«El hecho de que el Sacramento del altar haya
asumido el nombre de “Eucaristía” -“acción de gracias”- expresa exactamente
esto: que la transformación de la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y
Sangre de Cristo, es fruto del don que Cristo ha hecho de sí mismo, don de
un Amor más fuerte que la muerte, Amor Divino que lo ha hecho resucitar de
entre los muertos. Esta es la razón por la que la Eucaristía es alimento de
vida eterna, Pan de la vida. Del corazón de Cristo, desde su “oración
eucarística” hasta la vigilia de la pasión, viene este dinamismo que transforma
la realidad en sus dimensiones cósmicas, humanas e históricas. Todo procede de
Dios, de la omnipotencia de su Amor Uno y Trino, encarnado en Jesús. En este
Amor está inmerso el corazón de Cristo; por esto sabe agradecer y alabar a Dios
incluso frente a la traición y a la violencia, y en este modo cambia las cosas,
las personas y el mundo»
(Benedicto XVI, 24 de junio de 2011).
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