Festividad el 8 de Diciembre
La causa de la preservación de María de toda mancha de pecado original es la redención del mundo. Por eso desde el primer momento de su existencia en el seno de su madre, la Virgen María ya estaba designada por Dios como la “segunda Eva”, que por los méritos de su propio Hijo debía vencer totalmente a la serpiente (Gén 3, 15) y, junto con Cristo, el “segundo Adán”, preparar la victoria definitiva sobre todas las fuerzas que habían pervertido y manchado la creación de Dios. María es pues el instrumento para hacer llegar el Salvador al mundo. Y ella es ya así la primera criatura redimida por su divino hijo, según el mensaje del arcángel San Gabriel “Alégrate, llena de gracia”(Lc 1, 28). Esta plenitud de gracia también es expresada por su prima Santa Isabel cuando exclama: ”bendita tu entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42). Y la Virgen lo sabía y en su humildad lo proclamó en su cántico del “Magnificat” (Lc1, 46-55).
El Concilio de Efeso, en el año 431, proclamó la divina maternidad de María.
En el año 1439, el Concilio de Basilea, publicó una resolución unánime a favor de la Inmaculada Concepción.
En 1854 el Papa Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus definió solemnemente la doctrina de la Inmaculada Concepción como dogma de fe católico, y la Virgen reconoció este título en Lourdes cuando dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción ”.
La solemnidad de hoy nos invita a pedir a Dios la purificación de su Iglesia y el perdón de nuestros pecados. Y a la vez el compromiso de llevar una vida santa, ya que todos --como María-- hemos sido llamados a la santidad.
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