UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.-Mirando
detenidamente nuestro entorno advertimos muchas situaciones que nos
desconsuelan: violencia criminal, corrupción, desempleo y crisis en numerosas
familias. A ratos no sabemos ni por dónde empezar. Un creyente no puede darse
el lujo de que le roben la esperanza. Dios está con nosotros, ofreciéndonos la
fuerza del Espíritu para renovarnos. No se pueden consolidar los cambios
urgentes que necesitan nuestra sociedad y nuestras instituciones (El Estado
mexicano, la Iglesia, nuestra familia) sin un cambio personal. Como nadie da lo
que no tiene, es imposible practicar la corrupción y el abuso y estar al frente
de una institución pública o de una familia.
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