¿Quieres curarte?
A nosotros nos parecería al menos superflua, cuando no
ofensiva, esta pregunta de Jesús a aquel paralítico que llevaba nada menos que
treinta y ocho años allí tirado, esperando que alguien le echara una mano. La
mentalidad popular de entonces consideraba que la enfermedad era castigo de
Dios; por ello, ante estas personas, no sentían pena o compasión, sino
desprecio. "¿Quieres curarte?" Jesús sabe que volver a caminar, para
el paralítico, más que poderse desplazar, es cambiar de mentalidad: tomar en
sus manos el propio destino, transformar completamente la propia vida. Y Jesús,
respetuosamente, lo invita a reflexionar. Es muy frecuente encontrar personas
que vienen y te disparan una carretada de situaciones problemáticas, pero que,
en realidad, no tienen intención alguna de cambiar. Es un puro desahogo
emocional. No hay disposición de pagar algo propio para mejorar la vida con las
personas con las que conviven. Es una pena, pero es así: preferimos una certeza
negativa a un bien hipotético. Jesús sabe, y todo mundo lo entiende, que el
principio de la curación es aceptar la enfermedad. Cuántas veces le pedimos al
Señor que opere en nosotros cambios que nosotros mismos, acá muy adentro, no
deseamos. Dios nos salva sólo si colaboramos, si queremos. Él nos trata como
adultos, con dignidad. No somos marionetas, títeres de feria. Así que cuando le
pidamos un favor, tengamos en cuenta que el único riesgo es que Dios nos
escuche. Pero, casi nunca como imaginamos nosotros.
Misal Diario
Pan de la Palabra
1 de a Abril 2014
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