Hace medio
siglo teníamos ilusiones colectivas, abrigábamos alguna utopía en el corazón.
La humanidad nueva, un destello del Reino de Dios, un nuevo proyecto
sociopolítico, o todo junto, iría transformando nuestra añeja miseria. Ahora
que nos acercamos a la tercera década del siglo XXI apenas si logramos que cada
uno crea en sí mismo. Vamos caminando sin cohesión social, con mucha
desconfianza y no poco desaliento. En esta hora complicada resulta difícil
imaginar por dónde se manifestará la luz de la salvación. La aventura y el
desafío de la fe nunca han sido una tarea sencilla. Los israelitas también
parecían atrapados por un añejo pesimismo tanto en tiempos de Miqueas como en
el primer siglo de nuestra era. Sin embargo, algunas personas caminaban a
contracorriente de la historia. María e Isabel no habían enterrado su confianza
en Dios. Dios les cumplió y sin hacer alarde, en María nos regaló esa gran
esperanza llamada Jesús.
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