DOMINGO
XXI DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A
Domingo
27 de agosto 2017
EL
SIMBOLISMO DE LAS LLAVES
El
profeta Isaías autorizó a Eliaquín como nuevo mayordomo del palacio real de
Jerusalén en sustitución de un mayordomo abusivo. La entrega de las llaves
implicaba conferir un poder excepcional en el palacio para disponer de la
custodia, los ingresos y accesos al palacio de David. En el pasaje del
Evangelio de san Mateo, el Señor Jesús delega una autoridad plena al primero
del grupo de los Doce. Simón, asumirá la función de ser roca testimonial sobre
la que se levantará la comunidad de los discípulos de Jesús. Además, Pedro
ejercerá funciones disciplinares, marcando referencias y coordenadas sobre las
implicaciones del seguimiento de Jesús. Como intérprete de la voluntad de
Jesús, su Señor, tendrá que actualizar y discernir en comunión con los demás apóstoles,
el camino de la fidelidad a Cristo resucitado.
ANTÍFONA
DE ENTRADA Cfr. Sal 85, 1-3
Inclina
tu oído, Señor, y escúchame. Salva a tu siervo, que confía en ti. Ten piedad de
mí, Dios mío, pues sin cesar te invoco.
GLORIA
Gloria
a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te
damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo
único, Jesucristo.
Señor
Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque
sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el
Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de tus fieles, impulsa a tu
pueblo a amar lo que mandas y a desear lo que prometes, para que, en medio de
la inestabilidad del mundo, estén firmemente anclados nuestros corazones donde
se halla la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
PRIMERA
LECTURA
Pondré
la llave del palacio de David sobre su hombro.
Del
libro del profeta Isaías: 22, 19-23
Esto
dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: "Te echaré de tu puesto y te
destituiré de tu cargo. Aquel mismo día llamaré a mi siervo, a Eleacín, el hijo
de Elcías; le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda y le traspasaré tus
poderes.
Será
un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la
llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que él abra, nadie lo cerrará;
lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo fijaré como un clavo en muro firme y será
un trono de gloria para la casa de su padre". Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL
Del
salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6. 8bc
R/.
Señor, tu amor perdura eternamente.
De
todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te
cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo. R/.
Señor,
te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos, nos
oíste y nos llenaste de valor. R/.
Se
complace el Señor en los humildes y rechaza al engreído. Señor, tu amor perdura
eternamente; obra tuya soy, no me abandones. R/.
SEGUNDA
LECTURA
Todo
proviene de Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado hacia él.
De
la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 11, 33-36
¡Qué
inmensa y rica es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué impenetrables son sus
designios e incomprensibles sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás el
pensamiento del Señor o ha llegado a ser su consejero? ¿Quién ha podido darle
algo primero, para que Dios se lo tenga que pagar? En efecto, todo proviene de
Dios, todo ha sido hecho por él y todo está orientado hacia él. A él la gloria
por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
ANTES DEL EVANGELIO Mt 16, 18
R/.
Aleluya, aleluya.
Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno
no prevalecerán sobre ella, dice el Señor. R/.
EVANGELIO
Tú
eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos.
Del
santo Evangelio según san Mateo: 16, 13-20
En
aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre?" Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".
Luego
les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Simón Pedro tomó
la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús le dijo entonces: ¡dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo
ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo
a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes
del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los
cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Y
les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN
DE FE
CREDO
NICENO CONSTANTINOPOLITANO
Creo
en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo
lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de
Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del
Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra
salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la
Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de
Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las
Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo
vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo
en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por
los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Pidamos,
hermanos, al Señor que venga en nuestro auxilio y, por el honor de su nombre,
escuche nuestra oración. Digamos con fe y devoción: Te rogamos, Señor. (R/. Te
rogamos, Señor.)
Para
que el Señor, en su infinita bondad, se acuerde del Santo Padre, el Papa Francisco,
de nuestro obispo N., y de todos los demás obispos, que anuncian la palabra de
Dios; para que bendiga a los sacerdotes y diáconos y, en su gran misericordia,
se acuerde de todos los fieles que aman a Jesucristo, roguemos al Señor.
Para
que Dios conceda a los que trabajan la tierra lluvias oportuna y buenas
cosechas, dé sabiduría a los investigadores, acierto a los que enseñan,
docilidad y constancia a los que estudian y otorgue a todos aquellos que
necesitan en cada momento, roguemos al Señor.
Para
que el Señor infunda en el corazón de los pecadores un vivo y sincero
arrepentimiento de sus culpas, les conceda el perdón de sus pecados y les dé
fuerza para no recaer en el mal, a fin de que donde creció el pecado, más
desbordante sea la misericordia divina, roguemos al Señor.
Para
que el Señor conceda sus dones a nuestros familiares, amigos, bienhechores y a
todos aquellos que queremos recordar; para que, a cambio de las riquezas que
nos han dado, obtengan las riquezas inmortales y, en lugar de los bienes
temporales, alcancen los bienes eternos, roguemos al Señor.
Señor,
Padre santo, fuente de toda sabiduría, que mostraste al apóstol Pedro la
soberanía de tu Hijo, escucha las oraciones de tu pueblo y haz que nuestra fe
encuentre siempre su más sólido fundamento en las enseñanzas del sucesor de
Pedro, y que todos los pueblos, iluminados por la luz de tu Espíritu,
reconozcan en Jesús de Nazaret al Cristo vivo y glorioso y lleguen a ser
piedras vivas de tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
que con un mismo y único sacrificio adquiriste para ti un pueblo de adopción,
concede, propicio, a tu Iglesia, los dones de la unidad y de la paz. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
El
Misterio de la salvación
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte
gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro. Quien, compadecido del
extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen María; muriendo en la cruz,
nos libró de la muerte eterna y, resucitando, nos dio vida eterna. Por eso, con
los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin
cesar el himno de tu gloria:
Santo,
Santo, Santo es el Señor, Dios del universo,
Llenos
están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna
en el cielo.
Bendito
el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 103, 13-15
La
tierra está llena, Señor, de dones tuyos: el pan que sale de la tierra y el
vino que alegra el corazón del hombre.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
pedimos, Señor, que la obra salvadora de tu misericordia fructifique plenamente
en nosotros, y haz que, con la ayuda continua de tu gracia, de tal manera
tendamos a la perfección, que podamos siempre agradarte en todo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
UNA
REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- La autoridad que Jesús confía al pescador
llamado Simón, no es, en manera alguna, un poder patrimonial que pueda
ejercerse de manera autoritaria ni abusiva. La autoridad que Pedro ejercerá en
la comunidad cristiana implica ceñirse al estilo de Jesús. El Maestro guió y
atendió a sus discípulos haciéndose el servidor de todos. Estas palabras
podrían sonar a mensaje desgastado, ahora que observamos tantos abusos de poder
de parte de autoridades desacreditadas que actúan de manera abusiva y
despótica. Estos excesos resultan insoportables y nuestra cultura ya no tolera
la corrupción ni el tráfico de influencias. Por más que subsistan restos de
clericalismo en la comunidad eclesial, no podemos disimular que no advertimos
los abusos de autoridad contrarios al espíritu del Evangelio. El apóstol Pedro
y cuantos ejercen un ministerio de dirección en la Iglesia, no recibieron un
premio, ni un privilegio, sino una vocación para servir a los hermanos con la
transparencia y la sencillez con la que Jesús sirvió a sus discípulos.
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