domingo, 31 de agosto de 2025

Evangelio del 1 de septiembre 2025 Lucas 4, 16-30

 



En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: "Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír". Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: "¿No es éste el hijo de José?" Jesús les dijo: "Seguramente me dirán aquel refrán: Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm ". Y añadió: "Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria". Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

 

Reflexión

 

Jesús regresa a Nazaret, el lugar donde se crió. Entra en la sinagoga, toma el libro del profeta Isaías y proclama con autoridad: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido..." Con estas palabras, revela su misión: anunciar la Buena Nueva a los pobres, liberar a los cautivos, dar vista a los ciegos, y proclamar el año de gracia del Señor.

Al principio, todos lo admiran. Pero cuando Jesús les recuerda que Dios también actuó fuera de Israel —con la viuda de Sarepta y Naamán el sirio—, la admiración se convierte en furia. ¿Por qué? Porque Jesús rompe sus expectativas. Les muestra que la salvación no es privilegio de unos pocos, sino don para todos.

"Ningún profeta es bien recibido en su tierra." Esta frase resuena con fuerza. A veces, lo familiar nos ciega. Nos cuesta aceptar que Dios puede hablar a través de quien conocemos, de quien no encaja en nuestros moldes.

Jesús no se detiene ante el rechazo. Pasa por en medio de ellos y sigue su camino. La misión continúa, aunque duela el desprecio. El Reino no se detiene por la incredulidad de algunos. Dios sigue llamando, sanando, liberando… incluso cuando lo queremos echar fuera.

viernes, 29 de agosto de 2025

Evangelio 20250830

Evangelio del 30 de agosto 2025 Mateo 25, 14-30

 



En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco millones; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. El que recibió cinco millones fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado". Su señor le dijo: "Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor". Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo: "Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado". Su señor le dijo: "Te felicito siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor". Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo: "Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo". El señor le respondió: "Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación" ".

  

Reflexión

 

Este pasaje nos invita a mirar con honestidad lo que hemos recibido: dones, habilidades, tiempo, oportunidades. Jesús nos muestra que Dios confía en cada uno de nosotros “según nuestra capacidad”, y espera que pongamos en práctica lo que nos ha dado, no por miedo, sino por amor y compromiso.

Los siervos que multiplican sus talentos son alabados no por la cantidad que ganaron, sino por su fidelidad y esfuerzo. En cambio, el siervo que enterró su talento fue reprendido, no por tener poco, sino por no hacer nada con lo que tenía. Esta parábola nos recuerda que la pasividad y el miedo pueden alejarnos del propósito divino.

Dios no espera perfección, sino disposición. Nos llama a ser creativos, valientes y generosos con lo que hemos recibido. Al final, seremos llamados a rendir cuentas, no por lo que no tuvimos, sino por lo que hicimos (o dejamos de hacer) con lo que sí tuvimos.

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20250831

 



«Sigamos, pues, los caminos que él nos mostró, sobre todo el de la humildad, en que él se convirtió para nosotros. En efecto, él nos mostró el camino de la humildad con sus preceptos y lo recorrió personalmente padeciendo por nosotros, pues no hubiera sufrido si no se hubiera humillado. ¿Quién sería capaz de dar muerte a Dios si él no se hubiese rebajado? Cristo es, en efecto, Hijo de Dios, y el Hijo de Dios es ciertamente Dios. Él mismo es el Hijo de Dios, la Palabra de Dios, de la que dice San Juan: En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Ella estaba al principio junto a Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas y sin ella no se hizo nada. ¿Quién daría muerte a aquel por quien todo fue hecho y sin el cual nada se hizo? ¿Quién sería capaz de entregarle a la muerte si él mismo no se hubiese humillado? Pero ¿cómo fue esa humillación? Lo dice el mismo Juan: la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. La Palabra de Dios no podría ser entregada a la muerte. Para que pudiera morir por nosotros lo que no podía morir, la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. El inmortal asumió la mortalidad para morir por nosotros, para con su muerte dar muerte a la nuestra. Esto hizo Dios; esto nos concedió. El grande se humilló; después de humillado se le dio muerte; muerto, resucitó y fue exaltado, para no abandonarnos muertos en el infierno, sino para exaltar en sí en la resurrección final a quienes exaltó ahora mediante la fe y la confesión de los justos (…) Pues si somos soberbios, Dios nos opone resistencia; si somos humildes, Dios nos exalta, porque resiste a los soberbios y, en cambio, da su gracia a los humildes, y quien se exalta será humillado; quien, por el contrario, se humilla, será exaltado» (San Agustín [354-430]. Sermón 23 A, 3).

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo C Domingo 31 de agosto 2025

 



 ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Sal 85, 3. 5)

 

Dios mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te invoco: Tú eres bueno y clemente, y rico en misericordia con quien te invoca.

 

 

GLORIA

 

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

Amén.

 

 

ORACIÓN COLECTA

 

Dios de toda virtud, de quien procede todo lo que es bueno, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, y concede que, haciendo más religiosa nuestra vida, hagas crecer el bien que hay en nosotros y lo conserves con solicitud amorosa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

 

LITURGIA DE LA PALABRA

 

PRIMERA LECTURA

 

Hazte pequeño y hallarás gracia ante el Señor.

 

Del libro del Eclesiástico (Sirácide) 3, 19-21. 30-31

 

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te amarán más que al hombre dadivoso. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor, porque sólo él es poderoso y sólo los humildes le dan gloria.

No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad. El hombre prudente medita en su corazón las sentencias de los otros, y su gran anhelo es saber escuchar. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

 

 

SALMO RESPONSORIAL

 

Del salmo 67 R/. Dios da libertad y riqueza a los cautivos.

 

Ante el Señor, su Dios, gocen los justos, salten de alegría. Entonen alabanzas a su nombre. En honor del Señor toquen la cítara. R.

 Porque el Señor, desde su templo santo, a huérfanos y viudas da su auxilio; él fue quien dio a los desvalidos casa, libertad y riqueza a los cautivos. R.

A tu pueblo extenuado diste fuerzas, nos colmaste, Señor, de tus favores y habitó tu rebaño en esta tierra, que tu amor preparó para los pobres. R.

 

 

SEGUNDA LECTURA

 

Se han acercado ustedes a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente.

 

De la carta a los hebreos 12, 18-19. 22-24a

 

Hermanos: Cuando ustedes se acercaron a Dios, no encontraron nada material, como en el Sinaí: ni fuego ardiente, ni oscuridad, ni tinieblas, ni huracán, ni estruendo de trompetas, ni palabras pronunciadas por aquella voz que los israelitas no querían volver a oír nunca.

Ustedes, en cambio, se han acercado a Sión, el monte y la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a la reunión festiva de miles y miles de ángeles, a la asamblea de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres, y a los espíritus de los justos que alcanzaron la perfección. Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

 

 

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

 

 Mt 11, 29 R/. Aleluya, aleluya.

 

Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el Señor, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. R/.

 

 

EVANGELIO

 

El que se engrandece a sí mismo, será humillado y el que se humilla, será engrandecido.

 

Del santo Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14

 

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

 

 

CREDO

 

CREDO NICENO_CONSTANTINOPOLITANO

 

Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

 

 

PLEGARIA UNIVERSAL

 

Pidamos al Señor que dé oídos a las oraciones de su pueblo y que escuche benignamente las súplicas que con gran confianza le presentamos:

A cada invocación responderemos: Escúchanos Padre.

1.    Por la santa Iglesia católica y apostólica, para que el Señor la haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad. Oremos al Señor.

2.    Oremos por los pecadores, por los encarcelados y por los enfermos, para que el Señor los proteja, les devuelva la salud y los consuele. Oremos al Señor.

3.    Pidamos por todos los que nos disponemos a celebrar este santo sacrificio, para que el Señor otorgue gracias y bendiciones abundantes a quienes nos reunimos en su nombre. Oremos al Señor.

4.    Oremos también por las almas de todos los fieles difuntos, para que Dios, en su bondad, quiera admitirlos en el coro de los santos y de los elegidos. Oremos al Señor.

 

Dios nuestro, que invitas a pobres y pecadores al banquete alegre de la nueva Alianza, haz que sepamos honrar a tu Hijo en los humildes y necesitados, a fin de que –alrededor de tu mesa– nos reconozcamos mutuamente como verdaderos hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

 

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

 

Que esta ofrenda sagrada, Señor, nos traiga siempre tu bendición salvadora, para que dé fruto en nosotros lo que realiza el misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 

 

PREFACIO

 

La creación alaba al Señor

 

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque creaste el universo con todo cuanto contiene; determinaste el ciclo de las estaciones; pero formaste al hombre a tu imagen y semejanza y lo hiciste dueño de un mundo portentoso, para que en tu nombre dominara la creación entera y, al contemplar la grandeza de tus obras, en todo momento te alabara, por Cristo, Señor nuestro. A quien cantan los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar: Santo, Santo, Santo...

 

 

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 5, 9-10)

 

Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

 

 

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

 

Saciados con el pan de esta mesa celestial, te suplicamos, Señor, que este alimento de caridad fortalezca nuestros corazones, para que nos animemos a servirte en nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.





UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20250831

 

La humildad no es debilidad, sino fuerza tranquila. Es la base de relaciones sanas, liderazgo auténtico y paz interior.

En reuniones, trabajos o redes sociales, debemos resistir la tentación de sobresalir por vanidad, permitamos que otros nos valoren por nuestras acciones y permitir que otros brillen y reconocer sus méritos sin competir por atención.

Reconozcamos que lo que tenemos no es solo fruto de nuestro esfuerzo, sino también de la generosidad de otros y de circunstancias que no controlamos.