Desde los días de Joaquín de Fiore
(ca. 1135-1202), quien fijó la fecha del fin del mundo en el año 1260, no han
faltado quienes presumen saber no sólo cuándo será el fin, sino muchos otros
detalles acerca del futuro del mundo. Tales afirmaciones son irrisorias, pero
la escatología misma -la reflexión sobre el destino final del mundo a la luz de
la fe no es absurda. Podemos decir algo acerca del fin porque Dios es fiel en
su amor, generosidad y misericordia y que, por ende, estos rasgos van a coronar
un mundo futuro infundido por la presencia divina. Podemos decir algo porque la
Biblia discute el fin y, por tanto, nos da el permiso de hacer lo mismo.
Debemos decir algo porque el pasado y el presente no pueden ser los únicos
enfoques de nuestra fe.
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