jueves, 5 de junio de 2025

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20250608

 



«A los cincuenta días de la celebración de la Pascua, se le dio la ley en el monte Sinaí, escrita de la mano de Dios. Viene la verdadera Pascua y Cristo es inmolado: da el paso de la muerte a la vida. En hebreo, Pascua significa paso; lo pone de manifiesto el evangelista cuando dice: Sabiendo Jesús que había llegado la hora de "pasar" de este mundo al Padre. Se celebra, pues la Pascua, resucita el Señor, da el paso de la muerte a la vida: tenemos la Pascua. Se cuentan cincuenta días, viene el Espíritu Santo, la mano de Dios. Pero ved cómo se celebraba entonces y cómo se celebra ahora. Entonces el pueblo se quedó a distancia, reinaba el temor, no el amor. Un temor tan grande, que llegaron a decir a Moisés: Háblanos tú; que no nos hable Dios, que moriremos. Descendió, pues, Dios sobre el Sinaí en forma de fuego, como está escrito, pero aterrorizando al pueblo que se mantenía a distancia y escribiendo con su mano en las losas, no en el corazón. Ahora, en cambio, cuando viene el Espíritu Santo, encuentra a los fieles reunidos en un mismo sitio; no los atemorizó desde la montaña, sino que entró en la casa. De improviso se oyó en el cielo un estruendo como de viento impetuoso; resonó, pero nadie se espantó. Oíste el estruendo, mira también el fuego: también en la montaña aparecieron ambos, el fuego y el estruendo; pero allí había además humo, aquí sólo un fuego apacible. Vieron aparecer, dice la Escritura, unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Escucha a uno hablando lenguas y reconoce al Espíritu que escribe no sobre losas, sino sobre el corazón» (San Agustín [354-230]. Sermón 155).

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