UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Cuando arrecian
las campañas electorales se disparan las guerras de lodo, se agiganta la
contratación de fabricantes de imagen, que idealizan los perfiles y logros de
candidatos. La ejemplaridad, la sencillez y la mesura brillan por su ausencia.
Es una competencia que traspasa casi todos los límites: gastos desmedidos que
resultan obscenos ante la cantidad de personas en situación de pobreza. Más
insultante aún resulta, presentarse como alternativa de mejores valores éticos
o demás eficaces políticas públicas, sin explicar cómo se logrará tal novedad.
El ciudadano que se identifica con el Evangelio de Jesús no puede montarse en
el tren de la simulación con el único propósito de conseguir poder político
para entregar poder económico a sus aliados. Quien siga al pastor modelo,
encuentra la ruta para diseñar o sumarse a iniciativas que beneficien a quienes
realmente lo necesitan, sin fomentar dependencia, ni paternalismo.
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