A veces, por motivos médicos, los enfermos deben estar separados de
sus familias. Cuando reciben visitas de sus seres queridos, éstos pueden sentir
aprehensión de acercárseles. Efectivamente, hay personas que no tocan a los
enfermos por miedo de contagiarse, aun cuando no existe el riesgo de
transmisión. Al más extremo, puede sucederle lo que la filósofa francesa,
Simone Weil, observó: así como algunos pollos atacan a pollos que han caído en
el suelo por un infortunio, algunas personas sanas atacan a los enfermos,
insinuando que merecen su enfermedad. En oposición a estas actitudes, tenemos
el ejemplo de Jesús. El Señor siempre mostró compasión hacia los enfermos, y
aún enojo contra una sociedad que los maltrataba. No los excluyó de contacto físico
humano, sino que actuó para ayudarlos. En este mes dedicado de manera especial
a los enfermos, debemos hacer lo mismo.
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