«Si los escribas y los fariseos
que se sientan sobre la cátedra de Moisés son los doctores de los judíos, que
enseñan según la letra los preceptos de la ley, ¿cómo es que el Señor nos manda
hacer lo que éstos nos ordenan; siendo así que los Apóstoles prohíben a los
fieles, en el libro de los Hechos (cap. 15), que vivan, ¿según la letra de la
ley? Pero aquéllos la enseñan según la letra porque no conocen su espíritu; lo
que nos dicen pues acerca de la ley, lo hacemos y observamos, conociendo su
sentido, pero no obrando como ellos obran; porque ellos no obran como la ley
enseña, ni comprenden que hay un velo sobre la letra de la ley. Y cuando se
oyen estas cosas, no vayamos a creer que todas ellas son preceptos de la ley,
porque hay muchas que tratan de las comidas, de los sacrificios, y otras cosas
por el estilo; sino únicamente las que corrigen las costumbres. ¿Y cómo es que
no mandó esto mismo acerca de la ley de gracia, sino únicamente acerca de la
ley de Moisés? Porque todavía no era tiempo de dar a conocer los preceptos de
la nueva ley, antes de su pasión. También a mí me parece que dijo esto,
previendo algo más: como había de vituperar a los escribas ya los fariseos en
sus palabras siguientes, para que no pereciera que deseaba la jefatura entre
los necios, o que hacía esto por enemistad, primeramente retira toda sospecha;
y entonces empieza a reprender, con objeto de que las turbas no caigan en los
mismos defectos, pero comprendan que aunque deben oírlos, no deben imitarlos en
sus acciones; por esto añade: Pero no hagáis según n las obras de ellos. ¿Qué
cosa hay más miserable que un doctor, cuyos discípulos se salvan no siguiendo
su ejemplo, y se condenan cuando le imitan?» (Orígenes [185·254]. Homilía 23·24
del Evangelio de san Mateo).
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