«El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí ... Dado que antes había dicho: No he venido a traer paz sino espada y enfrentar al hombre contra su padre, su madre, su suegra, para que nadie anteponga la piedad familiar a la religión, agrega: El que ama a su padre o a su madre más que a mí; también leemos en el Cantar de los Cantares: Ordena en mí el amor. Este orden es necesario para todo afecto. Ama a tu padre, ama a tu madre, ama a tus hijos después de Dios. Sí fuera necesario poner a la par el amor de los padres y de los hijos con el amor de Dios y no es posible conservar ambos, odiar a los suyos es piedad para con Dios. Por lo tanto, no prohibió amar al padre y a la madre, sino que agregó expresamente: El que ama a su padre y a su madre más que a mí. En otro Evangelio está escrito: El que no toma su cruz cada día. Para que no pensemos que el ardor de la fe puede bastar una sola vez se nos enseña que es necesario llevar la cruz siempre, para que siempre mostremos nuestro amor por Cristo. Quien os recibe a vosotros a mí me recibe, y quien me recibe a mí recibe a Aquel que me ha enviado. Magnífico orden. Envía a predicar, enseña que no hay que temer los peligros, subordina el afecto a la religión. Más arriba les había quitado el oro, arrancado el dinero de su cinto. Dura es la condición de los evangelistas. ¿Cómo proveer a los gastos, a lo necesario para la vida? Atempera el rigor de las exigencias con la esperanza de las promesas y dice: Quien os recibe a vosotros a mí me recibe, y quien me recibe a mí recibe a Aquel que me envió, para que cada uno de los creyentes al recibir a los apóstoles piense que es a Cristo a quien recibe (San Jerónimo [340-397]. Comentario al Evangelio de Mateo).