Autor: Alfredo González
La venida de Cristo exige un cambio moral en nuestra vida.
1. Al darse cuenta de que el Reino de Dios venía, los judíos preguntaban a san Juan Bautista qué tenían que hacer. Estaban acostumbrados a una religión de sacrificios exteriores: ofrecer un poco de incienso, sacrificar una paloma, dar una limosna... San Juan les exigía dar un culto moral a Dios: a los que poseían más les pedía compartir su ropa y su comida con los necesitados; a los recaudadores de impuestos, los publicanos, les recordaba que no debían pedir más de lo justo; a los soldados, acostumbrados a la violencia y a la extorsión, les pedía no robar ni levantar falsos testimonios contra los inocentes.
Para ser buenos católicos no basta ir a misa los domingos, dar una caridad a un pobre, rezar un Padre Nuestro de vez en cuando, como anestesia para nuestra conciencia. Es necesario ser auténticos, vivir de verdad la vida cristiana. El repasar los mandamientos es el mejor termómetro para medir la “temperatura” de nuestra vida cristiana: ¿Pagamos los impuestos? ¿Hablamos mal de nuestro prójimo haciendo juicios temerarios? ¿Vemos todo lo que aparece en los medios de comunicación social, sin distinguir lo que es y no es compatible con nuestra conciencia cristiana?
Para ser buenos católicos no basta ir a misa los domingos, dar una caridad a un pobre, rezar un Padre Nuestro de vez en cuando, como anestesia para nuestra conciencia. Es necesario ser auténticos, vivir de verdad la vida cristiana. El repasar los mandamientos es el mejor termómetro para medir la “temperatura” de nuestra vida cristiana: ¿Pagamos los impuestos? ¿Hablamos mal de nuestro prójimo haciendo juicios temerarios? ¿Vemos todo lo que aparece en los medios de comunicación social, sin distinguir lo que es y no es compatible con nuestra conciencia cristiana?
2. San Juan Bautista no trató de aprovechar su misión para promoverse a sí mismo. El pudo haber fingido ser el Mesías y haber explotado la credulidad del pueblo. Pero él era sincero y humilde, no sólo admitió que no era el Mesías, sino también que no era digno ni siquiera de ser su esclavo.
A la base de toda verdadera religiosidad tiene que haber la humildad. Si no soy humilde, fácilmente voy trampeando y llamando virtud lo que es claramente pecado. Voy deformando mi conciencia con sofismas como “todo el mundo lo hace”, “en mi caso es diferente”, “nadie me ve”, “no estoy haciendo daño a nadie”,etc. La humildad es como el fundamento de mi edificio espiritual. Sin esta virtud no hay caridad, obediencia, castidad, mansedumbre...
3. La venida del Reino de Dios causa un juicio, pues el hombre o lo acepta o lo rechaza. San Juan usa la imagen del grano y de la paja para describirlo. El “grano” son las personas que responden bien y la “paja” las que no les importa el Reino.
Delante de Dios el hombre tiene que tomar una posición, o a favor o en contra. ¿Cuál vamos a tomar nosotros?
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