A partir de la aparición de Cristo resucitado al fariseo
Saulo y su conversión total, Saulo es otro totalmente diferente y toma grandes
decisiones; abandonó todo por amor a Cristo, abandonó a su familia, renunció a
su orgullo de raza, a su carrera profesional, a sus aspiraciones, a su
fanatismo farisaico, a sus amigos y parientes judíos. Todo esto, comparado con
Jesús, lo consideró como basura.
En cambio ganó todo; una verdadera vida por su incorporación
en Cristo, creyendo en El y pidiendo el Bautismo; ganó una absoluta claridad
sobre su futuro papel de testigo de Cristo; ganó una nueva visión del Cristo
místico que vive en cada uno de los hermanos bautizados.
La conversión radical de San Pablo fue en un solo momento,
un fruto de la gracia del Señor, fruto que otros hombres consiguen a lo largo
de muchos años.
El “Apóstol de los Gentiles” reconoce que no hay salvación
ni justificación por la ley mosaica ni por ninguna otra tradición o institución
humana, sino sólo por la nueva vida de Cristo; pero este Señor crucificado y
resucitado no sólo debe vivir y reinar dentro de nosotros, sino en la Iglesia , que
consecuentemente debe ser misionera y; con celo infatigable, trabajar en la
evangelización de todos los hombres y pueblos.
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