domingo, 5 de octubre de 2025

Evangelio del 6 de octubre 2025 Lucas 10, 25-37

 



En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" El doctor de la ley contestó: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces eso, vivirás". El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso'. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?" El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".

 

 

Reflexión

 

La parábola del buen samaritano (Lucas 10, 25-37) es una de las enseñanzas más poderosas de Jesús sobre el amor al prójimo, y sigue resonando profundamente en nuestro mundo marcado por la prisa, el individualismo y las divisiones sociales.

Cuando le preguntan a Jesús ¡quien es mi prójimo? responde a esta pregunta con una historia que rompe barreras culturales y religiosas. El prójimo no es solo quien comparte nuestra fe, raza o ideología, sino quien necesita de nosotros, y a quien decidimos acercarnos con compasión.

 

El contraste moral.

El sacerdote y el levita representan la indiferencia institucionalizada: ven al herido, pero pasan de largo.

El samaritano, considerado impuro por los judíos, se convierte en el modelo del amor activo. No solo se detiene, sino que cura, transporta y paga por el cuidado del herido.

La misericordia se encarna en el samaritano, no pregunta por la historia del herido, ni exige condiciones. Su compasión es inmediata, concreta y generosa. Jesús nos invita a hacer lo mismo: “Ve y haz tú lo mismo.”

En nuestras comunidades, ¿quiénes son los heridos al borde del camino? Migrantes, personas sin hogar, víctimas de violencia, ancianos abandonados… Esta parábola nos llama a mirar con ojos nuevos y actuar con un corazón dispuesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario