Anunciación del Señor
El pasaje del Evangelio que
escuchamos el día de la fiesta de la Anunciación del Señor, es conocido como la
"Anunciación" porque en él se narra el anuncio de lo que
verdaderamente es el hijo de María, Hijo de Dios, concebido en el momento en
que ella da su consentimiento. Un anuncio que es complementado por el anuncio a
José, padre de Jesús y esposo de María (Mt 1, 18-25).
Como el año hebreo comienza en
octubre, el sexto mes hebreo equivale para nosotros al mes de marzo. Por eso el
25 de marzo, nueve meses antes del 25 de diciembre o Navidad, la Iglesia
celebra la Concepción del Hijo de Dios o la Anunciación.
La anunciación del nacimiento de
Jesús es presentada como la coronación de todas las profecías. Dios, de forma
misteriosa, engendró a Jesús, tal como un padre engendra a un hijo. Éste es el
misterio más grande de toda la fe cristiana y la naturaleza del Salvador
prometido, que es humano y divino.
San Lucas señala que para el
tiempo de la anunciación María vivía en Nazaret. La tradición de la Iglesia
dice que los padres de María, Joaquín y Ana, eran muy ancianos cuando ella
nació, que fue llevada por ellos al templo para que la cuidaran y la educaran
hasta su doncellez y que quedó huérfana a temprana edad. Podemos suponer que,
una vez comprometida con José, fue adoptada por alguno de sus familiares que
vivían en Nazaret, en espera de entregarla en matrimonio. Fue durante este
tiempo de espera que se dio el anuncio del ángel.
En esta solemnidad nueve meses
antes de la Navidad celebramos la encarnación del Hijo de Dios, que san Lucas
describe en el anuncio del ángel a la santísima Virgen. Toda la liturgia del
día de hoy está coloreada por las palabras del salmista, que la carta a los
hebreos pone en labios de Cristo al llegar al mundo: "Aquí estoy, Dios
mío: vengo para cumplir tu voluntad".
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