sábado, 15 de marzo de 2014

Lecturas del II Domingo de Cuaresma Ciclo A 16 de marzo 2014



Lecturas del II Domingo de Cuaresma  Ciclo A  16 de marzo 2014


Primera lectura

Monición. El llamado que Dios hace a Abraham, además de marcar el inicio del pueblo elegido, tiene como objetivo restablecer la persona del patriarca, cuya condición estaba desfigurada por el pecado

Del libro del Génesis (Gén 12, 1-4)
En aquellos días, dijo el Señor a Abram: "Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra". Abram partió, como se lo había ordenado el Señor.  


Salmo responsorial (Sal 32)
R,  Señor, ten misericordia de nosotros.
L.  Sincera es la palabra del Señor y todas sus acciones son leales. Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. /R
L.  Cuida el Señor de aquellos que lo temen y en su bondad confían; los salva de la muerte y en épocas de hambre les da vida. / R
L.  En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado.


Segunda lectura

Monición. Nuestra salvación tiene su origen en la entrega amorosa que el Padre hizo de su Hijo Jesucristo. Ahora nuestra responsabilidad es aceptar este don y corresponder a sus exigencias.

 De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2 Tim 1, 8-10)
Querido hermano: Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino porque así lo dispuso él gratuitamente.
Este don, que Dios nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro Salvador. que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio.


Aclamación antes del Evangelio (Cfr. Mt 17, 5)
R. Honor y gloria a ti" Señor Jesús. En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre. que decía: "Este es mi Hijo amado; escúchenlo".
R. Honor y gloria a ti" Señor Jesús.


 Evangelio

Monición. El evangelio nos narra el pasaje de la transfiguración de  Jesús. El acontecimiento es un ejemplo sensible de la gloria que nos espera en el cielo.  
 Del santo Evangelio según san Mateo (Mt 17, 1-9)
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedamos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra Elías".
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias: escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no teman". Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".


Comentario

LA GLORIA DEL DOLOR.- Jesús, como en otras ocasiones, se queda sólo con Pedro y los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Estos tres apóstoles serán testigos cualificados de su gloria en la Transfiguración del Tabor y también de su poder cuando resucitó a la hija de hache personaje principal en Israel. Pero lo mismo que estos tres apóstoles contemplaron el esplendor de su gloria, también estos tres predilectos de Cristo contemplarán la humillación extrema del Maestro en Getsemaní. En efecto, verán cómo el Señor será abatido por el temor, escucharán su oración dolorida, descubrirán cómo su humanidad se quebranta ante el peso aplastante de la pasión.

El Señor los había elegido con el fin de fortalecer su fe, pues había de ser fundamento para la fe de los demás. Ellos podrían decir, cuando llegase el momento de la prueba y del abandono de Jesucristo, que habían contemplado el esplendor de su poder y de su gloria. Cuando Jesús quedara atravesado en la cruz, colgado entre el cielo y la tierra, ellos podrían confesar que a pesar de todo, aquel condenado a muerte era el mismo Hijo de Dios.

La de ellos es una situación que se puede repetir en nuestras vidas. A veces la prueba es dura, insoportable. Entonces hay que recordar los momentos en los que Dios ha estado cerca de nosotros, mostrándonos en cierto modo el fulgor de su grandeza. Podemos afirmar que también nosotros hemos sido testigos del poder y la gloria de Dios, y sentirnos fuertes cuando llegue el momento del dolor y de la contradicción.

Qué hermoso es estar aquí, exclama Pedro en la cima del Tabor, con la espontaneidad que le caracteriza. El resplandor de la figura de Jesucristo le embarga el corazón, le embelesa los sentidos. Aquello fue un pequeño adelanto de la “visión beatífica” que gozan los que ya están en el Cielo, visión que colma todos los deseos y anhelos del hombre y lo hace intensamente feliz. Es ese bien sin sombra de mal alguno que constituye la posesión de Dios, esa dicha inefable que el Señor tiene preparada para quienes sean fieles hasta el fin. Ojalá que el convencimiento de que vale la pena alcanzar ese bien, sostenga nuestra esperanza y estimule nuestro afán de lucha.

Por Antonio García-Moreno


Fuente Comentario: www.betania.es

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