La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia [1]
«Es
tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento
y vigor para la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma,
fuente límpida y perenne de vida espiritual» (DV 21). «Los fieles han de tener fácil acceso
a la Sagrada Escritura» (DV 22).
«La
sagrada Escritura debe ser como el alma de la sagrada teología. El ministerio
de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la
instrucción cristiana y, en puesto privilegiado, la homilía, recibe de la
palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos de santidad» (DV 24).
La
Iglesia «recomienda de modo especial e insistentemente a todos los fieles [...]
la lectura asidua de las divinas Escrituras para que adquieran "la ciencia
suprema de Jesucristo» (Flp 3,8),
«pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo» (DV 25; cf. San Jerónimo, Commentarii in Isaiam, Prólogo:
CCL 73, 1 [PL 24, 17]).
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