Dios revela su Nombre
Dios se reveló a su pueblo Israel dándole a conocer su Nombre. El
nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido de su vida.
Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a
conocer a los otros. Es, en cierta manera, comunicarse a sí mismo haciéndose
accesible, capaz de ser más íntimamente conocido y de ser invocado
personalmente.
Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su
pueblo, pero la revelación del Nombre Divino, hecha a Moisés en la teofanía de
la zarza ardiente, en el umbral del Éxodo y de la Alianza del Sinaí, demostró
ser la revelación fundamental tanto para la Antigua como para la Nueva Alianza.
El Dios vivo
Dios llama a Moisés desde una zarza que arde sin consumirse. Dios
dice a Moisés: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob" (Ex 3,6).
Dios es el Dios de los padres. El que había llamado y guiado a los patriarcas
en sus peregrinaciones. Es el Dios fiel y compasivo que se acuerda de ellos y
de sus promesas; viene para librar a sus descendientes de la esclavitud. Es el
Dios que más allá del espacio y del tiempo lo puede y lo quiere, y que pondrá
en obra toda su omnipotencia para este designio.
"Yo soy el que soy"
- Moisés
dijo a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo: "El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten:
"¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?» Dijo Dios a Moisés: «Yo
soy el que soy». Y añadió: «Así dirás a los hijos de Israel: "Yo soy"
me ha enviado a vosotros [...] Este es ni nombre para siempre, por él seré
invocado de generación en generación» (Ex 3,13-15).
Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que
es" o "Yo soy el que soy" o también "Yo soy el que Yo
soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre
Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y
como el rechazo de un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como
lo que Él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o
decir: es el "Dios escondido" (Is45,15), su Nombre es inefable
(cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a
los hombres.
Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad
que es de siempre y para siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios
de tus padres", Ex 3,6) como para el porvenir ("Yo
estaré contigo", Ex 3,12). Dios, que revela su Nombre como
"Yo soy”, se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a
su pueblo para salvarlo.
Ante la presencia atrayente y misteriosa de Dios, el hombre
descubre su pequeñez. Ante la zarza ardiente, Moisés se quita las sandalias y
se cubre el rostro (cf. Ex 3,5-6) delante de la santidad divina.
Ante la gloria del Dios tres veces santo, Isaías exclama: "¡Ay de mí, que
estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros!" (Is 6,5). Ante los signos divinos que
Jesús realiza, Pedro exclama: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre
pecador" (Lc 5,8).
Pero porque Dios es santo, puede perdonar al hombre que se descubre pecador
delante de Él: "No ejecutaré el ardor de mi cólera [...] porque soy Dios,
no hombre; en medio de ti yo el Santo" (Os 11,9). El apóstol Juan dirá
igualmente: "Tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que
nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y
conoce todo" (1 Jn 3,19-20).
Por respeto a su santidad el pueblo de Israel no pronuncia el Nombre
de Dios. En la lectura de la Sagrada Escritura, el Nombre revelado es
sustituido por el título divino "Señor" (Adonai, en griego Kyrios). Con este título será
aclamada la divinidad de Jesús: "Jesús es Señor".
"Dios misericordioso y clemente"
Tras el pecado de Israel, que se apartó de Dios para adorar al
becerro de oro (cf. Ex 32), Dios escucha la intercesión de
Moisés y acepta marchar en medio de un pueblo infiel, manifestando así su amor
(cf. Ex 33,12-17). A Moisés, que pide ver su
gloria, Dios le responde: "Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad
(belleza) y pronunciaré delante de ti el nombre de YHWH" (Ex33,18-19).
Y el Señor pasa delante de Moisés, y proclama: "Señor, Señor, Dios
misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad" (Ex 34,5-6). Moisés confiesa entonces que
el Señor es un Dios que perdona (cf. Ex 34,9).
El Nombre divino "Yo soy" o "Él es" expresa la
fidelidad de Dios que, a pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y
del castigo que merece, "mantiene su amor por mil generaciones" (Ex34,7).
Dios revela que es "rico en misericordia" (Ef 2,4) llegando hasta dar su propio
Hijo. Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que Él mismo
lleva el Nombre divino: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre,
entonces sabréis que Yo soy" (Jn 8,28)
Solo Dios ES
En el transcurso de los siglos, la fe de Israel pudo desarrollar y
profundizar las riquezas contenidas en la revelación del Nombre divino. Dios es
único; fuera de Él no hay dioses (cf. Is44,6).
Dios transciende el mundo y la historia. Él es quien ha hecho el cielo y la
tierra: "Ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se
desgastan [...] pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años" (Sal 102,27-28). En Él "no hay cambios
ni sombras de rotaciones" (St 1,17).
Él es "Él que es", desde siempre y para siempre y por eso permanece
siempre fiel a sí mismo y a sus promesas.
Por tanto, la revelación del Nombre inefable "Yo soy el que
soy" contiene la verdad de que sólo Dios ES. En este mismo sentido, ya la
traducción de los Setenta y, siguiéndola, la Tradición de la Iglesia han
entendido el Nombre divino: Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección,
sin origen y sin fin. Mientras todas las criaturas han recibido de Él todo su
ser y su poseer. Él solo es su ser mismo y es por sí mismo todo lo que es.