III DOMINGO DE PASCUA
Domingo 19 de abril 2015
NOSOTROS SOMOS TESTIGOS
Hech 3, 13-15. 17-19; 1 Jn 2, 1-5; Lc 24,35-48
El discurso de Pedro está bastante bien ordenado, las sentencias y cada
una de las afirmaciones que proclama el apóstol tienen un objetivo preciso.
Señala los hechos ocurridos en toda su crudeza: entregaron y rechazaron al
Siervo de Dios ante Pilato, pidieron el indulto de un asesino. Por otra parte y
como una confesión de fe proclama la acción salvadora de Dios, que lo resucitó.
Habiendo establecido los sucesos medulares, extrae las consecuencias decisivas
que éstos tienen para el presente. Se han cumplido las profecías, el pueblo y
sus dirigentes quedan exculpados por haber procedido por ignorancia y el
llamado al arrepentimiento y a la conversión es la oferta de gracia que Dios
regala a su pueblo. La resurrección de Jesús no estrecha, sino que ensancha el
camino de acceso al Padre.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 65, 1-2
Aclama a Dios, tierra entera. Canten todos un himno a su nombre, denle
gracias y alábenlo. Aleluya.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y
rejuvenecido, para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su
adopción filial, aguarde seguro su gozosa esperanza el día de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura
Monición.- La Iglesia pregona la Palabra de Dios y la confirma a través
de milagros y señales. Esto es lo que nos enseña Pedro en el discurso que proclamó
después de curar al paralítico de nacimiento.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 3. 13-15. 17-19
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "El Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su
siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a Pilato, y a quien rechazaron en su
presencia, cuando él ya había decidido ponerlo en libertad. Rechazaron al
santo, al justo, y pidieron el indulto de un asesino; han dado muerte al autor
de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y de ello nosotros somos
testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes han obrado por ignorancia, de
la misma manera que sus jefes; pero Dios cumplió así lo que había predicho por
boca de los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por lo tanto,
arrepiéntanse y conviértanse para que se les perdonen sus pecados".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial
Del salmo 4, 2. 4. 7, 9
R. En ti, Señor, confío. Aleluya.
Tú que conoces lo justo de mi causa, Señor, responde a mi clamor. Tú
que me has sacado con bien de mis angustias, apiádate y escucha mi oración, R.
Admirable en bondad ha sido el Señor para conmigo, y siempre que lo
invoco me ha escuchado; por eso en él confío. R.
En paz, Señor, me acuesto y duermo en paz, pues sólo tú, Señor, eres mi
tranquilidad. R.
Segunda lectura
Monición.- La Primera carta de Juan nos enseña que Cristo, intercesor y
abogado ante Dios, murió por todos y cada uno de los hombres. Ahora su muerte
nos compromete a amarnos los unos a los otros para ser testigos creíbles de su amor.
De la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5
Hijitos míos: Les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien
peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Porque él
se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los
nuestros, sino por los del mundo entero.
En esto tenemos una prueba de que conocemos a Dios: en que cumplimos
sus mandamientos. Quien dice: "Yo lo conozco", pero no cumple sus
mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero en aquel que
cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado a su plenitud, y precisamente en
esto conocemos que estamos unidos a él. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio Cfr. Lc 24, 32
R. Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, haz que comprendamos la Sagrada Escritura. Enciende
nuestro corazón mientras nos hablas. R. Aleluya.
Evangelio
Monición.- A veces, la incredulidad y la duda se anidan en el corazón
del hombre, tal y como sucedía con los apóstoles en Jerusalén. Pero Jesús nos
ayuda a superar el miedo y la desesperanza mediante el don de la paz.
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48
Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde
estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el
camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y
les dijo: "La paz esté con ustedes". Ellos, desconcertados y llenos
de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: "No teman; soy yo.
¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y
mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni
carne ni huesos, como ven que tengo yo". Y les mostró las manos y los
pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos,
les dijo: "¿Tienen aquí algo de comer?" Le ofrecieron un trozo de
pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.
Después les dijo: "Lo que ha sucedido es aquello de que les
hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que
estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los
salmos".
Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las
Escrituras y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y
había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se
había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad
de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de
esto". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
En el Tiempo de Cuaresma y Tiempo Pascual diremos el “Credo de los
Apóstoles”
ORACIÓN DE LOS FIELES
Invoquemos, amados hermanos, a Cristo, triunfador del pecado y de la
muerte, que siempre intercede por nosotros:
R/. Escúchanos Señor.
1. Para que Cristo, el Señor, atraiga hacia sí el corazón de los fieles
y fortalezca sus voluntades, de manera que busquen los bienes de allá arriba,
donde él está sentado a la derecha de Dios, roguemos al Señor.
2. Para que Cristo, amo supremo de la creación, haga que todos los
pueblos gocen abundantemente de la paz que en sus apariciones otorgó a los
discípulos, roguemos al Señor.
3. Para que Cristo, el destructor de la muerte y el médico de toda
enfermedad, se compadezca de los débiles y desdichados y aleje del mundo el
hambre, las guerras y todos los males, roguemos al Señor.
4. Para que Cristo, el Señor, salve y bendiga nuestra parroquia
(comunidad), y conceda la paz, la alegría y el descanso den las fatigas a los
que hoy nos hemos reunido aquí para celebrar su triunfo, roguemos al Señor.
Acrecienta, en nosotros, Padre misericordioso, la luz de la fe, para
que en los signos sacramentales, sepamos reconocer siempre a tu Hijo, que se
manifiesta constantemente a nosotros, sus discípulos, y haz que, llenos del
Espíritu Santo, proclamemos con valentía ante los hombres que Cristo es el
Señor. Él, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y
puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la
felicidad eterna. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-V de Pascua
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 24, 46-47
Era necesario que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al
tercer día y que, en su nombre, se exhortara a todos los pueblos el
arrepentimiento para el perdón de los pecados. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has
dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a
la gloria incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Puede utilizarse la fórmula de bendición solemne.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Ofertar arrepentimiento y
conversión parece desusado en esta sociedad satisfecha de sí misma. Tanto se ha
insistido en liberarse de sentimientos de culpa que las generaciones jóvenes
encuentran una enorme dificultad en solicitar una disculpa o en expresar una
petición de perdón sincera a sus padres. En esta sociedad marcada por el
individualismo narcisista no resulta muy viable reconocer que se ha caminado
por una senda equivocada. Cuando se vive con cierta pretensión de autosuficiencia
y orgullo no parece posible desandar el propio camino. Sin embargo, cuando se
tiene la mínima honestidad es posible realizar una autocrítica seria de la
propia conducta. El cristiano sabe por experiencia propia que su Padre Dios le
acoge con desenfadada compasión y sin recriminación alguna. A las personas nos
resulta muy complicado dar una segunda oportunidad cuando vemos que los demás
persisten en sus actitudes negativas. La anchura de la compasión divina nos
acogerá sin reservas, cada que nos dispongamos a vivir la reconciliación.
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