XIII
Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
Domingo
28 de junio 2015
LA NIÑA
SE LEVANTÓ INMEDIATAMENTE
El
último libro del Antiguo Testamento cierra la pinza temática con el libro del
Génesis afirmando que "Dios creó al hombre para la inmortalidad". Por
su parte el primer libro bíblico presenta la realidad que afligirá a los hijos
de Adán, la angustia al saber que salieron del polvo y volverán al polvo. Como
criaturas finitas y frágiles experimentamos la caducidad; sin duda la muerte es
el término de una existencia terrestre, pero no es la aniquilación de nuestra
existencia individual. El relato de la reanimación de la hija de Jairo es el
anticipo todavía modesto de la verdadera victoria que sostiene nuestra
esperanza: el Padre resucitó a su hijo Jesús, reivindicando de esa manera, las
opciones y elecciones del que vivió en obediente fidelidad y generosa entrega a
sus hermanos. La vida en plenitud no es un anhelo frustrado, sino una realidad
germinal que Jesús nos ha ganado.
ANTÍFONA
DE ENTRADA Sal 46, 2
Pueblos
todos, aplaudan; aclamen al Señor con gritos de júbilo.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que mediante la gracia de la adopción filial quisiste que fuéramos hijos
de la luz, concédenos que no nos dejemos envolver en las tinieblas del error,
sino que permanezcamos siempre vigilantes en el esplendor de la verdad. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Se dice
Gloria.
LITURGIA
DE LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
Monición.-
El libro de la sabiduría, en la primera lectura, nos explica que la causa de la
muerte es el pecado. El texto bíblico siempre nos presenta, por un lado, el
pecado del hombre y sus consecuencias; y por otro, el amor y la misericordia de
Dios.
Del
libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no
hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó
para que subsistiera.
Las
creaturas del mundo son saludables; no hay en ellas veneno mortal. Dios creó al
hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo;
mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan
quienes le pertenecen. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL
Del
salmo 29, 2.4. 5-6. 11-12a. 13b
R/. Te
alabaré, Señor, eternamente.
Te
alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me
salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.
Alaben
al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo
instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la
mañana, el júbilo. R/.
Escúchame,
Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente. R/.
SEGUNDA
LECTURA
Monición.-
Pedro encomendó a Pablo preocuparse de las necesidades de la Iglesia madre de Jerusalén.
San Pablo invita a los Corintios a ser generosos como lo fue Cristo, quien
siendo rico de hizo pobre por nuestra causa.
De la
segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios 8, 7. 9. 13-15
Hermanos:
Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en palabra, en sabiduría, en
diligencia para todo y en amor hacia nosotros, distínganse también ahora por su
generosidad.
Bien
saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se
hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza.
No se
trata de que los demás vivan tranquilos, mientras ustedes están sufriendo. Se
trata, más bien, de aplicar durante nuestra vida una medida justa; porque
entonces la abundancia de ustedes remediará las carencias de ellos, y ellos,
por su parte, los socorrerán a ustedes en sus necesidades. En esa forma habrá
un justo medio, como dice la Escritura: Al que recogía mucho, nada le sobraba;
al que recogía poco, nada le faltaba. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
ANTES DEL EVANGELIO (Cfr. 2 Tm 1, 10)
R/.
Aleluya, aleluya.
Jesucristo,
nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por
medio del Evangelio. R/.
EVANGELIO
Monición.-
San Marcos presenta a Jesús como Señor de la vida. De Él brota una fuerza capaz
de curar. Los dos milagros que narra el evangelista, nacen de la fe, suscitan
la fe o por lo menos “todos quedan asombrados”.
Del
santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43
En
aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó
en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los
jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le
suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las
manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él, y mucha gente lo
seguía y lo apretujaba.
Entre
la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años.
Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su
fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y
se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con
sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su
hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Jesús
notó al instante que una fuerza curativa había salido de Él, se volvió hacia la
gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?" Sus discípulos le
contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: "¿Quién
me ha tocado?" Pero Él seguía mirando alrededor, para descubrir quién
había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender
lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la
tranquilizó, diciendo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana
de tu enfermedad".
Todavía
estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la
sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues
molestando al Maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al
jefe de la sinagoga: "No temas, basta que tengas fe". No permitió que
lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Al
llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y
oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: "¿Qué
significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida".
Y se reían de Él.
Entonces
Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes,
entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "¡Talitá,
kum!", que significa: "¡Óyeme, niña, levántate!" La niña, que
tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se
quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y
les mandó que le dieran de comer a la niña.
Palabra
del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice
Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Pidamos,
hermanos, al Señor que escuche nuestras oraciones, para que podamos alegrarnos
al recibir su ayuda, respondiendo: Escúchanos, Señor.
(R/.
Escúchanos, Señor.)
Por los
ministros de la Iglesia que han consagrado su vida al Señor y por todos los
pueblos que adoran al Dios verdadero, roguemos al Señor.
Para
que el tiempo sea bueno y todos podamos gozar de una naturaleza limpia en la
bella sucesión de las diversas estaciones, roguemos a Dios, que con sabiduría
gobierna al mundo.
Por los
que son víctimas de la debilidad humana, del espíritu de odio o de envidia o de
los otros vicios del mundo, roguemos al Redentor misericordioso.
Encomendémonos
mutuamente al Señor, pongamos toda nuestra existencia en sus manos y oremos con
confianza al autor y guardián de todo lo que tenemos y poseemos.
Dios
nuestro, que en el misterio de tu Hijo, pobre y crucificado, has querido
enriquecernos con tus bienes, escucha nuestras oraciones y no permitas que,
mientras anunciemos a los demás la alegre novedad del Evangelio, nos
acobardemos ante la pobreza o la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor
Dios, que bondadosamente realizas el fruto de tus sacramentos, concédenos que
seamos capaces de servirte como corresponde a tantos misterios. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Sal 102, 19)
Bendice,
alma mía al Señor; que todo mi ser bendiga su santo nombre.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que la
víctima divina que te hemos ofrecido y que acabamos de recibir, nos vivifique,
Señor, para que, unidos a ti con perpetuo amor, demos frutos que permanezcan
para siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA
REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- La obra literaria más antigua de la humanidad,
es decir, la epopeya de Gilgamesh, datada hace más de cuatro milenios, recoge
la preocupación fundamental de todo ser humano, cómo traspasar la barrera de la
muerte, cómo alcanzar la inmortalidad. Cuestión antiquísima y permanente, la
sed de infinito, el ansía de eternidad. Aunque los creyentes estamos inmersos
en una cultura que le resulta cada vez difícil abrirse al trascendente,
anhelamos anclar nuestra esperanza en el Señor de la Vida. El relato evangélico
refiere la muerte prematura de una niña, hija de Jairo; la enfermedad había
arrancado de tajo todas sus esperanzas. Jesús sabe que la vida divina el bien
máximo que Dios nos ha regalado, y por eso devuelve la vida humana a la
pequeña, como señal que de que su Padre está decidido a mantener su oferta de
amistad y asociarnos con su Hijo en la plenitud de la vida.