viernes, 4 de agosto de 2017

La Transfiguración Del Señor




La Transfiguración Del Señor
Domingo 6 de agosto 2017

Por medio de la Transfiguración, el Señor quiere preparar el corazón de sus discípulos para que superen el escándalo de la cruz. Pero esta fiesta es, además, un anuncio de la adopción maravillosa que nos hace hijos de Dios en Jesucristo y del resplandor con que un día brillará todo el cuerpo de la Iglesia.


ESTE ES MI HIJO, ESCÚCHENLO

El relato de la transfiguración tiene un notable enfoque revelador, puesto que anticipa a los discípulos el hecho de la resurrección de Cristo. Ocurre en un monte y con este detalle nos hace recordar el monte donde Moisés intervino como facilitador de la alianza de Dios con su pueblo. La luminosidad nos orienta para comprender que se trata de una manifestación divina. El rostro resplandeciente de Jesús, que según la narración brilla como el sol, nos ayuda a entender que esa luminosidad brota de su interior, superando a Moisés, cuyo resplandor era apenas un reflejo de la gloria de Dios. Por eso mismo, Moisés y Elías, que representaban dos momentos importantes en la vida de Israel, a saber, el tiempo de la ley y el tiempo de la profecía, ya no son los protagonistas de la revelación, sino meros testigos. Su papel como mediadores ha concluido, ahora ellos mismos atestiguan la centralidad de Cristo transfigurado.


ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Mt 17, 5

Apareció el Espíritu Santo en una nube luminosa y se oyó la voz del Padre celestial que decía: Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo.


GLORIA

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.


ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que en la Transfiguración gloriosa de tu Unigénito fortaleciste nuestra fe con el testimonio de los profetas y nos dejaste entrever la gloria que nos espera, como hijos tuyos, concédenos escuchar siempre la voz de tu Hijo amado, para llegar a ser coherederos de su gloria. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.


LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Su vestido era blanco como la nieve.

Del libro del profeta Daniel: 7, 9-10. 13-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó. Su vestido era blanco como la nieve, y sus cabellos, blancos como lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas encendidas. Un río de fuego brotaba delante de él. Miles y miles lo servían, millones y millones estaban a sus órdenes. Comenzó el juicio y se abrieron los libros.
Yo seguí contemplando en mi visión nocturna y vi a alguien semejante aun hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 96,1-2. 5-6. 9

R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.

Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero. Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la justicia y el derecho. R/.

Los montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra. Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos. R/.

Tú, Señor altísimo, estás muy por encima de la tierra y mucho más en alto que los dioses. R/.


SEGUNDA LECTURA

Nosotros escuchamos esta voz venida del cielo.

De la segunda carta del apóstol san Pedro: 1, 16-19

Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia, sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza. En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor, cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo: "Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco". Y nosotros escuchamos esta voz, venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo.
Tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 17, 5
R/. Aleluya, aleluya.

Éste es mi Hijo muy amado, dice el Señor, en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo. R/.


EVANGELIO

Su rostro se puso resplandeciente como el sol.

Del santo Evangelio según san Mateo: 17, 1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: "Levántense y no teman".
Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


PROFESIÓN DE FE

CREDO NICENO CONSTANTINOPOLITANO

Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.


PLEGARIA UNIVERSAL

Invoquemos, hermanos, a Dios Padre, que, al revelarnos la gloria de su Hijo amado, nos muestra la esperanza a la que estamos llamados, digamos confiadamente: Te rogamos, Señor. (R/. Te rogamos, Señor.)

Para que Dios conceda a las Iglesias de Oriente, que hoy celebran esta gran solemnidad la Transfiguración de Jesucristo, encontrar su gozo en el hecho de que la luz de la gloria del Señor resplandezca sobre ellas, roguemos al Señor.

Para que quienes empiezan a sentirse atraídos por Jesús y su Evangelio encuentren quien los ayude a transformar la simple admiración en una fe plena en Jesucristo, roguemos al Señor.

Para que Dios fortalezca a los enfermos con la esperanza de que su frágil condición será transformada según el modelo de la condición gloriosa de Jesucristo, roguemos al Señor.

Para que el Dios de la gloria, que nos llama a vivir en su presencia, nos conceda el espíritu de contemplación y oración, de manera que gustemos ya desde ahora el gozo que nos prepara en el cielo, roguemos al Señor.

Escucha nuestra oración, Dios todopoderoso y eterno, e ilumínanos con tu gracia, para que vivamos siempre a la espera de la manifestación de Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Santifica, Señor, las ofrendas que te presentamos en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito, y límpianos de las manchas del pecado con el resplandor de tu luz. Por Jesucristo, nuestro Señor.


PREFACIO

El Misterio de la Transfiguración.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, Señor nuestro.
Porque él reveló su gloria ante los testigos que había elegido, y revistió su cuerpo, semejante al de todos los hombres, de un extraordinario esplendor, para apartar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz, y manifestar que se cumpliría en la totalidad del cuerpo de la Iglesia lo que brilló admirablemente en él mismo, su cabeza. Por eso, con todos los ángeles, te alabamos por siempre en la tierra, aclamándote sin cesar: Santo, Santo, Santo...


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. 1 Jn 3, 2

Cuando se manifieste el Señor, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te rogamos, Señor, que el alimento celestial que hemos recibido, nos transforme a imagen de aquel cuyo esplendor quisiste manifestar en su gloriosa Transfiguración. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Nada más difícil que saber escuchar. Parece que fuera algo sencillo y no lo es. Para escuchar hace falta tener apertura hacia la persona que nos habla, juzgando que tiene algo relevante que compartirnos. Además, es preciso disponerse a acoger y obedecer lo escuchado, sobre todo cuando estamos delante de alguien que se presenta como portavoz original de la voluntad de Dios. El Señor Jesús no anduvo predicando mensajes gastados, ni repitiendo las mismas fórmulas que otros maestros de Israel habían recitado. Fue un profeta y un mensajero que formuló con libertad un mensaje fresco y original. Hacía falta superar el escándalo inicial que sus palabras generaban entre sus oyentes. De ahí, que este pasaje, nos diga que Dios mismo se ocupa de acreditarlo, como su hijo amado, a fin de que los oyentes le abrieran su corazón. Quienes nos muestran el rostro vivo de Dios se topan frecuentemente con nuestra rigidez mental. Dios nos sigue invitando a escucharles con apertura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario