Domingo de Ramos “De la Pasión del Señor”
Domingo 29 de marzo 2015
EL SEÑOR ME AYUDA
El profeta Isaías vivió en el exilio y sintió la desolación
de haber perdido la tierra y la certidumbre social que les daba el templo y el
monarca. Sus contemporáneos vivían encandilados por el esplendor de Babilonia.
El profeta se mantenía firme en la esperanza del regreso y eso le valía
desprecios y adversidad. El exilio había sido además una escuela de esperanza
incluyente, Israel no podría vivir enconchado en sus propios problemas. La
misión del profeta incluiría alentar a las naciones extranjeras a vivir
conforme al derecho y la justicia. El profeta se convirtió en un creyente
resiliente, fortificado por la presencia discreta del Señor que lo alentaba a
continuar adelante, cumpliendo su misión. De esa esperanza se alimentó el Señor
Jesús para mantenerse anunciando fielmente la llegada de la generosa compasión
divina, que gustaba de proclamar con una frase cargada de dinamismo: el reino
de Dios, que era una opción superior al reino del César, estaba llegando.
LA MISA
Después de la procesión o de la entrada solemne, el
sacerdote comienza la misa con la oración colecta.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro
Salvador se hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano
ejemplo de humildad, concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y
que merezcamos participar de su gloriosa resurrección.
El, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Monición.- Cristianizando el pasaje que escucharemos en la
primera lectura, es Jesús quien nos presenta el objetivo de su misión, acepta
el sufrimiento por amor y la salvación de todos, por eso no opone resistencia a
quien le golpea o insulta.
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una
lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como
discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto
resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los
que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi
rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".
Palabra de Dios. T. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial
Del salmo 21
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y
dicen: "Confiaba en el Señor, pues que Él lo salve; si de veras lo ama,
que lo libre". R.
Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros.
Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. R.
Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los
dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí alejado. R
A mis hermanos contaré tu gloria y en la asamblea te alabaré
tu nombre. Que alaben al Señor los que lo temen. Que el pueblo de Israel
siempre lo adore. R
Segunda lectura
San Pablo nos presenta el camino que siguió Jesús para
cumplir su misión, el anonadamiento, la obediencia, la humildad y la entrega
total en la cruz, por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas.
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 2, 6-11
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las
prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a
sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso
la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el
nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen
la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan
públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios. T. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Flp 2,8-9
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó
incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MARCOS 14, 1-15, 47
(La señal † de cruz , se refiere a Cristo; la C, al cronista, y
la S, a la sinagoga u otros).
C Faltaban dos días para
la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas
andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero
decían:
S "No durante las
fiestas, porque el pueblo podría amotinarse".
C Estando Jesús sentado a
la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco
de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la
cabeza de Jesús.
Algunos comentaron indignados:
S "¿A qué viene este
derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para
dárselos a los pobres".
C Y criticaban a la
mujer; pero Jesús replicó:
† "Déjenla.
¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres
los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí
no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a
embalsamar mi cuerpo para la sepultura.
Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se
predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho
conmigo".
C Judas Iscariote, uno de
los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al
oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena
ocasión para entregarlo. El primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando
se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:
S "¿Dónde quieres
que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"
C Él les dijo a dos de ellos:
† "Vayan a
la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y
díganle al dueño de la casa en donde entre: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde
está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?' Él les
enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí
la cena".
C Los discípulos se
fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y
prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa,
cenando, les dijo:
† "Yo les
aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a
entregar".
C Ellos, consternados,
empezaron a preguntarle uno tras otro:
S "¿Soy yo?".
C El respondió
† "Uno de
los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre
va a morir, como está escrito: pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del
hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!".
C Mientras cenaban, Jesús
tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos,
diciendo:
† "Tomen:
esto es mi cuerpo".
C Y tomando en sus manos
una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y
les dijo:
† "Esta es
mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que
no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo
en el Reino de Dios".
C Después de cantar el
himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:
† "Todos
ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: 'Heriré al
pastor y se dispersarán las ovejas'; pero cuando resucite, iré por delante de
ustedes a Galilea".
C Pedro replicó:
S "Aunque todos se
escandalicen, yo no".
C Jesús le contestó:
† "Yo te
aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me
negarás tres".
C Pero él insistía:
S "Aunque tenga que
morir contigo, no te negaré".
C Y los demás decían lo
mismo.
Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a
sus discípulos:
† "Siéntense
aquí mientras hago oración".
C Se llevó a Pedro, a
Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
† "Tengo el
alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando".
C Se adelantó un poco, se
postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de Él aquella hora.
Decía:
† "Padre, tú
lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero,
sino lo que tú quieres".
C Volvió a donde estaban
los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
† "Simón,
¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no
caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil".
C De nuevo se retiró y se
puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró
dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño, por eso no sabían qué
contestarle. Él les dijo:
† "Ya pueden
dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va
a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca
el traidor".
C Todavía estaba
hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con
espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El
traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S "Al que yo bese,
ése es. Deténganlo y llévenselo bien sujeto".
C Llegó, se acercó y le
dijo:
S "Maestro".
C Y lo besó. Ellos le
echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y
de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la
palabra y les dijo:
† "¿Salieron
ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido?
Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han
apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras".
C Todos lo abandonaron y
huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana y lo
detuvieron; pero él soltó la sábana y se les escapó desnudo. Condujeron a Jesús
a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y
los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos hasta el interior del patio del
sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús
para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque, muchos presentaban
falsas acusaciones contra Él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se
pusieron de pie y dijeron:
S "Nosotros lo hemos
oído decir:
`Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres
días construiré otro, no edificado por hombres'.
C Pero ni aun en esto
concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le
preguntó a Jesús:
S "¿No tienes nada
que responder a todas esas acusaciones?".
C Pero Él no le respondió
nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar:
S "¿Eres tú el
Mesías, el Hijo de Dios bendito?"
C Jesús contestó:
† "Sí lo
soy. Y un día verán cómo el Hijo del hombre está sentado a la derecha del
Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo".
C El sumo sacerdote se
rasgó las vestiduras exclamando:
S "¿Qué falta hacen
ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?"
C Y todos lo declararon
reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo
abofeteaban y le decían:
S "Adivina quién
fue",
C Y los criados también
le daban de bofetadas. Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio.
Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro
calentándose, lo miró fijamente y le dijo:
S "Tú también
andabas con Jesús Nazareno". A Él lo negó, diciendo:
S "Ni sé ni entiendo
lo que quieres decir".
C Salió afuera hacia el
zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los
presentes:
S "Ése es uno de
ellos".
C Pero él lo volvió a
negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:
S Claro que eres uno de
ellos, pues eres galileo".
C Pero él se puso a echar
maldiciones y a jurar:
S "No conozco a ese
hombre del que hablan".
C En seguida, cantó el
gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había
dicho Jesús: "Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado
tres", y rompió a llorar.
Comienza la lectura breve
C Luego que amaneció, se
reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en
pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Éste le preguntó:
S "¿Eres tú el rey
de los judíos?"
C Él respondió:
† "Sí lo
soy".
C Los sumos sacerdotes lo
acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S "¿No contestas
nada? Mira de cuántas cosas te acusan".
C Jesús ya no le contestó
nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua,
Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en
un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les
dijo:
S "¿Quieren que les
suelte al rey de los judíos?"
C Porque sabía que los
sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes
incitaron a la gente para que pidieran la libertad de
Barrabás. Pilato les volvió a preguntar:
S "¿Y qué voy a
hacer con el que llaman rey de los judíos?"
C Ellos gritaron:
S
"¡Crucifícalo!"
C Pilato les dijo:
S "Pues ¿qué mal ha hecho?"
C Ellos gritaron más
fuerte:
S
"¡Crucifícalo!"
C Pilato, queriendo dar
gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo
azotar, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al
interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron
con un manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían
trenzado, y comenzaron a burlarse de Él, dirigiéndole este saludo:
S "¡Viva el rey de
los judíos!".
C Le golpeaban la cabeza
con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante Él.
Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su
ropa y lo sacaron para crucificarlo. Entonces forzaron a cargar la cruz a un
individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de
Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir
"lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra, pero Él no lo
aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué
le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de
la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con
Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la
Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. Los que pasaban por ahí,
lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:
S "¡Anda! Tú, que
destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja
de la cruz".
C Los sumos sacerdotes se
burlaban también de Él y le decían: "Ha salvado a otros, pero a sí mismo
no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz,
para que lo veamos y creamos".
C Hasta los que estaban
crucificados con Él también lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella
tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús
gritó con voz potente:
† "Eloí,
Eloí, ¿lama sabactaní?"
C (que significa: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) Algunos de los presentes, al oírlo,
decían:
S "Miren, está llamando
a Elías".
C Uno corrió a empapar
una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera,
diciendo:
S "Vamos a ver si
viene Elías a bajarlo".
C Pero Jesús, dando un
fuerte grito, expiró.
(Aquí todos se arrodillan y
guardan silencio por unos instantes)
C Entonces el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente
a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:
S "De veras este
hombre era Hijo de Dios".
Fin de la lectura breve
C Había también ahí unas
mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena,
María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús
estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas
que habían venido con Él a Jerusalén. Al anochecer, como era el día de la
preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del
sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante
Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó que ya hubiera muerto,
y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana,
bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en
una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en
dónde lo ponían.
Palabra del Señor. T. Gloria a ti, Señor Jesús. Se dice
Credo
Oración universal
Imploremos, hermanos, a Jesús, el Sumo Sacerdote de la fe
que profesamos, que en la cruz presentó, con lágrimas en los ojos, oraciones y
súplicas al Padre, y oremos también nosotros por todos los hombres: (R/, Te lo
pedimos, Señor.)
1. Para que el Señor, que en la cruz excusó a los ignorantes
y pidió perdón por ellos, tenga piedad de los fieles que han caído en el
pecado, les dé valor para recurrir al sacramento de la penitencia y les conceda
el gozo del perdón y de la paz, roguemos al Señor.
2. Para que la sangre de Jesús, que habla más favorablemente
que la de Abel, reconcilie con Dios a los que aún están lejos a causa de la
ignorancia, la indiferencia, la maldad o las propias pasiones, roguemos al
Señor.
3. Para que el Señor, que en la cruz experimentó la amargura
de sentirse triste y abandonado, se apiade de los enfermos, los afligidos y los
oprimidos y les envíe a su ángel para que los conforte, roguemos al Señor.
4. Para que el Señor, que recibió en su reino al ladrón
arrepentido, se apiade de nosotros nos dé sentimientos de contrición y nos
admita, después de la muerte, en su paraíso, roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que enviaste a tu Hijo al mundo,
para que, con su pasión, destruyera el pecado y la muerte y, con su resurrección,
nos devolviera la vida y la felicidad, escucha las oraciones de tu pueblo y haz
que podamos gozar de los frutos de la cruz gloriosa de Jesucristo. Él, que vive
y reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que la pasión de tu Unigénito, Señor, nos atraiga tu perdón,
y aunque no lo merecemos por nuestras obras, por la mediación de este
sacrificio único, lo recibamos de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO: La Pasión del Señor
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 26,42
Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este cáliz,
hágase tu voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio
de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete,
concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de nuestras
esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Dios y Padre nuestro, mira con bondad a esta familia tuya,
por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a sus verdugos y
padecer el tormento de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Con el paso del tiempo el mensaje de Jesús fue sufriendo un
proceso de desgaste y deformación, que lo redujo a una cierta moral pequeño
burguesa, que estaba asociada a las prohibiciones y a cierta espiritualidad
individualista y separada de los compromisos sociopolíticos. El mensaje
original de Jesús era un verdadero proyecto integral que ofrecía un cambio
profundo del interior del ser humano, activado por la fuerza del Espíritu.
Dicho proyecto implicaba una reordenación profunda de las relaciones sociales y
familiares, marcadas por el dominio autoritario de los adultos mayores. Caifás
logró captar el alcance de su propuesta y se decidió a quitarlo de en medio,
como siguen hoy eliminando a los profetas incómodos que cuestionan los arreglos
que los gobernantes corruptos siguen tramando con delincuentes y empresarios.
Periodistas, líderes sociales y religiosos padecen represión bajo diferentes
modalidades. El mensaje del Reino sigue adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario