DOMINGO DE RAMOS, "DE LA PASIÓN DEL SEÑOR" Ciclo C
Domingo 20 de marzo 2016
UNA PALABRA DE ALIENTO
El tono de ambos textos es de entereza y determinación. La
voz profética que resuena en el libro de Isaías intercala verbos en tiempo
pasado y presente, dándonos la impresión que este cántico es una celebración
triunfal de alguien que ya superó el tiempo de la prueba –por eso no sentía los
ultrajes y que sigue convencido de que en el presente sigue contando con el
auxilio del Señor. La confianza se consolida después de haber superado los
tiempos adversos y se va transformando en fortaleza. En el relato de la última
cena, Jesús se muestra completamente dueño de su destino. Aunque sabe que se
aproxima la hora de su muerte, no se amedrenta, sino que contagia su confiada
esperanza a sus discípulos. Su vida y su muerte han llegado a su plenitud: una
vida entregada para la salvación de los demás se convierte en una existencia
significativa. La muerte martirial de Jesús será el punto de partida de la
misteriosa revelación del amor incondicional del Padre por sus hijos.
ANTÍFONA DE ENTRADA
Seis días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en
Jerusalén, salieron los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de
palmera y gritando: Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad
y de misericordia. (Sal 23, 9-10)
Puertas, ábranse de par en par; agrándense, por-tones
eternos, porque va a entrar el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la
gloria? El Señor de los ejércitos es el Rey de la gloria. Hosanna en el cielo.
Bendito tú, que vienes lleno de bondad y de misericordia.
No se dice Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro
Salvador se hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano
ejemplo de humildad, concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y
que merezcamos participar de su gloriosa resurrección. Él, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Dada la importancia de la Pasión del Señor, el sacerdote, en
las misas con el pueblo, y de acuerdo con las características de los fieles de
cada asamblea, puede omitir, una de las dos primeras lecturas, o ambas, y leer
sólo la Pasión del Señor, aun en su forma breve.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
No aparté mi rostro de los insultos, y sé que no quedaré
avergonzado.
Del libro del profeta Isaías 50, 4-7
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado
una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como
discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto
resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me
golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de
los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré
confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré
avergonzado".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y
dicen: "Confiaba en el Señor, pues que Él lo salve; si de veras lo ama,
que lo libre". R.
Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros.
Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. R.
Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los
dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te
alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo,
estirpe de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó.
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 2, 6-11
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las
prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a
sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso
la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el
nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen
la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan
públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de
Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó
incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las
cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R.
EVANGELIO
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN LUCAS 22, 14-23, 56
He deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de
padecer
Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos
y les dijo: "Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de
padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga
cabal cumplimiento en el Reino de Dios". Luego tomó en sus manos una copa
de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo
entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid
hasta que venga el Reino de Dios".
Hagan esto en memoria mía
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo
partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por
ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de cenar, hizo lo mismo con
una copa de vino, diciendo: "Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi
sangre, que se derrama por ustedes".
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!
"Pero miren: la mano del que me va a entregar está
conmigo en la mesa. Porque el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado;
pero ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!" Ellos empezaron a
preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve
Después los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de
ellos debería ser considerado como el más importante. Jesús les dijo: "Los
reyes de los paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen
llamar bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el
mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna, como si
fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la mesa o el que
sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes
como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les voy
a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a mí, para que coman y beban a mi mesa
en el Reino, y se siente cada uno en un trono, para juzgar a las doce tribus de
Israel".
Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos
Luego añadió: "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido
permiso para zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe
no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". Él le
contestó: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la
muerte". Jesús le replicó: "Te digo, Pedro, que hoy, antes de que
cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito
Después les dijo a todos ellos: "Cuando los envié sin
provisiones, sin dinero ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?" Ellos
contestaron: "Nada". Él añadió: "Ahora, en cambio, el que tenga
dinero o provisiones, que los tome; y el que no tenga espada, que venda su
manto y compre una. Les aseguro que conviene que se cumpla esto que está
escrito de mí: Fue contado entre los malhechores, porque se acerca el
cumplimiento de todo lo que se refiere a mí". Ellos le dijeron:
"Señor, aquí hay dos espadas". Él les contestó: "¡Basta ya!"
Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas
Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo
acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: "Oren, para
no caer en la tentación". Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro
de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: "Padre, si quieres,
aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la
tuya". Se le apareció entonces un ángel para confortarlo; él, en su
angustia mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas
de sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se levantó,
fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena. Entonces les
dijo: "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no caer en la
tentación".
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
Todavía estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada
por Judas, uno de los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le
dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?"
Al darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con
él dijeron: "Señor, ¿los atacamos con la espada?" Y uno de ellos
hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús
intervino, diciendo: "¡Dejen! ¡Basta!" Le tocó la oreja y lo curó.
Después Jesús dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados
del templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "Han venido a
aprehenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he
estado con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la
del poder de las tinieblas".
Pedro salió de ahí y se soltó a llorar
Ellos lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en
la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en
medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al
verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo:
"Este también estaba con él". Pero él lo negó diciendo: "No lo
conozco, mujer". Poco después lo vio otro y le dijo: "Tú también eres
uno de ellos". Pedro replicó: "¡Hombre, no lo soy!" Y como
después de una hora, otro insistió: "Sin duda que éste también estaba con
él, porque es galileo".
Pedro contestó: "¡Hombre, no sé de qué hablas!"
Todavía estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó
entonces de las palabras que el Señor le había dicho: `Antes de que cante el
gallo, me negarás tres veces', y saliendo de allí se soltó a llorar
amargamente.
Adivina quién te ha pegado
Los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, le
daban golpes, le tapaban la cara y le preguntaban: "¿divina quién te ha
pegado?" Y proferían contra él muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante el sanedrín
Al amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los
sumos sacerdotes y los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y
le dijeron: "Si tú eres el Mesías, dínoslo". Él les contestó:
"Si se lo digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a
responder. Pero ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de
Dios todopoderoso". Dijeron todos: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios?" Él les contestó: "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo
soy". Entonces ellos dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Nosotros mismos lo hemos oído de su boca". El consejo de los ancianos, con
los sumos sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante
Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos
comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se
pague tributo al César y diciendo que él es el Mesías rey".
Pilato preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los
judíos?" Él le contestó: "Tú lo has dicho". Pilato dijo a los
sumos sacerdotes y a la turba: "No encuentro ninguna culpa en este
hombre". Ellos insistían con más fuerza, diciendo: "Solivianta al
pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír esto,
Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de
Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por
aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía
mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba
presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó
ni una palabra.
Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo
sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló
de él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran
enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y
al pueblo, y les dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota
al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en
él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha
enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así
pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a
un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a
Barrabás!" A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida
en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la
intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando:
"¡Crucifícalo, crucifícalo!" Él les dijo por tercera vez: "¿Pues
qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la
muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré". Pero ellos
insistían, pidiendo a gritos que lo crucificaran. Como iba creciendo el
griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le pedían,
al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó
a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto
Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás
de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se
golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les
dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus
hijos, porque van a venir días en que se dirá: ` ¡Dichosas las estériles y los
vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!' Entonces dirán
a los montes: 'Desplómense sobre nosotros', y a las colinas: Sepúltennos',
porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?"
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con
él. Cuando llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron
allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía desde la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen". Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes. Éste es el
rey de los judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas,
diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías
de Dios, el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y
acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de
los judíos, sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un
letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los
judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús,
diciéndole: "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro le reclamaba, indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios
estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que
hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor,
cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo
te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda
la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo
se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu!" Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios,
diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre
que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su
casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia,
lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían
mirando todo aquello.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro
Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno
y justo, que no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con
sus actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el
Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó
de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la
roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Pascua y ya iba
a empezar el sábado. Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
acompañaron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Al regresar
a su casa, prepararon perfumes y ungüentos, y el sábado guardaron reposo,
conforme al mandamiento. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
O bien: Forma breve
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 23, 1-49
No encuentro ninguna culpa en este hombre
En aquel tiempo, el consejo de los ancianos, con los sumos
sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.
Entonces comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que éste anda
amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al César y
diciendo que él es el Mesías rey".
Pilato preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los
judíos?" Él le contestó: "Tú lo has dicho". Pilato dijo a los
sumos sacerdotes y a la turba: "No encuentro ninguna culpa en este
hombre". Ellos insistían con más fuerza, diciendo: "Solivianta al
pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír esto,
Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la jurisdicción de
Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por
aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía
mucho tiempo que quería verlo, pues había oído hablar mucho de él y esperaba
presenciar algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero él no le contestó
ni una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo sin
cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de
él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo remitió a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes eran
enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y
al pueblo, y les dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota
al pueblo; pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en
él ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha
enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha probado. Así
pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a
un preso. Ellos vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a
Barrabás!" A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida
en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la intención de
poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando:
"¡Crucifícalo, crucifícalo!" Él les dijo por
tercera vez: "¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado en él ningún
delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo
soltaré". Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como
iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó
al que le pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a
Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto
Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás
de Jesús. Lo iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se
golpeaban el pecho y lloraban por él. Jesús se volvió hacia las mujeres y les
dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por sus
hijos, porque van a venir días en que se dirá: ` ¡Dichosas las estériles y los
vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado!' Entonces dirán
a los montes: 'Desplómense sobre nosotros', y a las colinas: Sepúltennos',
porque si así tratan al árbol verde, ¿qué pasará con el seco?"
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían, además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con
él. Cuando llegaron al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron
allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía desde la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen". Los soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
Éste es el rey de los judíos
El pueblo estaba mirando. Las autoridades le ha-cían muecas,
diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías
de Dios, el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y
acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de
los judíos, sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un
letrero en griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los
judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús,
diciéndole: "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro le reclamaba indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando
en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos.
Pero éste ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando
llegues a tu Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te
aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la
región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se
rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu!" Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios,
diciendo: "Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre
que había acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su
casa dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a distancia,
lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y permanecían
mirando todo aquello.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por
obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el
poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la
carne y la vida eterna.
Amén.
ORACIÓN UNIVERSAL
Imploremos, hermanos, a Jesús, el Sumo Sacerdote de la fe
que profesamos, que en la cruz presentó, con lágrimas en los ojos, oraciones y
súplicas al Padre, y oremos también nosotros por todos los hombres: (R/,
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor, que en la cruz excusó a los ignorantes y
pidió perdón por ellos, tenga piedad de los fieles que han caído en el pecado,
les dé valor para recurrir al sacramento de la penitencia y les conceda el gozo
del perdón y de la paz, roguemos al Señor.
Para que la sangre de Jesús, que habla más favorablemente
que la de Abel, reconcilie con Dios a los que aún están lejos a causa de la
ignorancia, la indiferencia, la maldad o las propias pasiones, roguemos al
Señor.
Para que el Señor, que en la cruz experimentó la amargura de
sentirse triste y abandonado, se apiade de los enfermos, los afligidos y los
oprimidos y les envíe a su ángel para que los conforte, roguemos al Señor.
Para que el Señor, que recibió en su reino al ladrón
arrepentido, se apiade de nosotros nos dé sentimientos de contrición y nos
admita, después de la muerte, en su paraíso, roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que enviaste a tu Hijo al mundo,
para que, con su pasión, destruyera el pecado y la muerte y, con su
resurrección, nos devolviera la vida y la felicidad, escucha las oraciones de
tu pueblo y haz que podamos gozar de los frutos de la cruz gloriosa de
Jesucristo. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que la pasión de tu Unigénito, Señor, nos atraiga tu perdón,
y aunque no lo merecemos por nuestras obras, por la mediación de este
sacrificio único, lo recibamos de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
La Pasión del Señor
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno, por Cristo, Señor nuestro. El
cual, siendo inocente, se dignó padecer 'por los, peca dores y fue injustamente
condenado por salvar a los culpables; con su muerte borró nuestros delitos y,
resucitando, conquistó nuestra justificación. Por eso, te alabamos con todos
los ángeles y te aclamamos con voces de júbilo, diciendo:
Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 26, 42)
Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este cáliz,
hágase tu voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio
de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos
promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de
nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Dios y Padre nuestro, mira con bondad a esta familia tuya,
por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a sus verdugos y
padecer el tormento de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- No hay seguro suficiente
para librarnos de contratiempos y situaciones adversas, bien se trate de
enfermedades, que de problemas familiares o de otros fracasos mayores, que
generan mayor nivel de sufrimiento. Nuestra fragilidad humana nos vuelve
vulnerables a la maldad humana y a las fuerzas de la naturaleza. La fe
cristiana surge como la respuesta confiada y voluntaria que la persona otorga a
la persona de Jesús. Él vivió y murió sabiendo cómo cumplir en sus
circunstancias particulares la voluntad del Padre. Esa determinación de
mantenerse abierto al diálogo amoroso con su Padre fue la clave de su
espiritualidad y la razón que le dio sentido profundo a su existencia. A los
ojos de sus captores, era un subversivo que desestabilizaba el orden social y
por tanto, debía ser eliminado. Sus seguidores lo consideraron el Hijo
obediente que revelaba sin fractura alguna, la amorosa fidelidad del Padre por
sus hijos y por eso lo confesaron como su Señor.
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