n. 68). Al mismo tiempo, tal inculturación tiene que
purificarse: el Evangelio debe curar tales debilidades como, por ejemplo,
creencias fatalistas o devociones individualistas. Pero es en la cultura
cotidiana de la gente donde la Palabra de Dios debe arraigarse para producir
mucho fruto.
Todos los SACRAMENTOS son un encuentro con Cristo, que es él mismo el sacramento original.
Hay sacramentos de la INICIACIÓN, que introducen en la fe: Bautismo, CONFIRMACIÓN y EUCARISTÍA.
Hay sacramentos de curación: Penitencia y Unción de enfermos.
Y hay sacramentos que están al servicio de la comunión y misión de los fieles: Matrimonio y Orden. [CEC Catecismo de la Iglesia Católica 12101211]
El Bautismo vincula a Cristo.
La Confirmación nos concede su Espíritu Santo.
La Eucaristía nos hace uno con él.
La Penitencia nos reconcilia con Cristo.
Mediante la Unción de los enfermos es Cristo quien cura, fortalece y consuela.
En el sacramento del Matrimonio Cristo promete su amor en nuestro amor y su fidelidad en nuestra fidelidad.
Mediante el sacramento del Orden los sacerdotes son capacitados para perdonar pecados y celebrar la Santa Misa.
Youcat 193
«Pablo, mejor que nadie, conocía a Cristo y enseñó, con sus obras, cómo deben ser los que de él han recibido su nombre, pues lo imitó de una manera tan perfecta que mostraba en su persona una reproducción del Señor, ya que, por su gran diligencia en imitarlo, de tal modo estaba identificado con el mismo ejemplar, que no parecía ya que hablara Pablo, sino Cristo, tal como dice él mismo, perfectamente consciente de su propia perfección: Vivo yo pero no soy yo es Cristo quien vive en mí. Él nos hace ver la gran virtualidad del nombre de Cristo, al afirmar que Cristo es la fuerza y sabiduría de Dios, al llamarlo paz y luz inaccesible en la que habita Dios, expiación, redención, gran sacerdote, Pascua, propiciación de las almas, irradiación de la gloria y huella de la substancia del Padre, cabeza del cuerpo que es la Iglesia (...) Estos nombres y otros semejantes le da, tan numerosos que no pueden contarse. Nombres cuyos diversos significados, si se comparan y relacionan entre sí, nos descubren el admirable contenido del nombre de Cristo y nos revelan, en la medida en que nuestro entendimiento es capaz, su majestad inefable. Por lo cual, puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una participación en el más grande, el más divino y el primero de todos los nombres, al honramos con el nombre de "cristianos'; derivado del de Cristo, es necesario que todos aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra se vean reflejados también en nosotros, para que el nombre de "cristianos" no aparezca como una falsedad, sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida» (San Gregorio de Nisa [c. 330/335·386]. Tratado sobre el perfecto modelo del cristiano).
UN DESAFÍO A LA ACOSTUMBRADA SABIDURIA HUMANA
El bullying no es sólo un fenómeno de las redes sociales,
como Twitter e Instagram. Ha llegado a ser un elemento normal en la sociedad,
como si todos pensaran: "¡Por supuesto que los fuertes y poderosos dominan
a los demás mediante palabras humillantes, maniobras manipulativas, y hasta
violencia! ¡Claro que los grandes se jactan de su grandeza mientras que se ríen
de la fragilidad de los débiles! ¿Puede ser de otra manera?". Pero la
Palabra de Dios contesta: sí, puede ser de otra manera. De hecho, desde la
perspectiva de Dios, que es el único punto de vista que realmente cuenta, la
realidad es profundamente distinta. La paz, la humildad, y la verdad tienen más
poder real que el bullying. Éste puede impactar sólo los niveles superficiales,
aunque puede hacer cierto daño físico y emocional, pero aquéllas pueden llegar
al corazón.