La Transfiguración Del Señor
Domingo 6 de agosto 2017
Por medio de la Transfiguración,
el Señor quiere preparar el corazón de sus discípulos para que superen el
escándalo de la cruz. Pero esta fiesta es, además, un anuncio de la adopción
maravillosa que nos hace hijos de Dios en Jesucristo y del resplandor con que
un día brillará todo el cuerpo de la Iglesia.
ESTE ES MI HIJO, ESCÚCHENLO
El relato de la transfiguración
tiene un notable enfoque revelador, puesto que anticipa a los discípulos el
hecho de la resurrección de Cristo. Ocurre en un monte y con este detalle nos
hace recordar el monte donde Moisés intervino como facilitador de la alianza de
Dios con su pueblo. La luminosidad nos orienta para comprender que se trata de
una manifestación divina. El rostro resplandeciente de Jesús, que según la
narración brilla como el sol, nos ayuda a entender que esa luminosidad brota de
su interior, superando a Moisés, cuyo resplandor era apenas un reflejo de la
gloria de Dios. Por eso mismo, Moisés y Elías, que representaban dos momentos
importantes en la vida de Israel, a saber, el tiempo de la ley y el tiempo de
la profecía, ya no son los protagonistas de la revelación, sino meros testigos.
Su papel como mediadores ha concluido, ahora ellos mismos atestiguan la
centralidad de Cristo transfigurado.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Mt 17, 5
Apareció el Espíritu Santo en una
nube luminosa y se oyó la voz del Padre celestial que decía: Éste es mi Hijo
muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en
la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te
alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor
Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo
del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que
quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la
derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú
Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios
Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que en la
Transfiguración gloriosa de tu Unigénito fortaleciste nuestra fe con el
testimonio de los profetas y nos dejaste entrever la gloria que nos espera,
como hijos tuyos, concédenos escuchar siempre la voz de tu Hijo amado, para
llegar a ser coherederos de su gloria. Él, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Su vestido era blanco como la
nieve.
Del libro del profeta Daniel: 7,
9-10. 13-14
Yo, Daniel, tuve una visión
nocturna: Vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó. Su vestido era
blanco como la nieve, y sus cabellos, blancos como lana. Su trono, llamas de
fuego, con ruedas encendidas. Un río de fuego brotaba delante de él. Miles y
miles lo servían, millones y millones estaban a sus órdenes. Comenzó el juicio
y se abrieron los libros.
Yo seguí contemplando en mi
visión nocturna y vi a alguien semejante aun hijo de hombre, que venía entre
las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido
a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos
los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se
acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. Palabra de
Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 96,1-2. 5-6. 9
R/. Reina el Señor, alégrese la
tierra.
Reina el Señor, alégrese la
tierra; cante de regocijo el mundo entero. Tinieblas y nubes rodean el trono
del Señor que se asienta en la justicia y el derecho. R/.
Los montes se derriten como cera
ante el Señor de toda la tierra. Los cielos pregonan su justicia, su inmensa
gloria ven todos los pueblos. R/.
Tú, Señor altísimo, estás muy por
encima de la tierra y mucho más en alto que los dioses. R/.
SEGUNDA LECTURA
Nosotros escuchamos esta voz
venida del cielo.
De la segunda carta del apóstol
san Pedro: 1, 16-19
Hermanos: Cuando les anunciamos
la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos
fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros
propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor,
cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: "Éste es mi
Hijo amado, en quien yo me complazco". Y nosotros escuchamos esta voz,
venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
Tenemos también la firmísima
palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una
lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de
la mañana amanezca en los corazones de ustedes. Palabra de Dios. Te alabamos,
Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt
17, 5
R/. Aleluya, aleluya.
Éste es mi Hijo muy amado, dice
el Señor, en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo. R/.
EVANGELIO
Su rostro se puso resplandeciente
como el sol.
Del santo Evangelio según san
Mateo: 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó
consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a
solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro
se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como
la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con
Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús:
"Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres
tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Cuando aún estaba hablando, una
nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi
Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al
oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor.
Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no
teman".
Alzando entonces los ojos, ya no
vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:
"No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya
resucitado de entre los muertos". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor
Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO NICENO CONSTANTINOPOLITANO
Creo en un sólo Dios, Padre
Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo
invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del
Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de
Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por
quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación
bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y
se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio
Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las
Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo
vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo
en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por
los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Invoquemos, hermanos, a Dios
Padre, que, al revelarnos la gloria de su Hijo amado, nos muestra la esperanza
a la que estamos llamados, digamos confiadamente: Te rogamos, Señor. (R/. Te
rogamos, Señor.)
Para que Dios conceda a las
Iglesias de Oriente, que hoy celebran esta gran solemnidad la Transfiguración
de Jesucristo, encontrar su gozo en el hecho de que la luz de la gloria del
Señor resplandezca sobre ellas, roguemos al Señor.
Para que quienes empiezan a
sentirse atraídos por Jesús y su Evangelio encuentren quien los ayude a
transformar la simple admiración en una fe plena en Jesucristo, roguemos al
Señor.
Para que Dios fortalezca a los
enfermos con la esperanza de que su frágil condición será transformada según el
modelo de la condición gloriosa de Jesucristo, roguemos al Señor.
Para que el Dios de la gloria,
que nos llama a vivir en su presencia, nos conceda el espíritu de contemplación
y oración, de manera que gustemos ya desde ahora el gozo que nos prepara en el
cielo, roguemos al Señor.
Escucha nuestra oración, Dios
todopoderoso y eterno, e ilumínanos con tu gracia, para que vivamos siempre a
la espera de la manifestación de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de
los siglos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica, Señor, las ofrendas
que te presentamos en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito, y límpianos
de las manchas del pecado con el resplandor de tu luz. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
El Misterio de la
Transfiguración.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, Señor nuestro.
Porque él reveló su gloria ante
los testigos que había elegido, y revistió su cuerpo, semejante al de todos los
hombres, de un extraordinario esplendor, para apartar del corazón de sus
discípulos el escándalo de la cruz, y manifestar que se cumpliría en la
totalidad del cuerpo de la Iglesia lo que brilló admirablemente en él mismo, su
cabeza. Por eso, con todos los ángeles, te alabamos por siempre en la tierra,
aclamándote sin cesar: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Jn
3, 2
Cuando se manifieste el Señor,
seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te rogamos, Señor, que el
alimento celestial que hemos recibido, nos transforme a imagen de aquel cuyo
esplendor quisiste manifestar en su gloriosa Transfiguración. Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO
TIEMPO.- Nada más difícil que saber escuchar. Parece que fuera algo sencillo y
no lo es. Para escuchar hace falta tener apertura hacia la persona que nos
habla, juzgando que tiene algo relevante que compartirnos. Además, es preciso
disponerse a acoger y obedecer lo escuchado, sobre todo cuando estamos delante
de alguien que se presenta como portavoz original de la voluntad de Dios. El
Señor Jesús no anduvo predicando mensajes gastados, ni repitiendo las mismas
fórmulas que otros maestros de Israel habían recitado. Fue un profeta y un mensajero
que formuló con libertad un mensaje fresco y original. Hacía falta superar el
escándalo inicial que sus palabras generaban entre sus oyentes. De ahí, que
este pasaje, nos diga que Dios mismo se ocupa de acreditarlo, como su hijo
amado, a fin de que los oyentes le abrieran su corazón. Quienes nos muestran el
rostro vivo de Dios se topan frecuentemente con nuestra rigidez mental. Dios
nos sigue invitando a escucharles con apertura.
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