domingo, 31 de marzo de 2013

Los signos de la Fe en la liturgia de la Vigilia Pascual



Los signos de la Fe en la liturgia de la Vigilia Pascual

• El fuego, la luz del cirio, las luces de la asamblea, constituyen uno de los símbolos más elocuentes de la Vigilia, celebrada cuando caen las tinieblas de la noche. De noche salieron los israelitas de Egipto y en la noche se manda celebrar la pascua, de generación en generación (Ex 12,42). También los cristianos velan en la noche de Pascua para celebrar la memoria, la presencia y el anuncio de la nueva Pascua de Cristo. De este modo se permanece vigilantes para cuando llegue el Señor (Lc 12,35-36). La luz es el signo gozoso de la llegada del Señor resucitado. El brilla en medio de las tinieblas para siempre.
• La luz: Jesús es la luz del mundo. Su resurrección es la luz que disipa definitivamente las tinieblas del pecado y de la muerte. La luz es para alumbrar, para guiar, para calentar. La liturgia de la Iglesia recrea este misterio de la luz con el fuego de la vigilia pascual y con el cirio, su simbólica imagen resucitada, su nuevo y definitivo icono pascual.
• El agua: Jesucristo es el agua viva, el manantial de la vida. Quien la bebe nunca más tendrá sed. El agua es signo de vida, de limpieza, de purificación, de fecundidad. Con el agua y en agua renacemos a la vida nueva por el bautismo. La liturgia pascual venera de modo especial el agua bendecida en la noche santa y en esta agua renueva su fe y promesas bautismales.
• CIRIO PASCUAL.
Se enciende el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo resucitado y se reparte su fuego para encender las velas que todos los fieles llevan a la celebración, significando que Cristo, "Luz del Mundo", ilumina la vida de los hombres con su Resurrección. Se coloca al frente, en el presbiterio, desde donde domina toda la asamblea.

Misterio: vida
• — Esta noche santa, «Vigilia de las vigilias», es la expresión más significativa del tránsito pascual. Su carácter nocturno conlleva a una pregnancia simbólica. Se trata de un verdadero «paso» de las tinieblas a la luz, de la noche al día, que simboliza el paso de Israel de la esclavitud a la libertad; el paso de Cristo de la muerte a la vida gloriosa, de la cruz a la resurrección; el paso de los creyentes del pecado a la vida, de la esclavitud a la libertad, de la tristeza a la alegría. La pascua de Jesús es la primicia de una transformación radical, por la que todo recibe un nuevo sentido. Es el sentido de la nueva creación, del nuevo eón, de la nueva historia... en donde la medida y el valor no se harán desde la muerte y el dolor, sino desde la resurrección y la vida en Cristo.
• La Vigilia Pascual es el mismo corazón de la Pascua, donde se condensan todos los aspectos y dinamismos implicados, en su punto de referencia principal que es la resurrección. Se trata de un único misterio con pluralidad de dimensiones, que pueden concretarse así:
• La Pascua tiene dos polos: el de la historia concreta, que queda horadada de sentido nuevo en sus procesos y acontecimientos; y el de la escatología, hacia la que tiende, como punto final en que este proceso desemboca «hasta que el Señor vuelva».
• La Pascua tiene tres tiempos: el del pasado histórico, del que hace memoria; el del presente concreto, en que se actualiza; el del futuro escatológico, que anticipa y hacia el que tiende.
• La Pascua tiene dos vertientes: la humana, porque el hombre está representado en Cristo hombre para su redención; y la divina, porque es el momento en que más se manifiesta el amor de Dios.
• La Pascua tiene dos caras: la de la muerte en la cruz, por la que se muestra el carácter agónico y doloroso, con rostro de fracaso, de la redención; y la resurrección del sepulcro, por la que se certifica, en rostro de triunfo, la acogida positiva del Padre al sacrificio de su Hijo.
• La Pascua tiene dos momentos vitales: el de la vida entera de Cristo, que al encarnarse ya comienza un proceso o existencia pascual (initium nostrae redemptionis); y el de la «hora» o «tránsito», de la muerte a la vida, por la pasión y la cruz.
• La resurrección es allí donde todo encuentra su sentido final; es la última palabra de la historia; es el término del amor que se hace muerte; es el lugar donde nace y permanece la esperanza; es el centro en que se sustenta y del que se alimenta la fe; es allí donde cada año renace el nuevo milagro de la primavera para los que buscan la novedad imperecedera de lo eterno. ¡Cristo resucitó!

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