Es una realidad la resurrección de los muertos.
«Nuestro Salvador y Maestro, en
la respuesta dada a los saduceos, que niegan la resurrección, y que por otra
parte afrontaban a Dios violando la ley, confirma la realidad de la resurrección
de los muertos y testifica a favor de Dios, diciéndoles: "Están muy equivocados"
al no comprender las Escrituras ni el poder de Dios. Y acerca de la
resurrección de los muertos -dice- ¿no han leído lo que dijo Dios: "Yo soy
el Dios de Abraham, el Dios de lsaac, y el Dios de Jacob?" Y añadió:
"No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están
vivos". Con estas palabras manifestó que quien le habló a Moisés desde la
zarza y declaró ser el Dios de los padres, es el Dios de los vivos. Y ¿quién es
el Dios de los vivos sino el único Dios, por encima del cual no existe ningún otro
Dios? Es el mismo Dios anunciado por el profeta Daniel, cuando al decirle Ciro,
el persa, ¿por qué no adoras a Baal?, le
respondió: yo adoro al Señor, mi Dios, que es el Dios vivo. Así que el Dios
vivo adorado por los profetas es el Dios de los vivos, y lo es también su
Palabra, que habló a Moisés, que contradijo a los saduceos, que nos hizo el
regalo de la resurrección, mostrando a los que estaban ciegos estas dos
verdades fundamentales: la resurrección y Dios. Si Dios no es Dios de muertos,
sino de vivos, y no obstante, es llamado Dios de los padres que ya murieron, es
indudable que todos ellos están vivos para Dios y no perecieron: son hijos de
Dios, porque participan de la resurrección» (San Ireneo de Lyon [muerto hacia
el 202]. Tratado sobre las herejías).
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