LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Domingo 8 de mayo 2016
LA PROMESA DEL PADRE
Las promesas nacidas de una persona que tiene autoridad moral y afecto
sincero hacia nosotros nos entusiasman y suscitan el anhelo de verlas cumplidas
en el corto plazo. En esa relación de confianza plena se mantenían los
discípulos con el Señor Jesús. Desde ese contexto hemos de entender la promesa
del envío del Espíritu Santo que tiene lugar al momento de las apariciones
pascuales. Los apóstoles continúan atados a esquemas antiguos, siguen aferrados
a la idea de un mesianismo político que restauraría el reino de Israel. El
Señor Jesús les advierte que el destino del mundo y el futuro de la Iglesia
están en las manos del Padre y no tiene sentido hacer cálculos humanos. El
Reino de Dios no está sujeto a anhelos populares, es un regalo gratuito del
Padre. El don del Espíritu Santo será la primera evidencia de que los tiempos
nuevos han llegado.
ANTÍFONA DE ENTRADA Hch 1, 11
Hombres de Galilea, ¿qué hacen allí parados mirando al cielo? Ese mismo
Jesús, que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto
marcharse. Aleluya.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado
del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende
nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de
nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo,
Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Te rogamos nos concedas, Dios todopoderoso, que al reafirmar, en este
día, nuestra fe en la ascensión a los cielos de tu Unigénito, nuestro Redentor,
nosotros vivamos también con nuestros pensamientos puesto en las cosas
celestiales. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Se fue elevando a la vista de sus apóstoles.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 1,1-11
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que
Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus
instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido.
A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que
estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino
de Dios.
Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de
Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya
les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán
bautizados con el Espíritu Santo”.
Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la
soberanía de Israel?”
Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora
que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo
descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la
tierra”.
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo
ocultó a sus ojos.
Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les
presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué
hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para
subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 46, 2-3. 6-7. 8-9
R/. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el
Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo. R/.
Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su
trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos. R/.
Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros
cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo. R/.
SEGUNDA LECTURA
Cristo entró en el cielo mismo.
De la carta a los hebreos: 9, 24-28; 10, 19-23
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza,
construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el
cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por
nosotros.
En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el
santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que
ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría
tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se
manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir
el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que
después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola
vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez,
pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo
aguardan y en él tienen puesta su esperanza.
Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de
poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a
través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un
sacerdote incomparable al frente de la casa de
Dios.
Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia
la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable.
Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que
nos hizo las promesas es fiel a su palabra. Palabra de Dios. Te alabamos,
Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 28, 19. 20
R/. Aleluya, aleluya.
Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, dice el Señor, y sepan
que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. R/.
EVANGELIO
Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.
+ Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 46-53
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está
escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los
muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las
naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el
perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre
les prometió.
Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo
alto”.
Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a
Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue
apartando de ellos y elevándose al cielo.
Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y
permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios. Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder
de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la
carne y la vida eterna.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Pongamos, hermanos, nuestra mirada en Jesús, nuestro gran sacerdote,
que ha atravesado el cielo para interceder por nosotros, y pidámosle por las
necesidades de todos los hombres diciendo: Te rogamos, Señor.
Para que Cristo, desde el trono de su gloria, venga en ayuda de su
Iglesia, que lucha en medio de las dificultades del mundo, y no permita que sus
fieles se dejen cautivar por los bienes de la tierra, roguemos al Señor.
Para que Jesús, el Señor, que prometió que, al ser elevado sobre la
tierra, atraería a todos hacia sí, revele su nombre a los hombres que aún no lo
conocen, roguemos al Señor.
Para que el Señor, que con su triunfo ha glorificado nuestra carne
colocándola cerca de Dios
Padre, llene de esperanza a los que sufren enfermedades en el cuerpo o
angustias en el espíritu, roguemos al Señor.
Para que el Señor, elevado al cielo, nos envíe el Espíritu Santo, para
que nos enseñe a amar los bienes de arriba y a no dejarnos cautivar por las
cosas de la tierra, roguemos al Señor.
Dios, Padre todopoderoso, que has resucitado a Cristo, tu Hijo, y los
has hecho Señor del universo, reconoce la voz de tu amado en las oraciones de
la Iglesia y concédenos lo que, te hemos pedido. Por Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al ofrecerte, Señor, este sacrificio en la gloriosa festividad de la
ascensión, concédenos que por este santo intercambio, nos elevemos también
nosotros a las cosas del cielo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
El Misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en este tiempo, en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo,
destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida. Por eso, con esta
efusión del gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los
coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de
tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 28, 20
Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que nos permites participar en la tierra de
los misterios divinos, concede que nuestro fervor cristiano nos oriente hacia
el cielo, donde ya nuestra naturaleza humana está contigo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- El mandato de Jesús resucitado
tiene tanta vigencia en el primer siglo como en la actualidad. No podemos
desentendernos del encargo misionero. La tentación de “quedarnos mirando al
cielo” puede manifestarse de diferentes maneras: a unos se les antoja
simplemente permanecer en la llamada “zona de confort”, a otros se les ocurre
ridiculizar a quienes emprenden una labor misionera. A fin de cuentas sobran
los pretextos para justificar la pasividad y el egoísmo. El Señor Jesús nos invita
a no seguir formando parte “de la generación del no” que multiplica los
obstáculos y excusas para justificar la omisión y la pasividad. Afortunadamente
ha habido miles de cristianos de quienes no sabemos nombre y apellido que
iniciaron el camino del testimonio y gracias a su labor y su palabra, nosotros
tuvimos acceso a Jesús.
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