sábado, 8 de febrero de 2014

Lecturas del Domingo V del Tiempo Ordinario 9 de Febrero 2014


Lecturas del Domingo V del Tiempo Ordinario
9 de Febrero 2014


Primera lectura (Is 58, 7-10)

Monición. El profeta Isaías, en la primera lectura, nos exhorta a vivir la integridad cristiana y a practicar la caridad. No podemos decir "Señor; creo en ti" y dejar morir de hambre al hermano. 

Del libro del profeta Isaías 
Esto dice el Señor: "Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo,  viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano. 
Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha. 
Entonces clamarás al Señor y él te responderá; lo llamarás y él te dirá: Aquí estoy'. 
Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía". 


Salmo responsorial (Sal 111)

R. El justo brilla como una luz en las tinieblas. 

L. Quien es justo, clemente y compasivo, como una luz en las tinieblas brilla. Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente, jamás se desviarán. / R. 
L.  El justo no vacilará; vivirá su recuerdo para siempre. No temerá malas noticias, porque en el Señor vive confiadamente. / R. 
L. Firme está y sin temor su corazón. Al pobre da limosna, obra siempre conforme a la justicia; su frente se alzará llena de gloria. / R. 


Segunda lectura (1 Cor 2, 1-5)

Monición. San Pablo, en la segunda lectura, nos recuerda la sencillez y la profundidad del mensaje divino. Él mismo evoca sus palabras, nacidas del  Espíritu y del poder de Dios, con que predica el evangelio. 

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 
Hermanos: Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví  no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado.
Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres. 


Aclamación antes del Evangelio (Jn 8, 12)

Aleluya, aleluya. Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.

R. Aleluya, aleluya.


Evangelio (Mt 5, 13-16)

Monición. El evangelio de Mateo nos recuerda que el cristiano es sal de la tierra y luz del mundo. Si nos dejamos arrastrar por el pecado perderemos  esa fuerza que transforma y purifica a la humanidad.

Del santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes son la sal de la tierra. 
Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente. 
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa. 
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos". 

 COMENTARIO.-

Posiblemente, nos encontramos ante uno de los textos más bonitos y significativos de lo que debe ser el verdadero compromiso de la vida cristiana en el mundo; del verdadero compromiso del seguidor de Jesucristo en el entorno que le ha tocado vivir.

El evangelio de este domingo utiliza tres metáforas (la sal, la luz, la ciudad en lo alto de un monte) para explicar cómo ha de ser la conducta de los discípulos y seguidores de Jesús.

Seguramente, la metáfora más complicada es la de la sal. Porque Jesús la relaciona, no con los alimentos, sino con la tierra. Lo más probable es que Jesús se refería al hecho de que la sal no es para sí misma, sino para los demás, para utilidad de otras cosas. Hoy en día, es muy fácil escuchar en nuestra Iglesia, lamentos de que nos sentimos perseguidos, pisoteados, marginados. Siendo nuestra postura, ante estos acontecimientos, de culpar siempre a los que están fuera de la Iglesia. Por eso deberíamos hoy preguntarnos, ¿somos verdadera sal en la tierra? Jesús dijo: " si la sal se vuelve sosa. No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”.

La metáfora de la luz, nos viene a decir, que a juicio de Jesús, la forma de vivir del creyente tiene que ser como una luz para cuantos la conocen y punto de referencia para los que no la conocen. La luz, no es solo para los que están dentro de la casa, la Iglesia, sino más bien para los que están fuera de la casa.
La luz, no es sólo para alumbrar, sino también para guiar, a los que están alejados y en la oscuridad. Nuestra luz debe iluminar vida, que quien la ve se siente motivado para creer en Dios.

Las dos metáforas coinciden en algo muy importante. Si permanece aislada en un recipiente, la sal no sirve para nada. Solo cuando entra en contacto con los alimentos y se disuelve con la comida, puede dar sabor a lo que comemos. Lo mismo sucede con la luz. Si permanece encerrada y oculta, no puede alumbrar a nadie. Solo cuando está en medio de las tinieblas puede iluminar y orientar. Una Iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.

La metáfora de la ciudad en lo alto del monte expresa claramente, como dice el texto, lo que no se debe de ocultar, es decir lo que todo el mundo debe de ver. Por tanto, la vida del creyente ha de ser tan transparente, que no tenga nada que tapar o disimular, de forma que pueda estar siempre a la vista de todos. Nuestra Iglesia debe ser esa ciudad en lo alto del monte. Una ciudad que llama a acoger a todos, por su estilo de vida.

El Papa Francisco ha visto que la Iglesia vive hoy encerrada en sí misma, paralizada por los miedos, y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio.

INTENTEMOS SER FELICES Y HACER FELICES A LOS DEMÁS CON SAL Y LUZ DE CRISTO EN NUESTRO LUGAR DE VIDA.

Rafael  González Martín
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