Las
circunstancias en que vivía la comunidad primitiva de Jerusalén y las nuestras
son totalmente distintas. No obstante, la misión fundamental sigue siendo
idéntica. Vivir como discípulos de Jesús de forma congruente y creíble.
Aquellos primeros hermanos fundamentaban su vida cristiana en la liturgia, la
eucaristía, la evangelización y la comunión solidaria con los necesitados. Nada
de eso podemos olvidar. La misión cristiana sigue siendo la misma. En la
coyuntura de violencia, maltrato a la Casa Común y rechazo a los emigrantes que
observamos en nuestra sociedad, tenemos que encontrar la manera de conectar
nuestras convicciones creyentes, con nuestras actitudes responsables y
solidarias con los necesitados.
El clamor de la creación y de la humanidad no puede ser
ignorado por un discípulo de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario