jueves, 29 de diciembre de 2011

Oración para un año nuevo




Por Alfredo Antonio Sotelo.

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar un año quiero darte gracias por
todo aquello que recibí de TI.
Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en año pasado, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.
También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.
Al iniciar un nuevo año detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.
Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.
Cierra mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.
Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.
Cólmame de bondad y de alegría para que, cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de TI.
Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.
Amén

Piedritas


  
En cierta ocasión, un hombre caminaba por la playa en una noche de luna llena.
Iba pensando de esta forma:
Si tuviera un carro nuevo, sería feliz.
Si tuviera una casa grande, sería feliz.
Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz.
Si tuviera una pareja perfecta, sería feliz, cuando tropezó con una bolsita llena de piedras.
Comenzó a arrojar las piedritas una por una al mar cada vez que decía:
Sería feliz si tuviera...
Así lo hizo hasta que solamente quedó una piedrita en la bolsita, que decidió guardar.
Al llegar a su casa percibió que aquella piedrita era en realidad un diamante muy valioso.
¿Te imaginas cuántos diamantes arrojó al mar sin detenerse a pensar?
Así son las personas - arrojan sus preciosos tesoros por estar esperando lo que creen perfecto o soñando y deseando lo que no tienen, sin darle valor a lo que tienen cerca de ellas.
Si mirasen alrededor, deteniéndose a observar, percibirían lo afortunadas que son.
Muy cerca de si está su felicidad.
Cada piedrita debe ser observada puede ser un diamante valioso.
Cada uno de nuestros días puede ser considerado un diamante precioso, valioso e insustituible.
Depende de cada uno aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para jamás recuperarlo.
¿Y tú como estás lanzando tus piedritas? que pueden ser novios, amigos, trabajo, e inclusive tus mismos sueños...
"El mundo está en las manos de aquellos que tienen el valor de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños."

No mires atrás



Texto Bíblico: Génesis 19:26

Revisando el capítulo 19 del libro de Génesis, me detuve en el versículo 26 que dice: “Entonces la esposa de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal.” Y me puse a pensar cuántas veces nosotros, como la esposa de Lot, miramos atrás, ansiamos la vida que antes teníamos; extrañamos los lujos, amistades, trabajo; en fin, todo aspecto material, y lo ponemos por encima de lo espiritual, convirtiéndonos en estatuas de sal.

Cuando recibimos a Cristo en nuestras vidas, Él nos rescató de Sodoma y de Gomorra, ese lugar que era parte de nuestras vidas y que día a día nos hundía en pecados que nos impedían acercarnos a Dios libremente. Ahora somos libres, fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir ( 1 Pedro 1:18-20  ) y vamos caminando por un sendero más deleitoso que nos permite crecer en santidad y acercarnos cada vez más a Dios.

Pero, los afanes de esta vida, las pruebas y dificultades hacen que pensemos que: “antes estábamos mejor, antes no teníamos estos problemas”. Y así, si no estamos fuertes en la fe, podemos mirar atrás y volvernos estatuas de sal como la mujer de Lot.

Sí estimados lectores, nos volvemos estatuas de sal en el sentido que ese mirar atrás nos estanca; nos deja parados en plena vía; nos deja sin aliento; sin ánimo para movernos, sin fuerzas para avanzar por el camino de la santificación.

¿Qué le parece si para este nuevo año 2012 que está por comenzar se propone metas espirituales que lo ayuden a crecer en la gracia de nuestro Dios y ser, de esta manera de bendición para todos aquellos que lo rodean?
Le propongo, por lo tanto lo siguiente:
  • No recuerde situaciones negativas de su pasado
  • Si su pasado ya fue perdonado por Dios, no siga culpándose
  • No añore lo que tenía, sea agradecido con Dios por lo que posee ahora
  • Predique con el ejemplo
  • Busque actuar como Jesús actuaría en su lugar
  • Mire las necesidades espirituales de los que lo rodean y sea un canal de bendición para ellos.
  • Siempre esté “online” para los que necesiten hablar con usted
  • Cultive  y cuide las amistades que ahora, en el Señor, posee y no las deje ir, pues, ellas son la provisión de Dios para su vida.
  • Involúcrese en su parroquia de manera más activa y apoye las iniciativas de su párroco y únase a él en oración para que estas iniciativas o proyectos se cumplan.
  • No se detenga ante las personas que viven de manera negativa y quieren obstaculizar su trabajo de amor en la iglesia, siga adelante que Dios está de su lado y lo va a recompensar.

Así, amigos, a lo mencionado anteriormente usted puede añadir mucho más según sus propias experiencias y proponerse como metas para este nuevo año 2012.
Estimado lector, ¿ha estado mirando atrás?, ¿ha mirado su pasada manera de vivir con nostalgia?, ¿siente deseos de correr y regresar a su antigua vida?. No lo haga, no se convierta en estatua de sal. Camine como Lot siempre adelante y su vida salvará por la Gracia de Dios.



¡Dios los bendiga!

viernes, 16 de diciembre de 2011

El hombre no está solo.



«El hombre no se queda sólo para intentar, de mil modos a menudo frustrados, una imposible ascensión al cielo: hay un tabernáculo de gloria, que es la persona santísima de Jesús el Señor, donde lo humano y lo divino se encuentran en un abrazo que nunca podrá deshacerse: el Verbo se hizo carne, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado. Él derrama la divinidad en el corazón enfermo de la humanidad e, infundiéndole el Espíritu del Padre, la hace capaz de llegar a ser Dios por la gracia» («Orientale lumen», n.15

jueves, 15 de diciembre de 2011

Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo.



Quédate con nosotros hoy, y quédate de ahora en adelante, todos los días, según el deseo de nuestro corazón.
Quédate para que podamos encontrarnos contigo en la plegaria de adoración y de acción de gracias, en la plegaria de expiación y de petición.
Quédate tú que estás simultáneamente velado en el Misterio Eucarístico de la fe, y desvelado bajo las especies del pan y del vino que has asumido en este Sacramento.
Deseamos adorarte cada día y cada hora a ti, oculto bajo las especies del pan y del vino, para renovar la esperanza de la “llamada a la gloria”, cuyo comienzo lo has instituido tú con tu cuerpo glorificado “a la derecha del Padre”.
Señor,  un día preguntaste a Pedro: “¿Me amas?” Se lo preguntaste por tres veces. Y tres veces al apóstol respondió: “Señor, tu lo sabes todo. Tú sabes que te amo”.
Que la respuesta de Pedro se exprese mediante la adoración de esta noche y de todo el día. De todos los días.
Que todos los que participamos en la adoración de tu presencia eucarística demos testimonio y hagamos resonar por doquier la verdad encerrada en las palabras del apóstol: Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo.

Quédense aquí y velen conmigo



Señor Jesús: nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
“Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tu eres el Hijo de Dios” (Jn 6, 69).
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta nuestra fe. Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.
Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.
Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.
Creyendo, esperando y amando, te adoramos con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: “Quédense aquí y velen conmigo” (Mt, 26, 38).
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR. 

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Navidad: tiempo de paz y renovación



Una sensación muy especial nos invade, cuando iniciamos el último mes del año. Se trata de un tiempo particularmente festivo: época de encuentros familiares, de reuniones con amigos y de gratas sorpresas. También están en el horizonte, desde luego, los días de vacaciones y el premio económico a nuestro esfuerzo, en forma de aguinaldo.

Pero, ¿qué es todo esto cuando no existe la paz en lo profundo del corazón humano?. Pensándolo bien, estaríamos dispuestos a cambiarlo todo por ese cielo aquí en la tierra llamado “paz”. En efecto, el trabajo, la producción creativa, la lucha, la renuncia y la búsqueda cobran sentido, únicamente si hay una meta. El bíblico “descanso sabático”, el reposo final y la satisfacción de la obra consumada es lo que llena de valor el camino, el “todavía no”, la existencia del “homo viator”.

Inmediatamente viene a nuestra memoria el autógrafo de San Francisco de Asís, el hombre de la paz universal, en el que otorgaba una bendición al hermano León: “El Señor te bendiga y te guarde; te muestre su faz y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti su rostro y te conceda la paz...” (BenL, Cf. LEHMANN L., Francisco maestro de oración, Madrid 1998, p. 215ss.). ¿Habrá, acaso, un regalo mejor que pueda darse al prójimo?

Los ángeles, mensajeros del Señor, proclamaron hace poco más de dos mil años en este mismo planeta que habitamos: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres por él amados” (Lc 2,14). El motivo de estas voces esperanzadoras era la llegada de un niño que, naciendo en un establo y siendo recostado en un pesebre, traía la luz y la salvación a todo el género humano. Este infante, Jesús, es el “Príncipe de la paz”. Sólo quien ha modelado el corazón humano sabe darle el consuelo que necesita. De sus labios escucharemos más tarde: “Venid a mi todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso” (Mt 11,28) y, de igual forma, “Os dejo la paz, mi paz os doy, no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14,27).

En esta próxima Noche Santa de la Navidad, ¿por qué no pedimos al Señor el regalo de la paz, para nuestro propio corazón y para nuestros prójimos?. Renovemos nuestra fe y hagamos un acto de humildad; así, delante del “Belén” que coloquemos en nuestras casas, con el alma de rodillas, imploremos al Señor que su paz nos inunde, que recuperemos la armonía y el equilibrio perdidos, que podamos ver su rostro resplandecer sobre nosotros en el rostro del hermano, que iluminados por su presencia en nuestras vidas seamos como antorchas que llameen para dar calor y luz a nuestro mundo.

Más allá de todo el mecanismo de consumo que se desata en esta fiesta, sepamos volver los ojos, con sencillez, a la gruta de la esperanza y la alegría. Miremos a Jesús, quien, con toda la ternura que un niño es capaz de despertar en nosotros, nos invita a renovar nuestra vida y a recibirlo, no sólo entre los brazos, sino en nuestra existencia.

Pbro. Adolfo Silva Pita

Navidad, una celebración especial


Las celebraciones de Navidad siempre son especiales: acude a ellas mucha gente que no es habitual. Sin saberlo quizás, están saliendo al encuentro de Aquel que quiere encontrarse con los hombres para salvarlos. Todo el mundo tiene un corazón bien predispuesto. Por ello debemos proclamar las consecuencias que tiene este encuentro: construyendo un mundo donde desaparezca la pobreza, donde todos los hombres sean hermanos, en donde reine la paz. Es en la Eucaristía donde tenemos ese encuentro especial de Dios en nuestro “hoy”. En ella hallamos no sólo el inicio de la salvación representada por la Navidad, sino toda la salvación completada por Jesucristo. Es un momento para ser nosotros mismo “punto de encuentro” entre Dios y los hombres y mujeres que Dios ama.
“Tanto amó Dios al Mundo que le dio a su único Hijo... “ Esto es lo que celebramos en la Navidad; la manifestación suprema del amor de Dios en el don de su Hijo, de su Palabra personal, su Verbo. Sin embargo, aunque Jesús hubiera nacido cien veces en Belén, si no nace en nuestro corazón, todo sería inútil.

Abramos nuestro corazón para recibir con profunda alegría y gratitud este máximo don del amor de Dios a los hombres, que hace más de dos mil años con la Encarnación redentora del Hijo de Dios, se hizo uno de nosotros en el seno de la Purísima Virgen María.

¡Feliz Navidad!

Navidad “Hoy”


“El Señor me ha dicho: Tú eres mi Hijo, hoy te engendré yo”. (Salmo 2, 7);  “Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor” (Is 9, 2); “… hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 10-11).

La Navidad no es sólo un aniversario. Es actualización y nueva presencia del misterio salvador de un Dios que se ha hecho de nuestra familia. Celebramos que el Cristo que vino al mundo es nuestro Salvador. De alguna manera nos hacemos contemporáneos del nacimiento de Cristo y de su manifestación. El Señor Resucitado ha roto las barreras del tiempo y actualiza la gracia de su Encarnación para nosotros.

Entre el ayer de Belén y el mañana de la parusía está el hoy de cada Navidad, el Dios-con-nosotros que nos quiere comunicar su vida, su luz, su alegría.

La finalidad de esta Encarnación se dice que es: para asumir en sí todo lo creado; para reconstruir y restaurar lo caído; para llamar al pecador de nuevo al Reino de los cielos.

Hoy  no hacemos simple memoria, sino memorial: recuerdo de un acontecimiento pasado (el nacimiento de Cristo), que se hace presente aquí y ahora (Dios-con-nosotros), para que nos anticipe ya ahora el futuro de gloria que esperamos (estar en presencia del Señor). En otras palabras le pedimos a Dios nos conceda participar de la vida divina de aquel que ha querido participar de nuestra humanidad.


“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley,... a fin de hacernos hijos suyos”. (Gál. 4, 4-5)

Los Santos Inocentes


Todos los calendarios litúrgicos, orientales y occidentales, incluyen el 28 de Diciembre esta fiesta. En el año eclesiástico, la fiesta que celebra la muerte de los “inocentes” encontró su sitio lógico junto al misterio de la Navidad. La fiesta y el culto de los santos inocentes, “que confesaron a Cristo no con sus palabras, sino con su sangre”, nos recuerdan que el martirio, antes de ser un acto de homenaje que el ser humano da a su Dios, es una gracia, un don gratuito del Señor. Alabar a Dios por la sangre de niños inocentes deja de parecer absurdo a quien sabe mirar con fe al Cordero, Jesucristo, que triunfa sobre todo mal.

La Virgen de Guadalupe Modelo de fe


Se nos presenta en sus apariciones y la contemplamos en su imagen como la Madre modelo de los creyentes, la que va a dar a luz y ha dado una respuesta de generosidad: “Hágase en mí según tu Palabra”. La contemplamos como a la Virgen del Adviento que “espera con inefable amor de madre”. Es la Madre que está para dar a luz, como se le apareció a San Juan Diego, justamente en el tiempo de Adviento. Quiere atendernos, escucharnos, aliviar nuestros males, solucionar nuestros problemas” ¿ No estoy yo aquí que soy tu Madre…?”

La luz brilla en las tinieblas



            En la venida de Cristo al mundo, Cristo se presenta como Luz del mundo que viene a iluminar a todos los hombres, y de un modo especial a los que viven en tinieblas. “La Palabra era la Luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”. (Jn 1, 9)

            El misterio de Navidad es mucho más rico, grande y profundo que el simple recuerdo del nacimiento de Jesús. Es la celebración y actualización de la presencia de Dios en este mundo, para renovarlo y transformarlo, “Reconoce, cristiano, tu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. No olvides que fuiste liberado del poder de las tinieblas y trasladado a la luz y al reino de Dios”.

            Gracias a la iluminación de Cristo “Conociendo a Dios visiblemente, pidamos que él nos lleve al amor de lo invisible”.