jueves, 16 de abril de 2015

III DOMINGO DE PASCUA Domingo 19 de abril 2015



III DOMINGO DE PASCUA
Domingo 19 de abril 2015


NOSOTROS SOMOS TESTIGOS

Hech 3, 13-15. 17-19; 1 Jn 2, 1-5; Lc 24,35-48

El discurso de Pedro está bastante bien ordenado, las sentencias y cada una de las afirmaciones que proclama el apóstol tienen un objetivo preciso. Señala los hechos ocurridos en toda su crudeza: entregaron y rechazaron al Siervo de Dios ante Pilato, pidieron el indulto de un asesino. Por otra parte y como una confesión de fe proclama la acción salvadora de Dios, que lo resucitó. Habiendo establecido los sucesos medulares, extrae las consecuencias decisivas que éstos tienen para el presente. Se han cumplido las profecías, el pueblo y sus dirigentes quedan exculpados por haber procedido por ignorancia y el llamado al arrepentimiento y a la conversión es la oferta de gracia que Dios regala a su pueblo. La resurrección de Jesús no estrecha, sino que ensancha el camino de acceso al Padre.


ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2

Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle gracias y alábenlo. Aleluya.


Se dice Gloria.


ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción filial, aguarde seguro su gozosa esperanza el día de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo...


LITURGIA DE LA PALABRA

Primera lectura

Monición.- La Iglesia pregona la Palabra de Dios y la confirma a través de milagros y señales. Esto es lo que nos enseña Pedro en el discurso que proclamó después de curar al paralítico de nacimiento.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles 3. 13-15. 17-19

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad. Rechazaron al santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de la misma manera que sus jefes; pero Dios cumplió así lo que había predicho por boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por lo tanto, arrepiéntanse y conviértanse para que se les perdonen sus pecados".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


Salmo responsorial

Del salmo 4, 2. 4. 7, 9
R. En ti, Señor, confío. Aleluya.

Tú que conoces lo justo de mi causa, Señor, responde a mi clamor. Tú que me has sacado con bien de mis angustias, apiádate y escucha mi oración, R.

Admirable en bondad ha sido el Señor para conmigo, y siempre que lo invoco me ha escuchado; por eso en él confío. R.

En paz, Señor, me acuesto y duermo en paz, pues sólo tú, Señor, eres mi tranquilidad. R.


Segunda lectura

Monición.- La Primera carta de Juan nos enseña que Cristo, intercesor y abogado ante Dios, murió por todos y cada uno de los hombres. Ahora su muerte nos compromete a amarnos los unos a los otros para ser testigos creíbles de su amor.

De la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5

Hijitos míos: Les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios: en que cumplimos sus mandamientos. Quien dice: "Yo lo conozco", pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y precisamente en esto conocemos que estamos unidos a él. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


Aclamación antes del Evangelio Cfr. Lc 24, 32
R. Aleluya, aleluya.

Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura. Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. R. Aleluya.


Evangelio

Monición.- A veces, la incredulidad y la duda se anidan en el corazón del hombre, tal y como sucedía con los apóstoles en Jerusalén. Pero Jesús nos ayuda a superar el miedo y la desesperanza mediante el don de la paz.

Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: "No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo". Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: "¿Tienen aquí algo de comer?" Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: "Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos".
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Se dice Credo.
En el Tiempo de Cuaresma y Tiempo Pascual diremos el “Credo de los Apóstoles”


ORACIÓN DE LOS FIELES

Invoquemos, amados hermanos, a Cristo, triunfador del pecado y de la muerte, que siempre intercede por nosotros:
R/. Escúchanos Señor.

1. Para que Cristo, el Señor, atraiga hacia sí el corazón de los fieles y fortalezca sus voluntades, de manera que busquen los bienes de allá arriba, donde él está sentado a la derecha de Dios, roguemos al Señor.

2. Para que Cristo, amo supremo de la creación, haga que todos los pueblos gocen abundantemente de la paz que en sus apariciones otorgó a los discípulos, roguemos al Señor.

3. Para que Cristo, el destructor de la muerte y el médico de toda enfermedad, se compadezca de los débiles y desdichados y aleje del mundo el hambre, las guerras y todos los males, roguemos al Señor.

4. Para que Cristo, el Señor, salve y bendiga nuestra parroquia (comunidad), y conceda la paz, la alegría y el descanso den las fatigas a los que hoy nos hemos reunido aquí para celebrar su triunfo, roguemos al Señor.

Acrecienta, en nosotros, Padre misericordioso, la luz de la fe, para que en los signos sacramentales, sepamos reconocer siempre a tu Hijo, que se manifiesta constantemente a nosotros, sus discípulos, y haz que, llenos del Espíritu Santo, proclamemos con valentía ante los hombres que Cristo es el Señor. Él, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor.


Prefacio I-V de Pascua


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 24, 46-47

Era necesario que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y que, en su nombre, se exhortara a todos los pueblos el arrepentimiento para el perdón de los pecados. Aleluya.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne.

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Ofertar arrepentimiento y conversión parece desusado en esta sociedad satisfecha de sí misma. Tanto se ha insistido en liberarse de sentimientos de culpa que las generaciones jóvenes encuentran una enorme dificultad en solicitar una disculpa o en expresar una petición de perdón sincera a sus padres. En esta sociedad marcada por el individualismo narcisista no resulta muy viable reconocer que se ha caminado por una senda equivocada. Cuando se vive con cierta pretensión de autosuficiencia y orgullo no parece posible desandar el propio camino. Sin embargo, cuando se tiene la mínima honestidad es posible realizar una autocrítica seria de la propia conducta. El cristiano sabe por experiencia propia que su Padre Dios le acoge con desenfadada compasión y sin recriminación alguna. A las personas nos resulta muy complicado dar una segunda oportunidad cuando vemos que los demás persisten en sus actitudes negativas. La anchura de la compasión divina nos acogerá sin reservas, cada que nos dispongamos a vivir la reconciliación.


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