viernes, 28 de diciembre de 2018

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20181230




Estas dos lecturas (Samuel: 1, 20-22.24-28  Lucas: 2, 41-52) sacuden nuestra conciencia cristiana en la medida que someten a revisión nuestra forma de vivir la fe. Tanto la familia de Samuel, como la familia del pequeño Jesús, habían aprendido a organizar su vida conforme al dinamismo de su fe religiosa. Sus alegrías y penas, sus ansias y triunfos los conectaban de manera sensata con el amor de Dios. La fe siempre estaba en contacto estrecho con la vida. Ni la doble moral, ni la discrecionalidad o la conveniencia, habían afectado para mal la vida de aquellos creyentes. La lección que de aquí resulta es que la vivencia genuina de la fe no produce personas fragmentadas, sino integras. La fe dinamiza todos los ámbitos de la existencia, humanizándonos, llenándonos de esperanza, empujándonos a vivir la vida de manera más generosa y solidaria con los predilectos de Dios: los más indefensos y vulnerables.

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