DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A
Domingo 03 de septiembre 2017
LA VIDA QUE SE ENTREGA, SE RECOBRA
Jer 20, 7-9; Rom 12, 1-2; Mt 16, 21-27
Las llamadas confesiones de Jeremías nos permiten
asomarnos a su drama interior. El profeta era una persona con una profunda
sensibilidad poética y una gran emotividad. Los desaires y ataques de sus
vecinos, lo mismo que la presencia discreta de Dios en su vida, lo dejaban
cimbrando interiormente. El problema era que cada vez que comunicaba lo que
Dios le revelaba, se metía en problemas con la gente, reacia a dejarse
cuestionar. Jeremías estaba atrapado por Dios y no podía, aunque quisiera,
dejar de servirle como su portavoz. Entregó su vida, que fue perdiendo entre
cárceles y golpizas y finalmente fue obligado a marchar contra su voluntad
hacia Egipto donde terminaron sus días. Animados por la esperanza en la
resurrección, confesamos que el Padre ha revindicado a Jesús y ha admitido a la
vida plena a sus profetas fieles, como sin duda lo fue Jeremías.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 85, 3. 5
Dios mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te
invoco: Tú eres bueno y clemente, y rico en misericordia con quien te invoca.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los
hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te
adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios
Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que
quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del
mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú
Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Dios de toda virtud, de quien procede todo lo que
es bueno, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, y concede que,
haciendo más religiosa nuestra vida, hagas crecer el bien que hay en nosotros y
lo conserves con solicitud amorosa. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Soy objeto de burla por anunciar la palabra del
Señor.
Del libro del profeta Jeremías: 20, 7-9
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más
fuerte que yo y me venciste. He sido el hazmerreír de todos; día tras día se
burlan de mí. Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos
violencia y destrucción. Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en
objeto de oprobio y de burla todo el día. He llegado a decirme: "Ya no me
acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre".
Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado
en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9.
R/. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a ti te busco; de ti
sedienta está mi alma. Señor, todo mi ser te añora, como el suelo reseco añora
el agua. R/.
Para admirar tu gloria y tu poder, con este afán te
busco en tu santuario. Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor,
te alabarán mis labios. R/.
Podré así bendecirte mientras viva y levantar en
oración mis manos. De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos
labios. R/.
Porque fuiste mi auxilio y a tu sombra, Señor,
canto con gozo. A ti se adhiere mi alma y tu diestra me da seguro apoyo. R/.
SEGUNDA LECTURA
Ofrézcanse ustedes mismos como una ofrenda viva.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos:
12, 1-2
Hermanos: Por la misericordia que Dios les ha
manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda
viva, santa y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto. No
se dejen transformar por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva
manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es
la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Ef 1, 17-18
R/. Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine
nuestras mentes para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su
llamamiento. R/.
EVANGELIO
El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí
mismo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 16, 21-27
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus
discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los
ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo,
diciéndole: "No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a
ti". Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: "¡Apártate de mí,
Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar
no es el de Dios, sino el de los hombres!".
Luego Jesús dijo a sus discípulos: "El que
quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues
el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la
encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y
qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la
gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno
lo que merecen sus obras". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO NICENO CONSTANTINOPOLITANO
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador
del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo
Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado,
no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por
nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del
Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra
causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado
a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de
vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que
es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el
perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Pidamos, hermanos, al Señor que dé oídos a las
súplicas de su pueblo, diciendo: Escúchanos, Señor. (R/. Escúchanos, Señor.)
Tengamos presente, hermanos, en nuestras oraciones
a la Iglesia santa, católica y apostólica, para que el Señor lo haga crecer en
la fe, la esperanza y la caridad. Roguemos al Señor.
Oremos también por los pecadores, por los
encarcelados, por los enfermos y por los que están lejos de sus hogares, para
que el Señor los proteja, los libere, les devuelva la salud y los consuele.
Roguemos al Señor.
Oremos también por las almas de todos los difuntos,
para que Dios, en su bondad, quiera admitirlos en el coro de los santos y de
los elegidos. Roguemos al Señor.
Pidamos también por los que nos disponemos a
celebrar la Eucaristía, para que el Señor perdone sus culpas de los que vamos a
participar de sus sacramentos, otorgue sus premios a los que ejercerán los
diversos ministerios y dé la salvación a todos aquellos por los que ofrecemos
nuestro sacrificio. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo y
renuévanos con tu Espíritu de verdad, para que nunca nos dejemos engañar por
las seducciones del mundo, y, como verdaderos discípulos de tu Hijo, sepamos
discernir lo bueno, lo que te agrada, lo perfecto, y carguemos con la cruz,
acompañando a Cristo, nuestra esperanza. Él, que vive y reina por los siglos de
los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que esta ofrenda sagrada, Señor, nos traiga siempre
tu bendición salvadora, para que dé fruto en nosotros lo que realiza el
misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Prefacio para los domingos del Tiempo
Ordinario.
PREFACIO
El Misterio de la salvación
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro. Quien,
compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen María;
muriendo en la cruz, nos libró de la muerte eterna y, resucitando, nos dio vida
eterna. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros
celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo,
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna
en el cielo.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 30, 20
Qué grande es tu bondad, Señor, que tienes
reservada para tus fieles.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Saciados con el pan de esta mesa celestial, te
suplicamos, Señor, que este alimento de caridad fortalezca nuestros corazones,
para que nos animemos a servirte en nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- En una sociedad
donde predominan las relaciones individualistas, proponer la espiritualidad del
Señor Jesús resulta una contracorriente. Negarse a sí mismo, cargar la cruz y
perder la propia vida, se antoja algo carente de toda lógica para quienes
profesan la llamada "cultura líquida". Quienes se cierran en la
dimensión puramente mundana, sintonizan con una visión estrecha: "tú solo
vives una sola vez" (you only live once), que los empuja a buscar la
propia satisfacción a toda prisa y casi siempre, desentendiéndose del amor a
los demás. De ahí que sea necesario comprender que el movimiento de creyentes
que se agruparon en torno de Jesús era una organización minoritaria y modesta.
Una existencia verdaderamente congruente con el espíritu de Jesús es
completamente opuesta a una mentalidad egoísta. Sin embargo, quienes han
corrido el riesgo de entregarse, sirviendo desayunos a los parientes de los
enfermos en hospitales públicos o acogiendo sin segundas intenciones a los
migrantes, saben que su vida no se ha desperdiciado, sino que se ha llenado de
sentido.
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