sábado, 4 de abril de 2020

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20200405

Cuando somos víctimas del mal experimentamos dolor y sufrimiento. Esa desastrosa experiencia agrieta nuestra confianza, resquebraja nuestras convicciones. Por esa razón escasean las personas congruentes con sus ideales y creencias. El temor al fracaso, al rechazo o a una muerte dolorosa explica la tibieza espiritual de tantos bautizados. Los verdaderos mártires testimonian con su vida el tamaño de su esperanza. En la historia de la Iglesia encontramos numerosas personas, hombres y mujeres que conformaron su vida con la de Cristo Jesús. La Pasión del Señor Jesucristo se nos presenta como un camino viable para enfrentar los reveses de la vida. Jesús entendió que la entrega de su existencia garantizaría el despunte y la plenitud reinado de Dios. Cuando lo asimiló se decidió a beber el cáliz de su dolorosa pasión.

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