UNA REFLEXIÓN PARA
NUESTRO TIEMPO
La fe cristiana es una decisión personal que no resulta
sencilla de asumir en una sociedad enloquecida por el consumo y la
autocomplacencia. Vivir de forma modesta parece incomprensible. Se juzga de
perdedores y frustrados a quienes optan por una existencia modesta. Los
cristianos de la primera comunidad hicieron algo extraordinario al renunciar
efectivamente a sus propiedades. No fue una exigencia obligatoria. Ananías y
Safira incurrieron en la simulación. Esteban se desprendió voluntariamente de
cuanto tenía sin que nadie lo presionara. El ideal no era el reparto obligado
de los bienes sino el amor eficaz que en su fase social se llama solidaridad.
No se puede confesar a Jesús como Señor de todos y al Padre común, mientras se
desinteresa uno de los millones de personas afectadas por terremotos en tantas
zonas de México. El Padre común nos urge a construir iniciativas de solidaria
compasión con los que sufren.
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