LECTURAS DE LA MISA VII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO A. 23 DE
FEBRERO 2014.
Primera lectura.
Monición.
En la primera lectura de hoy, tomada del libro del Levítico, se nos
habla sobre la ley de santidad, tratando de modelar el orden humano a partir de
la santidad de Dios. Nos dice que el supremo trato del otro es el amor. El amor
verdadero no es superficial y caprichoso sentimiento, que puede encubrir un
solapado amor propio. O sea que para estar cerca de la santidad de Dios,
tenemos que amar a su prójimo.
Lectura del libro del Levítico
19, 1-2. 17-18
El Señor dijo a Moisés:
Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel:
Ustedes serán santos, porque Yo, el Señor su Dios, soy santo.
No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo
convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él.
No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo soy el Señor.
Salmo responsorial
Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 (R.: 8a)
R. El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura. R.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.
Cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.
Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo
y Cristo es de Dios
Segunda lectura.
Monición
Hoy nos advierte el apóstol Pablo que tengamos presente que somos
¨templos de Dios¨ y que el Espíritu Santo habita en nosotros, por lo tanto
debemos dejar de ser niños en el cristianismo, que solo Dios es el verdadero
responsable y protagonista de lo que pasa en una comunidad cristiana, por lo
que esta no debe alinearse a nada ni
nadie.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de
Corinto 3, 16-23
Hermanos:
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a
él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este
mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de
este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: «Él
sorprende a los sabios en su propia astucia», y además: «El Señor conoce los
razonamientos de los sabios y sabe que son vanos».
En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les
pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el
presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo
es de Dios.
ALELYA 1 Jn 2, 5
Aleluya.
En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado
verdaderamente a su plenitud.
Aleluya.
EVANGELIO
Monición
En la primera lectura de hoy se nos habló sobre el amor al prójimo, en
el evangelio tomado del libro de Mateo, El Señor eleva este principio a la
categoría universal, sin hacer ninguna clase de distinción, llamándonos a
imitar la conducta de Dios. De forma imperativa, nos llama a la perfección, que
consiste en que nuestra vida y actitud constituyan una unidad. Toda para Dios.
Sin establecer distinciones ni divisiones en el campo de la vida humana.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 38-48
Jesús, dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero
Yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien
te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que
quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si
te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte
algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu
enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol
sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen?
¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué
hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el
cielo.
Comentario:
1.- SED SANTOS, PERFECTOS.- Dios es el Santo. Nadie como Él es justo y
bueno, distinto y singular, trascendente y diverso. Por eso los que ha elegido
para formar parte de su Pueblo, los que creen el Él, han de ser santos,
perfectos, hombres consagrados para servirle. De hecho, al ser bautizado el
creyente es consagrado, santificado. Todo su ser queda, en cierto modo,
separado del uso meramente profano, su persona queda consagrada a Dios. De tal
forma que cuanto el bautizado haga, si permanece unido al Señor por la gracia,
viene a ser algo grato al Señor, algo también santo. El estar consagrado
implica dedicación a Dios, y por eso mismo supone también perfección.
En efecto, cuanto se consagraba a Dios había de ser intachable, sin el
menor menoscabo. Por eso la consagración supone santidad, e implica también
perfección y rectitud en el orden moral. El creyente, mediante el Bautismo, es
un ser sagrado, queda constituido en hijo de Dios, y como tal ha de
comportarse. Lo dirá expresamente Jesús: “Sed perfectos, como mi Padre
celestial es perfecto”. El lugar paralelo de san Lucas formula de otra forma lo
mismo al decir: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es
misericordioso”. Es una aclaración muy provechosa, ya que es en la misericordia
donde está el aspecto divino que podemos imitar. Hay que extirpar como mala
hierba cualquier tendencia que nos incline al rencor o al odio. Más aun hay que
fomentar el deseo de ayudar al prójimo en cuanto podamos, no sólo en el plano
moral sino también en el material. Hay que aprender a ponerse en el lugar del
prójimo, de ese que está junto a nosotros. Hay que amar al otro como a uno
mismo.
En otra ocasión Jesús nos dará una medida aun mayor para la práctica de
la misericordia, para vivir el amor. Como yo os he amado, nos dice, así habéis
de amaros los unos a los otros. Por tanto, la medida de amor que tiene el
Corazón divino de Jesús, esa ha de ser nuestra propia medida. Sólo así
llegaremos a esa perfección y santidad que el Señor nos exige.
2.- OJO POR OJO, DIENTE POR DIENTE.- Este pasaje corresponde a una de
las antítesis que Jesús pronuncia en el Sermón de la Montaña. Aunque es cierto
que la Ley sigue en vigor, hay sin embargo un modo nuevo de vivirla, una
exigencia de mayor interiorización y autenticidad en su cumplimiento. Así dirá
que el mandamiento de no matar implica también un respeto hacia el hermano,
hasta el punto que quien se enfade contra su prójimo, o le insulte, es reo de
juicio o del fuego de la Gehenna.
En el caso de la ley del Talión, Cristo abre unas perspectivas nuevas.
Es cierto que el ojo por ojo y diente por diente en la ley del Talión era un
modo de atemperar la venganza personal o la represalia. Se intentaba, en
efecto, que quien se tomara la justicia por su mano no se excediera, llevado
por su indignación ante el daño sufrido, y causara un mal desproporcionado. Sin
embargo, Cristo considera que hay que desechar todo deseo de venganza o de
justa compensación por el daño sufrido. Según la doctrina evangélica, no hay
que enfrentarse a quien nos perjudica, no hay que devolver mal por mal. Aunque
eso sea lo normal, e incluso podemos decir que lo natural.
Jesucristo, por el contrario, desea que actuemos, no como hijos de los
hombres, sino como hijos de Dios. Es decir, quiere que nos parezcamos más a
nuestro Padre Dios. Y si Él no distingue entre buenos y malos a la hora de
mandar la lluvia o de hacer salir el sol, tampoco quienes somos sus hijos
podemos dejarnos llevar de criterios meramente humanos. Hemos de luchar por ser
perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto, o, como dice el paralelo de
Lucas, hemos de ser misericordiosos como nuestro Padre celestial es misericordioso.
Por Antonio García-Moreno
Fuente: www.betania.es (Comentario)
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