miércoles, 3 de septiembre de 2025

Evangelio del 4 de septiembre 2025 Lucas 5, 1-11

 



En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar". Simón replicó: "Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra echaré las redes". Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: "¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!" Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres". Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron.

 

Reflexión

 

En este pasaje, Jesús se encuentra con pescadores agotados tras una noche de trabajo infructuoso. Les pide algo que parece absurdo: volver al mar y echar las redes. Pedro, aunque escéptico, obedece. El resultado es una pesca milagrosa que transforma no solo su jornada, sino su vida entera.

Este momento nos habla de tres cosas profundas:

Obediencia que trasciende la lógica: Pedro no confía en el resultado, pero confía en la voz. A veces, la fe no consiste en entender, sino en responder.

La abundancia que nace del vacío: Dios no necesita nuestras redes llenas, sino nuestro corazón dispuesto. En el fracaso, Él revela su poder.

La vocación que surge del encuentro: Jesús no solo llena las barcas, sino que llama a Pedro a una misión mayor: “ser pescador de hombres”. El milagro no es el final, sino el inicio de una vida entregada.

Hoy, este texto nos invita a dejar la orilla de la comodidad y remar mar adentro, hacia lo profundo de nuestra vocación, hacia el misterio de la fe. Porque solo allí, donde no controlamos las aguas, puede Dios mostrarnos su verdadera grandeza.

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