DOMINGO DE RAMOS, "DE LA PASIÓN DEL SEÑOR" Domingo 10 de abril 2022
JESÚS ES EL SIERVO FIEL DE ISAÍAS
Is 50, 4-7; Sal 21 Flp 2, 6-11; Lc 22,14-23, 56
En el tercer cántico del profeta Isaías, encontramos al siervo de Yahvé
presentado como el discípulo fiel del Señor. Formado en la escucha de la
palabra, el siervo entiende que su misión es enseñar y consolar. Su misión no
será fácil, ya que tendrá que enfrentar incluso la agresión física; sin embargo,
él soportará fielmente, pues espera el triunfo definitivo que Dios mismo le
concederá. Es este siervo fiel, que ha inspirado a Lucas en su narrativa de la
pasión de Jesús, quien enfrenta su destino con la misma fidelidad y
disponibilidad de escuchar al Padre, y con capacidad de enseñar y consolar.
Claro que Jesús supera con creces al siervo de Yahvé y cualquier otro elemento
inspirado del Deutero-Isaías. No obstante, esta figura del siervo de Yahvé
asiste a Lucas para narrar con entendimiento profundo la pasión de Jesús.
ANTÍFONA DE ENTRADA Jn 12, 1. 12-13; Sal 23, 9-10
Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén,
salieron los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y
gritando: *Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de
misericordia.
Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va
a entrar el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria? El Señor de los
ejércitos es el Rey de la gloria. *Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes
lleno de bondad y de misericordia.
Cuando no se puede hacer ni la procesión, ni la entrada solemne, es
conveniente hacer una celebración de la palabra de Dios, acerca de la entrada
mesiánica y de la Pasión del Señor, ya sea el sábado en la tarde, o bien el
domingo, a la hora más oportuna.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se
hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano ejemplo de humildad,
concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y que merezcamos
participar de su gloriosa resurrección. El, que vive y reina contigo ...
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
No aparté mi rostro de los insultos, y sé que no quedaré avergonzado.
Del libro del profeta Isaías: 50, 4-7
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua
experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo,
como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto
resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me
tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el
Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como
roca y sé que no quedaré avergonzado". Palabra de Dios. Te alabamos,
Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen:
"Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo
libre". R.
Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y
mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. R.
Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados.
Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de
Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó.
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 2, 6-11
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las
prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a
sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso
la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que
está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que
Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Flp 2,8-9
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la
muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le
otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R.
EVANGELIO
He deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Lucas: 22, 14-23, 56
Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
"Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer,
porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal
cumplimiento en el Reino de Dios". Luego tomó en sus manos una copa de
vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo
entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid
hasta que venga el Reino de Dios".
Hagan esto en memoria mía. Tomando después un pan, pronunció la acción
de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se
entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de cenar, hizo lo
mismo con una copa de vino, diciendo: "Esta copa es la nueva alianza,
sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!
''Pero miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa.
Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel
hombre por quien será entregado!". Ellos empezaron a preguntarse unos a
otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve Después los discípulos
se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser considerado como el más
importante. Jesús les dijo: "Los reyes de los paganos los dominan, y los
que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan
eso, sino todo lo contrario: que el mayor entre ustedes actúe como si fuera el
menor, y el que gobierna, como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más,
el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa?
Pues yo estoy en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado
conmigo en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a
mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno en un
trono, para juzgar a las doce tribus de Israel".
Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. Luego añadió:
"Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para zarandearlos como
trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez
convertido, confirma a tus hermanos". Él le contestó: "Señor, estoy
dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte". Jesús le
replicó: "Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás
negado tres veces que me conoces".
Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito.
Después les dijo a todos ellos: "Cuando los envié sin provisiones,
sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?". Ellos contestaron:
"Nada". El añadió: ''Ahora, en cambio, el que tenga dinero o
provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y
compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí:
Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo lo
que se refiere a mí", Ellos le dijeron: "Señor, aquí hay dos
espadas". Él les contestó: "¡Basta ya!".
Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron
los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: "Oren, para no caer en la
tentación". Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y
se puso a orar de rodillas, diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí
esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Se le
apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su angustia mortal, oraba
con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, que caían
hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó, fue hacia sus
discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les dijo: "¿Por
qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la tentación".
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas,
uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:
"Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?".
Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con él
dijeron: "Señor, ¿los atacamos con la espada?". Y uno de ellos hirió
a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino,
diciendo: "¡Dejen! ¡Basta!". Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo
y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "Han venido a
aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he
estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la
del poder de las tinieblas"
Pedro salió de ahí y se soltó a llorar.
Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del
sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del
patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al verlo
sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo: "Éste
también estaba con él". Pero él lo negó diciendo: "No lo conozco,
mujer". Poco después lo vio otro y le dijo: "Tú también eres uno de
ellos". Pedro replicó: "¡Hombre, no lo soy!". Y como después de
una hora, otro insistió: "Sin duda que éste también estaba con él, porque
es galileo".
Pedro contestó: "¡Hombre, no sé de qué hablas!". Todavía
estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las
palabras que el Señor le había dicho: 'Antes de que cante el gallo, me negarás
tres veces', y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Adivina quién te ha pegado.
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le daban golpes,
le tapaban la cara y le preguntaban: "¿Adivina quién te ha pegado?".
Y proferían contra él muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante el sanedrín.
Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos
sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le
dijeron: "Si tú eres el Mesías, dínoslo". Él les contestó: "Si
se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero
ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios
todopoderoso". Dijeron todos: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios?". Él les contestó: "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo
soy". Entonces ellos dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Nosotros mismos lo hemos oído de su boca". El consejo de los ancianos, con
los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante
Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que
éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al
César y diciendo que él es el Mesías rey".
Pilato preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Él
le contestó: "Tú lo has dicho". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y
a la turba: "No encuentro ninguna culpa en este hombre". Ellos
insistían con más fuerza, diciendo: "Solivianta al pueblo enseñando por
toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír esto, Pilato preguntó si era
galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo
remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho
tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba
presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó
ni una palabra.
Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin cesar.
Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él, y le
mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato. Aquel mismo
día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y
les dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo;
pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna
de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de
nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le
aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso.
Ellos vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!".
A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y
un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner
en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo,
crucifícalo!" Él les dijo por tercera vez: "¿Pues qué ha hecho de
malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que
le aplicaré un escarmiento y lo soltaré". Pero ellos insistían, pidiendo a
gritos que lo crucificaran. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que
se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado
por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de
Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús.
Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el
pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo:
"Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos,
porque van a venir días en que se dirá: '¡Dichosas las estériles y los vientres
que no han dado a luz y los pechos que no han criado!'. Entonces dirán a los
montes: 'Desplómense sobre nosotros', y a las colinas: 'Sepúltennos', porque si
así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?".
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él. Cuando
llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a él y
a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde
la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Los
soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
Éste es el rey de los judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
"A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios,
el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a
él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en
griego, latín y hebreo, que decía: "Este es el rey de los judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole:
"Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro
le reclamaba, indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo
suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste
ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a tu
Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy
estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y
se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a
la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu!". Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
"Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre que había
acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose
golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que
las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo
aquello.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro
Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo,
que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus actos,
que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el Reino de Dios,
se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo
envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no
habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba a empezar el
sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José
para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa,
prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al
mandamiento. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
O bien: Forma breve
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Lucas: 23,1-49
No encuentro ninguna culpa en este hombre
En aquel tiempo, el consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y
los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato. Entonces comenzaron
a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra
nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y diciendo que él es el
Mesías rey".
Pilato preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Él
le contestó: "Tú lo has dicho". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y
a la turba: "No encuentro ninguna culpa en este hombre". Ellos
insistían con más fuerza, diciendo: "Solivianta al pueblo enseñando por
toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír esto, Pilato preguntó si era
galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo
remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho
tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba
presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó
ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin
cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de
él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran
enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y
les dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo;
pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en él ninguna
de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha enviado de
nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así pues, le
aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso.
Ellos vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!".
A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y
un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en
libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo,
crucifícalo!". Él les dijo por tercera vez: "¿Pues qué ha hecho de
malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte; de modo que
le aplicaré un escarmiento y lo soltaré". Pero ellos insistían, pidiendo a
gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que
se cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido encarcelado
por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de
Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús.
Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban el
pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les dijo:
"Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus hijos,
porque van a venir días en que se dirá: '¡Dichosas las estériles y los vientres
que no han dado a luz y los pechos que no han criado!' Entonces dirán a los
montes: 'Desplómense sobre nosotros', y a las colinas: 'Sepúltennos', porque si
así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?".
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con é1. Cuando
llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a él y
a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía desde
la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Los
soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
Éste es el rey de los judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
"A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él,
le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate
a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín
y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole:
"Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro
le reclamaba indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo
suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste
ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a tu
Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy
estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y
se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a
la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu!". Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
"Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre que había
acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa dándose
golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia, lo mismo que
las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían mirando todo
aquello.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder
de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la
carne y la vida eterna.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Imploremos, hermanos, a Jesús, el Sumo Sacerdote de la fe que
profesamos, que en la cruz presentó, con lágrimas en los ojos, oraciones y
súplicas al Padre, y oremos también nosotros por todos los hombres: (R/.
Escúchanos, Señor.)
Para que el Señor, que en la cruz excusó a los ignorantes y pidió
perdón por ellos, tenga piedad de los fieles que han caído en el pecado, les dé
valor para recurrir al sacramento de la penitencia y les conceda el gozo del
perdón y de la paz, roguemos al Señor.
Para que la sangre de Jesús, que habla más favorablemente que la de
Abel, reconcilie con Dios a los que aún están lejos a causa de la ignorancia,
la indiferencia, la maldad o las propias pasiones, roguemos al Señor.
Para que el Señor, que en la cruz experimentó la amargura de sentirse
triste y abandonado, se apiade de los enfermos, los afligidos y los oprimidos y
les envíe a su ángel para que los conforte, roguemos al Señor.
Para que el Señor, que recibió en su reino al ladrón arrepentido, se
apiade de nosotros nos dé sentimientos de contrición y nos admita, después de
la muerte, en su paraíso, roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que enviaste a tu Hijo al mundo, para que,
con su pasión, destruyera el pecado y la muerte y, con su resurrección, nos
devolviera la vida y la felicidad, escucha las oraciones de tu pueblo y haz que
podamos gozar de los frutos de la cruz gloriosa de Jesucristo. El, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que la pasión de tu Unigénito, Señor, nos atraiga tu perdón, y aunque
no lo merecemos por nuestras obras, por la mediación de este sacrificio único,
lo recibamos de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO:
La Pasión del Señor.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte
gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno, por Cristo, Señor nuestro. El cual, siendo inocente, se dignó padecer
por los pecadores y fue injustamente condenado por salvar a los culpables; con
su muerte borró nuestros delitos y, resucitando, conquistó nuestra
justificación. Por eso, te alabamos con todos los ángeles y te aclamamos con
voces de júbilo, diciendo: Santo, Santo, Santo ...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 26, 42
Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este cáliz, hágase tu
voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte
de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete,
concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de nuestras
esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Dios y Padre nuestro, mira con bondad a esta familia tuya, por la cual
nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a sus verdugos y padecer el
tormento de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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